martes, 30 de abril de 2024

Yo soy la Vid

San Cirilo de Alejandría, sobre el evangelio de san Juan.

El Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).
La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros es una unión de amor y de inhabitación. Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos, pues, como lo afirmaba San Pablo, el que se une al Señor es un espíritu con él.
De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y espirituales entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que proceden de él.
En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda en su amor. Y esta vida la conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues, por medio de él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.
De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en claro el evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
Pues, así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.

lunes, 29 de abril de 2024

Gusté y vi

 Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia

¡Oh Divinidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión con tu divina naturaleza hiciste de tan gran precio la sangre de tu Hijo unigénito! Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco. Tú sacias el alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver la luz, que eres tú misma.
Gusté y vi con la luz de mi inteligencia, ilustrada con tu luz, tu profundidad insondable, Trinidad eterna, y la belleza de tus creaturas: por esto, introduciéndome en ti, vi que era imagen tuya, y esto por un don que tú me has hecho, Padre eterno, don que procede de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es atribuida por apropiación a tu Unigénito y el Espíritu Santo, que procede de ti, Padre, y de tu Hijo, me dio una voluntad capaz de amar.
Porque tú, Trinidad eterna, eres el hacedor, y yo la hechura: por esto he conocido con la luz que tú me has dado, al contemplar cómo me has creado de nuevo por la sangre del Hijo único, que estás enamorado de la belleza de tu hechura.
¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Divinidad, oh mar profundo!: ¿qué don más grande podías otorgarme que el de ti mismo? Tú eres el fuego que arde constantemente sin consumirse; tú eres quien consumes con tu calor todo amor del alma a sí misma. Tú eres, además, el fuego que aleja toda frialdad, e iluminas las mentes con tu luz, esta luz con la que me has dado a conocer tu verdad.
En esta luz, como en un espejo, te veo reflejado a ti, sumo bien, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría: porque tú eres la misma sabiduría, tú el manjar de los ángeles, que por tu gran amor te has comunicado a los hombres.
Tú eres la vestidura que cubre mi desnudez, tú sacias nuestra hambre con tu dulzura, porque eres dulce sin mezcla de amargor, ¡oh Trinidad eterna!

domingo, 28 de abril de 2024

Nada sin Él

"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden".

“Porque sin Mí no podéis hacer nada”, dice el Señor. Y Su Palabra es Verdad, y por eso tenemos que, no sólo entenderla, sino aceptar que esa es la Verdad para mi vida, para nuestra vida, para la vida de la comunidad. Claro es que no es que sin Jesús no podemos vivir, ¡claro que podemos vivir! Hay muchos ateos y de otras religiones que viven y, sobre todo, hacen cosas muy buenas. Pero, nosotros, los que hemos recibido el bautismo y el Espíritu Santo, que aceptamos caminar según el Evangelio (porque eso es ser cristiano), no podemos hacer el camino de la santidad sin Cristo.
En realidad, no entiendo a los que se consideran muy cristianos, pero no se acercan a comulgar, no participan en la Cena del Señor para alimentar su vida con la Vida Verdadera. Y, por eso surgen las desavenencias, las discusiones, las divisiones que hacen de una comunidad de personas que se aman, una comunidad dividida por envidias, por egoísmos, por apetitos de poder.
Cuando la Vida de Cristo no vive en nosotros, cuando no nos dejamos guiar por el Espíritu de Cristo, entonces dejamos que los instintos humanos, que el espíritu del mundo, que el fruto del pecado original se haga presente en nuestras vidas y vaya destruyendo todo lo que el Señor quiere construir.
Para muchos, es quizás, una rutina de mayores o de mujeres, o de niños de primera comunión, ir a comulgar y, por eso, se creen ya maduros y confirmados en su negación de la Eucaristía, y es por eso por lo que no hay frutos verdaderos, o no hay frutos de verdadera conversión, ni tampoco hay frutos nuevos que puedan renovar la vida persona, de la comunidad, de la familia. Sino que siguen sin alimentarse de lo esencial de la vida cristiana, y sin creer que la Palabra de Cristo es Verdad y que, sobre todo, no estamos en armonía con su Espíritu al no alimentarnos con su Vida.
En este tiempo pascual hemos de buscar una sincera conversión y, sobre todo, pedir al Señor que pueda iluminar esos corazones que están cerrados a Su Vida, y no es por no creer en Cristo, sino por no valorar suficientemente el Alimento que Él nos da en la Eucaristía, y, al no valorarlo lo desprecian, y al despreciarlo no reciben la Gracia necesaria para hacer eficiente la tarea de evangelización, y, por eso, los frutos de sus esfuerzos no son abundantes, sino que se mueren cuando se terminan los entusiasmos humanos.

sábado, 27 de abril de 2024

Sembradores de cizaña

"El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra"».
Como vemos la envidia por lo que unos hace y obtienen frutos, siempre se ha dado en el mundo, no es algo nuevo. Por eso no tenemos que claudicar en el camino que el Señor nos ha pedido recorrer. Siempre que se haga algo nuevo y guste a la gente, siempre habrá quienes lo miren con malos ojos y comiencen a criticar y a buscar argumentos para contradecir lo que se está haciendo.
"Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio".
Las envidias y los malos celos en toda labor, ya sea pastoral, social, empresarial, provocan la ira en la gente y siempre se buscan cómplices para poder quitar del medio a quienes nos molestan. Así lo hicieron con Jesús cuando incitaron a la gente a pedir su crucifixión, y así lo siguen haciendo las "malas lenguas" cuando comienzan a sembrar cizaña en medio del campo bien sembrado.
Por eso, siempre tenemos que tener en cuenta a quién escuchamos, qué voz y qué argumentos aceptamos en nuestras vidas y por qué. Porque, muchas veces, nos hacemos ecos de esas voces que hablan desde la envidia, desde los celos, desde el resentimiento o venganza, y así nos hacemos cómplices de la maldad de otros. Y eso por no ponernos a pensar.
Leía algo el otro día que decía: hoy día como nadie quiere pensar ni reflexionar, sólo se dedican a juzgar, pues es más fácil juzgar que pensar si eso está bien o no. Y así, siendo cómplices de las voces de otros, vamos sembrando el resentimiento, la envidia, y hasta el odio hacia los demás.
Por eso, cuando Pablo y Bernabé, sintieron la fuerza del mal sobre ellos "sacudieron el polvo de esa ciudad" y se marcharon a otra que los recibiera con más cariño y devoción, pues tenían que seguir sembrando la buena semilla de la Palabra de Dios. Así hemos de hacer nosotros, cuando alguien quiera que nos hagamos eco de la cizaña, dejemos ese lugar y vayamos a otro, para no hacernos cómplices de ser sembradores de cizaña y no de buena semilla.

viernes, 26 de abril de 2024

Sabiduría de Dios

 Dice san Pablo de sí mismo:
"Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado".
No tenemos que ser doctores o instruidos en Sagrada Escritura, Teología, Dogmática o cualquier otra ciencia religiosa para dar testimonio de nuestra fe. Dios no nos pide que seamos intelectuales y sabios desde los libros, sino que nos pide que estemos disponibles para poder llevar la Buena Noticia de la Salvación a todos los hombres. Y, para ello, necesitamos, más que nada pasar tiempo junto a Él, es decir, meditar su Palabra, dialogar con el Señor, invocar al Espíritu Santo y alimentarnos con Su Vida.
Porque la sabiduría de los hombres va cambiando, porque el hombre va cambiando, pero Dios es inmutable y lo mismo Su Palabra, y, aquello que nos fue revelado por los Profetas y, sobre todo, por su Unigénito, permanece para siempre y no se modificará, pues ya todo nos fue revelado por Jesús: "ya no los llamo siervos sino amigos, pues os he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre".
"También yo (sigue diciendo Pablo) me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".
Es el poder del Espíritu quien nos guía, quien nos instruye y, sobre todo, quien nos anima, primero, a vivir en Dios, por Dios y con Dios, para que, luego, Él ponga en mis labios sus palabras para que pueda decirlas a aquellos que quieran escucharla, pues sino no vivo en Dios y dejo que su Palabra llene mi corazón, entonces, no podré anunciarlo, pues "de la abundancia del corazón hablan los labios".
Así, junto al Padre y al Hijo, unidos por el Espíritu Santo, podremos alcanzar una sabiduría que no es de este mundo, porque el Reino de Dios estará en mí, y la luz del Reino iluminará mi vida y la de aquellos que estén junto a mí.
"Sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria".

jueves, 25 de abril de 2024

Predicar la Verdad

San Ireneo, Obispo - Contra las herejías

La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión corporal a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar a todo el linaje humano, a fin de que ante Cristo Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador y Rey, por voluntad del Padre invisible, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame a quien hará justo juicio en todas las cosas.
La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos.
Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto o Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores, entre los dirigentes de la comunidad (pues nadie está por encima del Maestro), ni la escasa oratoria de otros debilitará la fuerza de la tradición, pues siendo la fe una y la misma, ni la amplía el que habla mucho ni la disminuye el que habla poco.

miércoles, 24 de abril de 2024

Demasiadas palabras

"Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día".
El P. Efraín me decía algunas veces: "ten cuidado con las palabras, porque las palabras son las que te juzgarán", haciendo referencia a este pasaje de Jesús. Y sí, en realidad, son nuestras propias palabras las que hablan por nosotros, y son nuestros actos que dicen si esas palabras son verdaderas o son una máscara en nuestras vidas.
Es claro que Jesús no habla de nuestras palabras, pero lo podemos comparar, o asemejar a lo que hablamos constantemente. Y, en esto estoy seguro, creo que hoy se habla demasiado. No se si os habéis fijado que hay mucha gente que se pasa el día hablando: si se encuentran en la calle hablan, si están en el mercado hablan, si están en el banco de la iglesia hablan ¿nunca hacen silencio? ¿Siempre tienen tema para hablar?
A veces miro a la gente (en realidad siempre me gusta observar las conductas propias y extrañas) y veo que hay quienes tienen siempre algo para hablar, aunque estén las 24 horas juntos, siempre están hablando de algo. Me sorprende y, hasta me asombra, porque no se si yo tendría tanto de qué hablar, se me acaban los temas muy rápidamente.
Y en esto tenemos que tener en cuenta que todo será tomado, pesado y medido y tenido en cuenta para el último día. Porque no sólo pensemos en las palabras que decimos queriéndonos mostrar como alguien que no somos, sino las conversaciones que tenemos criticando a los demás, faltando a la verdad y a la caridad con nuestros hermanos, hablando por detrás de los demás o sembrando cizaña para hacer daño a otras personas. Nada de eso queda sin respuesta, nada queda en el vacío de Dios, sino que todo es tomado en cuenta para mi salvación o condenación.
Y, volviendo a la Palabra de Jesús, como muchas veces lo repito, algo que aprendí de un amigo hace mucho tiempo, es que tenemos que hacer el esfuerzo de la gran peregrinación de nuestras vidas: la que va de la cabeza al corazón, para que la Palabra de Dios no quede sólo en en entendimiento, sino que, intentemos con la Gracia del Espíritu Santo, llevarla a la vida cotidiana. De este modo la Palabra me dará Vida y mi vida hablará de la Palabra.

martes, 23 de abril de 2024

Llenos del Espíritu Santo

"Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos".
¿Os imagináis por qué llamaron por primera vez a los discípulos cristianos? Sí, por ver en ellos a ese Cristo que predicaban. La convivencia que tuvieron con los discípulos les permitió distinguir o no entre lo que decían y lo que vivían. La vida misma nos da pruebas de lo que somos o de lo que queremos ser, pues las obras hablan más que las palabras.
Hoy en día son o somos muchos los que hablamos demasiado y así, las palabras, han ido perdiendo fuerza pues no son afirmadas con nuestra vida. Como dice el escritor de Bernabé: era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo, y esa es la distinción entre un hombre bueno y uno lleno del Espíritu Santo. Porque, en nuestra vida de cristianos no basta con ser bueno, eso lo pueden ser todos, y, en realidad, son casi todos los hombres buenos. Pero nosotros tenemos que ser llenos del Espíritu Santo, para que no sólo sea nuestra palabra la que de testimonio de Cristo, sino que el Espíritu que está en nosotros nos haga vivir como Cristo, o, mejor dicho, que al Espíritu que está en nosotros le permitamos que nos transforme a imagen de Cristo.
Sí, porque no siempre le damos lugar al Espíritu Santo en nuestras vidas, ¿por qué? porque como nos creemos los que sabemos todo entonces hacemos las cosas como a nosotros nos parecen y no dejamos al Espíritu que nos oriente y nos enseñe cuál es la Voluntad de Dios. Ya hemos escrito nuestro propio librito y nos erigimos en maestros muchas palabras pero de poca vida.
Y, así, la imagen de Cristo, esa imagen que tienen que llenar el mundo con nuestra presencia, se va desdibujando porque no hay vida cristiana, sino muchas palabras cristianas. Tendríamos que revisarnos en ese tema porque sino todo desaparecerá muy pronto, o no, pero nuestra vida cristiana no será la que ayude a otros a encontrarse con Cristo, a encontrar el Camino de la Vida, sino que lo llevaremos por nuestro propio camino y ese camino no es el que da la Vida Verdadera. No es ese camino, porque hoy buscamos más la fama y el salir en los medios o las rrss que en ponernos frente al Sagrario para que el Espíritu Santo nos modele como el Padre quiere.

lunes, 22 de abril de 2024

El Espíritu nos da Vida

Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo

El Señor, que es quien nos da la vida, estableció para nosotros la institución del bautismo, símbolo de muerte y de vida: por el agua es representada la muerte y por el Espíritu se nos dan las arras de la vida.
El bautismo tiene una doble finalidad: la destrucción del cuerpo de pecado, para que no fructifiquemos ya más para la muerte, y la vida en el Espíritu, que tiene por fruto la santificación; por esto el agua, al recibir nuestro cuerpo como en un sepulcro, suscita la imagen de la muerte; el Espíritu, en cambio, nos infunde una fuerza vital y renueva nuestras almas, pasándolas de la muerte del pecado a la vida original. Esto es lo que significa renacer del agua y del Espíritu, ya que en el agua se realiza nuestra muerte y el Espíritu opera nuestra vida.
Con la triple inmersión y la triple invocación que la acompaña se realiza el gran misterio del bautismo, en el que la muerte halla su expresión figurada y el espíritu de los bautizados es iluminado con el don de la ciencia divina. Por tanto, si alguna virtualidad tiene el agua, no la tiene por su propia naturaleza, sino por la presencia del Espíritu. Porque el bautismo no es remoción de las manchas del cuerpo, sino la petición que hace a Dios una buena conciencia. Y para prepararnos a esa nueva vida, que es fruto de su resurrección, es por lo que el Señor nos propone toda la doctrina evangélica: que no nos dejemos llevar por la ira, que soportemos los males, que no vivamos sojuzgados por la afición a los placeres, que nos libremos de la preocupación del dinero; todo esto nos lo manda para inducirnos a practicar aquellas cosas que son connaturales a esa nueva vida.
Por el Espíritu Santo se nos restituye en el paraíso, por él podemos subir al reino de los cielos, por él obtenemos la adopción filial, por él se nos da la confianza de llamar a Dios con el nombre de Padre, la participación de la gracia de Cristo, el derecho de ser llamados hijos de la luz, el ser partícipes de la gloria eterna y, para decirlo todo de una vez, la plenitud de toda bendición, tanto en la vida presente como en la futura; por él podemos contemplar como en un espejo, cual si estuvieran ya presentes, los bienes prometidos que nos están preparados y que por la fe esperamos llegar a disfrutar. En efecto, si tales son las arras, ¿cuál no será la plena posesión? Y si tan valiosas son las primicias, ¿cuál no será su total realización?

domingo, 21 de abril de 2024

El pastor y las ovejas

"Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas".

Este IV Domingo de Pascua es llamado el Domingo del Buen Pastor, las lecturas nos llevan a pensar y a meditar en Jesús como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, pero, también, las meditaciones nos intentan mostrar a los pastores de nuestros pueblos, a los pastores del Pueblo de Dios que a imagen de Jesús intentan llevar hacia el Padre a todos aquellos que el Padre ha elegido sus hijos adoptivos. Por eso, en este Domingo se nos pide rezar por las vocaciones sacerdotales, y por los sacerdotes, para que, fieles a Cristo, puedan crecer, cada día, como buenos pastores, fieles, como el Buen Pastor, a la Voluntad del Padre que nos fuerza manifestada por su Hijo.
Muchas veces miramos a los pastores y queremos ver en ellos la santidad de Jesús, y, así debería ser, pero nos olvidamos de que ellos, como todos los hijos de Dios, cargan, sobre sus hombros y en su corazón, como diría San Pablo, “la espina del pecado original” por la cual no siempre hacemos lo que debemos, sino lo que queremos y lo que no debemos. Por eso, la oración por la santidad del clero es esencial en todas las comunidades, porque nos alimentamos, también, con las oraciones de nuestras comunidades que no buscan el mal para los pastores, sino que crezcan y se realicen, plenamente, como servidores del Evangelio.
Pero, también, en este domingo las lecturas nos ayudan a pensarnos y a reflexionar sobre nosotros, cada uno, como ovejas de un mismo redil, como miembros de una misma comunidad, como hermanos que nos buscan su propio beneficio, sino que, como el Cordero de Dios, buscan, con constancia y disponibilidad, centrarse en vivir la Voluntad del Padre. Porque, ni los pastores ni las ovejas, ninguno estamos exentos de vivir la Voluntad de Dios, que es lo esencial en nuestras vidas como cristianos, y es lo que nos llevará a poder crecer como verdaderos hijos, y, sobre todo, como verdaderos hermanos que intentan crear comunidades de hombres, varones y mujeres, que se aman a pesar y con sus propias diferencias y carismas.
Así el Domingo del Buen Pastor nos ayuda a centrar nuestra mirada en Jesús, porque Él como Manso Cordero aceptó ser obediente al Padre hasta la muerte y muerte en Cruz, y así el Padre lo nombre como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, y así nosotros, cada uno de los hijos de Dios, con el corazón invadido de Su Amor podremos forjar verdaderas comunidades cristianas, bajo un mismo y Único Pastor.

sábado, 20 de abril de 2024

Escandalizados o no?

"En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
No sólo en aquél tiempo, sino también en este tiempo, para muchos las palabras del Evangelio de Jesús son muy duras y, muchos, no las comprenden y otras, quizás más, las rechazan. Y no es porque se escandalizan de las Palabras de Jesús o del Evangelio, sino que les parecen fuera de tiempo, muy antiguas y no adaptadas a la realidad del mundo en que vivimos.
Ser Fieles al Evangelio de la Vida que nos trajo Jesús pareciera que es sólo para la gente que vivió en aquél tiempo, y que, para nosotros, hay que hacer otro Evangelio (que muchos lo hacen y lo predican), pero se olvidan que, como dice el mismo Jesús, sus Palabras son espíritu y vida.
La Vida que muchos buscan en Cristo es la Vida que se alcanza viviendo sus enseñanza y viviendo los mandamientos, pero, cuando se ponen a analizar los mandamientos y las exigencias del Evangelio, entonces, prefieren el evangelio del mundo que tiene puertas anchas y caminos fáciles, pero que no se dan cuenta que no conducen al mismo lugar.
"Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él".
Y así pasa con muchos, se alejan de Él porque no son valientes para dejar el mundo y seguir el Camino de Jesús, el Camino de la santidad. Y, al cerrar el corazón, no reciben la Gracia de la Fe, la Gracia del Espíritu que les puede hacer comprender no sólo el Camino, sino el final del Camino y gustar la hermosura de este caminar con Jesús.
Porque la Fe no se consigue haciendo fuerza, ni tan siquiera suplicando y ofreciendo sacrificios por los que no creen, sino hay que pedir que pueden tener el valor de abrir el corazón al Don de la FE, pues si no abren su corazón la Gracia no llega al corazón, pues, cada uno, tenemos la llave de nuestro corazón y de nuestra alma del lado de adentro y si no lo abrimos nosotros nadie lo puede abrir, pues es la llave de libertad, uno de los Dones que el Padre nos ha regalado y que debemos aprender a usar.

viernes, 19 de abril de 2024

Puentes de la Gracia

Cuando Jesús llamó a Ananías para que vaya al encuentro de Saulo (después será Pablo) le respondió:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».
Era comprensible que Ananías, fiel discípulo de Jesús, tuviera esa respuestas pues Saulo estaba persiguiendo a los cristianos y los llevaba presos, por orden del Sanedrín.
A veces, nos sucede lo mismo: sabemos porque nos dijeron que tal persona es así o asá y por eso no nos acercamos, no vamos a su encuentro. A veces, también, sabemos de verdad que la fama de tal o cual no es buena y no conviene que nos acerquemos o que le hablemos, o, incluso que, en algún momento le llevemos la Buena Noticia.
Sin embargo, el Señor, le respondió a Ananías:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Y así, Ananías, cumplió con la Voluntad de Dios y, con la Gracia del Señor, se convirtió a un Saulo perseguidor de la Iglesia en un San Pablo, el Apóstol de los gentiles.
No podemos, ni somos quienes, para obstaculizar el Camino que el Señor tiene preparado, no sólo para los demás, sino, sobre todo, para uno mismo. Porque no sólo obstaculizaba la conversión de Saulo, sino que Ananías podría haber sido desobediente a la Voluntad de Dios y no hubiera sido el instrumento en manos del Señor.
Por eso, aunque la lógica humana y la realidad no digan: no, eso no lo quiero o no lo puedo o no puedo hacerlo, deja que la Gracia de Dios actúe en tí y por tu medio llegue a los demás. No obstaculices el camino de la Gracia de Dios, porque todos los que hemos sido consagrados en bautismo con el sacerdocio real de Cristo, somos puentes de la Gracia de Dios. Sí, todos los bautizados somos instrumentos de Dios para llevar su Amor, su Esperanza, Su Vida a todos los hombres que necesiten y quieran recibirla.
Seamos verdaderos Puentes de la Gracia de Dios y no permitamos que los prejuicios y la lógica humana rompan ese cauce del Amor de Dios para los hombres.

jueves, 18 de abril de 2024

Miedo al Espíritu

En el relato de hoy de los Hechos de los apóstoles se nos cuenta cómo Felipe es guiado por el Ángel del Señor y por el Espírtu Santo, cómo siendo obediente a ellos anuncia el Evangelio a quien se encuentra por el camino.
Es un pasaje que siempre me hace pensar en la disponibilidad que tendríamos que tener los cristianos, desde el momento en que comenzamos a tomar conciencia de que hemos sido bautizados en el Espíritu Santo y configurados, por Él, a imagen de Cristo Resucitado, y, por eso, no sólo nos llamamos sino que somos hijos de Dios, cristianos.
Claro es que después de nuestro bautismo nadie nos enseña a vivir en la disponibilidad del Espíritu del Señor, que es Quien sabe y conoce cuál es el Plan del Padre para cada uno, sino que nos enseñan a estar disponibles para lo que sentimos, para lo que nos gusta, para lo que el mundo nos exige hoy, pero no se nos enseña a buscar la Voluntad de Dios para nuestras vidas, y, ni siquiera, muchas veces, a conocer a Dios como Padre y a tejer, por ello, una relación personal filial con Él.
Así vamos forjando nuestra vida según nuestro buen entender, nuestros gustos y de acuerdo al espíritu del mundo que, sin ser, muchas veces, malo, no es el camino que Dios quiere que recorramos.
Por eso, no son pocos, los que comienzan a recorrer un camino sin discernir cuál es la Voluntad de Dios para sus vidas y cuando se encuentran con el Padre, y comienzan una relación personal con Él descubren qué es lo que el Padre pensaba para él, pero ya no quieren "quemar" los proyectos que se habían hecho, ni tan siquiera aceptar que Dios puede querer algo mejor para ellos. Buscan así parches espirituales que les proporcionen una cierta satisfacción para quedar en conciencia bien, pero sabiendo, en el fondo de sus corazones, que ese no es el camino a recorrer.
Sin embargo, aquellos que tienen el valor y la fuerza para "quemar las naves" y dejar las redes en la playa y seguir a Jesús, son los que, no sin esfuerzo, comienzan a vivir la plenitud de su vida en Cristo, sea en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida sacerdotal, pero conscientes y seguros que ese es el Camino que Dios pensó para alcanzar la santidad.

miércoles, 17 de abril de 2024

Consagrados a Dios

De la Apología primera de san Justino, mártir, en favor de los cristianos

Vamos ahora a explicar cómo nos consagramos a Dios los renovados por Cristo.
A todos los que han aceptado como verdadero lo que les hemos enseñado y explicado, y se han comprometido a vivir según estas enseñanzas, se los exhorta a que pidan perdón a Dios de los pecados cometidos, con oraciones y ayunos, y nosotros nos unimos también a sus oraciones y ayunos.
Después los conducimos hasta el lugar donde se halla el agua bautismal, y allí son regenerados del mismo modo que lo fuimos nosotros, es decir, recibiendo el baño de agua en el nombre del Padre, Dios y Señor de todos, y de nuestro salvador Jesucristo y del Espíritu Santo.
Jesucristo dijo, en efecto: El que no nace de nuevo no podrá entrar en el reino de los cielos. Y para todos es evidente que no es posible que, una vez nacidos, volvamos a entrar en el seno materno.
También el profeta Isaías nos enseña de qué manera apartan de sí el pecado los que han faltado y se arrepienten. He aquí sus palabras: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana. Pero, si no sabéis obedecer, la espada os comerá. —Lo ha dicho el Señor—.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto. En nuestra primera generación, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte y por una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección, y consigamos por el agua el perdón de los pecados anteriormente cometidos, se pronuncia sobre aquel que quiere ser regenerado y está arrepentido de sus pecados el nombre del Padre, Señor y Dios de todos; y éste es el único nombre que aplicamos a Dios, al llevar a la piscina bautismal al que va a ser bautizado.
Nadie hay, en efecto, que pueda llamar por su nombre propio al Dios inefable, y, si alguien se atreviese a decir que puede ser capaz de ello, daría pruebas de una locura sin remedio.
Este baño se llama iluminación, porque son iluminadas las mentes de los que aprenden estas cosas. Pero, además, el que es iluminado es también lavado en el nombre de Jesucristo (que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato), y en el nombre del Espíritu Santo, que anunció de antemano, por boca de los profetas, todo lo referente a Jesús.

martes, 16 de abril de 2024

Luchar contra el Espíritu

"En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! vosotros siempre resistís al Espíritu..."
Así es, somos una generación que, más o menos casi todos, resistimos al Espíritu Santo. Quizás no lo hagamos conscientemente, pero sí hay una resistencia a sus inspiraciones porque lo que más nos importa no son las cosas del Espíritu sino las cosas del mundo. Es que hay tanto en el mundo que es tan atractivo y tan consumible que nos parece que si no consumimos todo lo que nos ofrece no encontraremos la felicidad, y así vamos: alimentándonos del espíritu del mundo hasta que nos damos cuenta que, por dentro, no tenemos nada a lo que aferrarnos y descubrimos que todo lo que tenemos no nos satisface y no nos da respuesta a lo que estamos viviendo, porque, en definitiva, no hemos vivido sino que nos hemos dejado conducir hacia el vacío de la vida.
Si miramos a nuestro alrededor vamos a descubrir muchas vidas vacías, muchas vidas que no tienen más sentido que el trabajar para tener, el estudiar para tener más puntajes, el buscar una posición social y una estabilidad social que demuestre que han llegado a donde querían, y luchan por ese lugar. Hay una lucha intensa en las personas por alcanzar un lugar que sólo les dará una posición, pero que, en definitiva los dejará vacíos porque al mirar hacia adentro no encontrarán mucho a lo que aferrarse en los momentos de tempestad espiritual.
El Espíritu es Quien mejor conoce nuestro ser, nuestras capacidades y, sobre todo, cuál es la misión que debo realizar en este mundo. Son los bienes espirituales los que dan brillo a mi vida y, en todo caso, los que me sostendrán cuando afuera de mí no haya nada o se presenten los días de incertidumbre o soledad.
Pero, fundamentalmente, vemos que muchos son los que ponen un escudo al Espíritu Santo porque saben qué es lo que Dios quiere de ellos, y lo que Dios quiere para ellos, pero siguen poniendo excusas que los llevan a ir en contra de las inspiraciones y de los signos que el Señor les va dando, creyendo que pueden escapar de lo que sienten. Y, aunque corran muy deprisa en la vida, y se llenen de actividades buenas siempre tendrán esa duda de qué hubiera pasado si se dejasen caer en las manos del Padre y que sea Él quien los guíe por el mejor camino de la santidad. Luchar contra el Espíritu es muy duro, y no todos resisten, por eso, para ellos, el mejor camino es negar su existencia para no tener que aceptar Su Voluntad.

lunes, 15 de abril de 2024

Ser eficiente

«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».
Nos hemos acostumbrado a ser una sociedad eficiente, que busca siempre la eficiencia en todo, y, también, en lo espiritual. Si no recibo lo que pido, entonces no me sirve lo que estoy haciendo. Y voy buscando otras espiritualidades que me den lo que necesito, y si no lo consigo, hago un batiburrillo con todas las recetas de otras espiritualidades y termino haciendo de una religión un panteísmo creyendo un poco en cada una, y haciendo de mi vida un muestrario de muchas cosas que, todas juntas, no me llevan a ningún sitio pues no soy fiel a ninguna de ellas.
La eficiencia que buscamos lo vemos no sólo en las horas que trabajamos los adultos, buscando tener lo suficiente para que siempre nos falte algo que comprar o algo que hacer para poder sostener una vida que me han hecho creer que es la mejor. Sino que, también, lo vemos en las actividades de los niños y adolescentes: tienen que saber y hacer de todo para que puedan llegar a tener un futuro eficiente en donde sepan hacer de todo, o se sientan seguros porque han hecho lo que les ha gustado.
Y en todo ese ser eficiente y buscar la perfección de lo intelectual nos olvidamos del interior del hombre, de la espiritualidad, y sobre todo, para nosotros los cristianos nos olvidamos de Cristo.
En nuestra relación con lo espiritual nos olvidamos de nuestra relación personal con el Señor, con Su Palabra, con los sacramentos y vamos dejando todo de lado para cuanto lo necesitamos, pero cuando lo necesitamos ya no somos los niños que éramos antes, y el biberón ya no nos alimenta a los 40 o 50 años. Así sucede cuando dejo de lado lo espiritual y no voy madurando espiritualmente en la misma medida en que voy creciendo.
Es decir busco al Señor porque me dio pan y alimentó mi vida, pero no seguí sus pasos y ahora no lo encuentro, lo llamo pero no me escucha. Y ¿cuál es mi pregunta? ¿Por qué el Señor no me escucha? ¿Por qué Dios se alejó de mí? ¿Por qué ya no hace los milagros que le pido? ¿No será acaso que no he seguido sus pasos y me he perdido en el camino de la eficiencia terrenal sin buscar los bienes del cielo que son los que más sostienen mi vida?

sábado, 13 de abril de 2024

La economía de la Salvación

De la Constitución Sacrosánctum Concílium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo

Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad, a través de muchas etapas y de muchas maneras habló en otro tiempo a nuestros antepasados por ministerio de los profetas y, cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, la Palabra hecha carne, ungido por el Espíritu Santo, para anunciar la Buena Noticia a los pobres y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona de la Palabra, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y en él se nos dio la plenitud del culto divino.
Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la antigua alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo, dormido en la cruz, nació el sacramento admirable de la Iglesia entera.
Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar la Buena Noticia a toda creatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.
Y, así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con él, son sepultados con él y resucitan con él, reciben el espíritu de adopción de hijos, por el que clamamos: «¡Padre!», y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre.
Asimismo, cuantas veces comen la Cena del Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, los que acogieron favorablemente la palabra de Pedro se hicieron bautizar. Y eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones, y alababan a Dios y gozaban de la simpatía general del pueblo.
Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo todos los pasajes de la Escritura que a él se refieren, celebrando la eucaristía, en la cual se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte, y dando gracias al mismo tiempo a Dios por su don inefable que tenemos en Cristo Jesús, para alabanza de su gloria.

viernes, 12 de abril de 2024

Si es de Dios...

"En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios".
El argumento de Gamaliel acerca de lo que podían ser los discípulos de Jesús, es muy bueno para poder utilizarlo en muchos asuntos de la vida cotidiana, pues, en la vida cotidiana es cuando tenemos que examinar o discernir lo que hacemos o lo que hacen los demás con la misma lupa: es cosa de hombres o cosa de Dios.
Lo que quiero hacer, lo que proyecto hacer, esta idea, etc. es porque Dios lo quiere o porque yo lo quiero. Si es un proyecto meramente humano, es decir, si sólo es algo que a mi me gusta y que tengo ganas de hacerlo, o porque eso lo hace todo el mundo y ¿por qué no yo? Entonces, seguramente, será algo que no de fruto o que, incluso, redunde negativamente en mi vida, porque no tendrá la garantía o la Gracia de Dios para que surja o para que me ayude en mi crecimiento espiritual.
Y, aunque lo que Dios me pida me parezca algo que nunca alcanzaré o que creo que no seré capaz para hacerlo, si me pongo en sus manos y creo que es de Él, entonces Él pondrá toda su Gracia para que ese proyecto no sólo se realice sino que de frutos en abundancia.
Por esa razón, dicen los Hechos:
"Le dieron la razón (a Gamaliel) y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús".
Por que sabían, los apóstoles, que lo que hacían era obedecer a Dios y no a los hombres, entonces, se alegraron de sufrir por Cristo, por hacer la Voluntad de Dios, y, aunque se lo prohibieron siguieron anunciando la Buena Noticia de la Salvación.
Así es como debemos vivir nosotros la Fidelidad a la Voluntad de Dios, aunque nos cueste renunciar a nosotros mismos (porque hoy por hoy no recibiremos azotes ni seremos martirizados por ser cristianos) debemos fiarnos del Padre y hacer Su Voluntad, aunque tengamos que pasar por el Huerto de los Olivos, pero sabiendo que siempre Su Gracia fortalece, consuela, y nos ayuda a llegar a la meta sin perder la fe.

jueves, 11 de abril de 2024

Luchemos por la fe

De las Cartas de san Cipriano, obispo y mártir

Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, que felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
Revistámonos de fuerza, hermanos muy amados, y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable con una fe sincera, con una total entrega. Marche el ejército de Dios a la lucha que se nos declara.
El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, con que podáis apagar los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.
Éstas son las armas que hemos de tomar, éstas las defensas espirituales y celestiales con que hemos de protegernos, para poder resistir y rechazar los ataques del demonio en el día de la prueba.
Revistámonos la coraza de la justicia, para que nuestro pecho esté protegido y seguro contra los dardos del enemigo.
Estén calzados y armados nuestros pies con las enseñanzas evangélicas, para que, cuando la serpiente sea hollada y pisoteada por nosotros, no pueda mordernos ni echarnos la zancadilla.
Llevemos fuertemente asido el escudo de la fe, para que con su protección podamos repeler todos los dardos del enemigo.
Tomemos también el yelmo de la salvación, que cubra nuestra cabeza: nuestros oídos, para que no lleguen a ellos los edictos convocando a las fiestas idolátricas; nuestros ojos, para que no vean los ídolos detestables; nuestra frente, para que conserve incólume la marca de Dios; nuestra boca, para que la lengua confiese victoriosa a Cristo, su Señor.
Armemos nuestra derecha con la espada del espíritu, para que rechace con energía los sacrificios funestos, para que, acordándose de la eucaristía, ella, que recibe el cuerpo del Señor, lo abrace, con miras a recibir más tarde el premio de la corona celestial de manos del Señor.
Estas consideraciones, hermanos muy amados, han de estar bien grabadas en vuestros corazones. Si el día de la persecución nos sorprende mientras estamos pensando y meditando estas cosas, el soldado de Cristo, adoctrinado con sus preceptos y recomendaciones, no se amilanará ante la lucha, sino que se hallará preparado para la corona.

miércoles, 10 de abril de 2024

Que los ángeles te liberen

"En aquellos días, el sumo sacerdote y todos los suyos, que integran la secta de los saduceos, en un arrebato de celo, prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles:
- «Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida».
Hay días y días en nuestras vidas. Días en que estamos muy bien y días en los que parece que estuviéramos encerrados en alguna cárcel interna de la que no podemos salir. Incluso las presiones diarias, los agobios y tantas otras cosas nos encierran en nosotros mismos y no somos capaces de ver por dónde escapar de tanto ruido, de tantas cosas que no nos hacen bien. Pues bien, aquí tenemos la respuesta (que pareciera que no es para nosotros, pero sí): hemos de acudir a nuestros ángeles para que nos ayuden a salir de nuestra cárcel interior para poder seguir viviendo, para poder seguir siendo fieles a lo que el Señor nos pide vivir.
Es extraño que cuando más agobiados estamos o más tristes o cansados es cuando más buscamos situaciones que compliquen la vida. Es que cuando estamos así no vemos con claridad, al encerrarnos en nosotros mismos son los mismos "malos" pensamientos los que nos siguen oprimiendo, los que no nos dejan ver más allá del árbol que me tapa el bosque de la realidad, de la verdad que Dios me está mostrando con tantos ángeles que pone a mi lado.
Los apóstoles no le pidieron al Señor que venga a rescatarlos, pero el Señor se ocupó de sacarlos de la prisión porque los "necesitaba" para seguir transmitiendo su poder y su Palabra. Tú pensarás que no eres tan importante como los apóstoles, pero, en realidad, sí lo eres, porque todos somos importantes para el Señor, para transmitir Su Mensaje, Su Palabra y, por eso, nos necesita libres de nosotros mismos para poder, como decía ayer la lectura, dejarnos llevar por el Espíritu a dónde Él quiera.
Así, pues, deja que los ángeles que Dios te envía te liberen de tí mismo, de tus agobios, de tus malos pensamientos, y así, liviano en el espíritu puedas ser un buen instrumento de la alegría pascual, de la salvación del Señor.

martes, 9 de abril de 2024

Nacer de nuevo

"En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad re digo; hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hable de las coas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre".
Saber mucho o ser intelectual no quiere decir que entendamos las cosas del espíritu, pues lo intelectual o el saber se queda, muchas veces, en la cabeza y no baja al corazón, y, menos aún, a la vida.
Por eso, Jesús, le decía a Nicodemo (Maestro de Israel) que tenía que nacer de nuevo, pero no desde lo intelectual sino desde el Espíritu, pues lo intelectual, se quiera o no, nace del hombre, de lo terrenal aunque esté hablando de las cosas espirituales.
Decía un amigo, hace mucho tiempo, que "la peregrinación más larga y difícil es la que va de la cabeza al corazón", es decir, del entendimiento a la vida, porque podemos llegar a saber muchas cosas, ser doctores en teología, en biblia, en moral, en esto o en aquello, pero si no llevamos todo eso a la vida, en realidad, todo queda estéril, porque lo que convence es el testimonio de la vida.
Y, si nos ponemos finos, hasta podemos llegar a decir que el saber mucho hace que siempre tengamos argumentos para no vivir la Voluntad de Dios, y nos quedamos siempre con nuestros argumentos de que somos los mejores pero sin vivir lo que debemos vivir.
Así pues, Jesús nos invita a dejarnos conducir por el Espíritu Santo, para que sea Él quien nos lleve y nos haga vivir en la Voluntad de Dios, pues Él sabe qué es lo que quiere el Padre, sólo debemos disponernos, vaciarnos de nosotros mismos, para que siendo dóciles a sus inspiraciones podamos ser Fieles a la Vida que el Padre nos ha regalado y quiere que vivamos en plenitud.

lunes, 8 de abril de 2024

Hizo maravillas

A mucho les parecerá raro celebrar hoy, 8 de abril, el día de la Anunciación o de la Encarnación, como se lo llamaba antes. Pero sí, por esas cosas que tiene la liturgia católica, prevalece el lunes santo (25 de marzo) y el lunes de pascua (1 de abril) sobre otras solemnidades, por eso celebramos hoy, 8 de abril, el día de la Anunciación del Ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios.
Pero viene bien, así vamos comprendiendo un poco las cosillas de la liturgia católica, y nos vamos desinstalando del "como siempre es así" o del "toda la vida fue así". Pues hoy tenemos la posibilidad de saludar a todas las Encarna y Anunciación en el día de su santo, sí, otra vez.
Pero en realidad, meditar, después de la Pascua de Resurrección en lo que significa esta fiesta creo que es muy bueno, pues si no hubiese sido por la disponibilidad absoluta de María a la Voluntad de Dios no hubiéramos tenido una Pascua de Resurrección, porque Dios ha querido, en su infinito amor, que Su Unigénito naciera y se hiciera hombre para salvar a los hombres. Y para ello necesitaba el seno de una Virgen para poder nacer, y, así, en el tiempo y desde toda la eternidad, fue preparando a María para que Ella sea la Madre del Salvador.
¿Porqué desde toda la eternidad la preparó? Sí, se me ocurrió por pensar en aquella afirmación del Apóstol: "Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo | para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor". Si Pablo lo dice de todos nosotros ¡cuánto más de la Madre del Salvador!
Claro es que aunque nos haya elegido desde toda la eternidad no significa que nos haya quitado la libertad ni la capacidad de elegir. María supo elegir, una hermosa parte, y no le fue quitada, sino que le fue concedida toda la Gracia necesaria y suficiente para alcanzar la plenitud de su ser: "Dios te salve María, llena de Gracia", fue el saludo del Ángel a María. Pero, también, es el saludo que nos podría hacer a cada uno de nosotros, pues en el bautismo hemos sido llenos de Gracia, pues el Espíritu Santo comenzó a inhabitar en nosotros, y así estamos llenos del Espíritu de Dios.
Ahora claro, algunos saben "usar" mejor la Gracia que otros. María abrió su corazón al infinito para ser colmada por la Voluntad de Dios, y así Dios pudo hacer maravillas con Ella pues se dejó no sólo modelar por el Espíritu, sino ser obediente a la Voluntad del Padre. Así, nos enseña a nosotros que si, como Ella, nos dejamos conducir por el Espíritu y la Voluntad del Padre, también Dios podrá hacer con nosotros grandes cosas.

domingo, 7 de abril de 2024

Dichosos los que crean

Contestó Tomás: - «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: - «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Hace mucho tiempo atrás, un profesor mío, de la facultad, nos decía que si reflexionáramos mejor nuestro Credo no tendríamos necesidad de creer en nada más, porque en el Credo están contenidas todas las verdades de nuestra Fe para que tengamos un itinerario de vida que nos llene de Esperanza, de Fe, y, sobre todo de amor al prójimo, a Dios, y a uno mismo. Un Camino que nos conduzca por el hilo de la historia sin tener que preocuparnos de andar buscando el sentido en los horóscopos, en las cartas astrales, en las cartas de tarot y en tantas otras ideas que vamos viendo que, muchos cristianos, creen en estos días.
Tomás necesito que el Señor se le apareciera y le hiciera tocar sus heridas para creer, y eso sirvió para que nos dejara no sólo una enseñanza, sino una hermosa bienaventuranza: ¡Dichos los que crean sin haber visto! Porque han confiado en la palabra y el testimonio que han recibido. Y eso es un gran regalo para nuestras vidas, pero es un gran regalo que no siempre lo sabemos valorar, o son pocos los que de verdad lo valoran.
Y aquí me acuerdo de un episodio con un chiquillo amigo a quien en el día de su cumpleaños su abuela le llevó de regalo algo de ropa (que le hacía falta) pero que al recibir el regalo, como era un paquete blando (no era duro como un juguete) se entristeció porque no era lo que él quería. Y así nos pasa con la Fe: no es lo que buscamos, porque Jesús nos pide demasiadas cosas para seguirlo, y eso no estamos dispuestos a hacerlo. Por eso incorporamos a las Verdades de Nuestra Fe, otras verdades mundanas o de otras religiones, y dejamos de lado la confianza en la Providencia Divina, dejamos de lado la fortaleza que nos brinda la Eucaristía, dejamos de lado la Gracia que recibimos en el sacramento de la Reconciliación, etc… sólo porque el mundo nos brinda mejores cosas a menor costo.
Y ante esto me acuerdo de otro hecho: una vez (en alguna parte del mundo) vino una persona, después de misa, y me dijo: “me hace una confesión rapidito rapidito que me tengo que ir”. Y le dije: si valorarás más el sacramento no lo pedirías así, sino que quisieras realmente hablar con el Señor en la confesión. Por lo tanto, no puedo hacer una confesión en dos minutos. Cuando quieras ven más temprano y te confiesas. Por supuesto que se enfadó. Pero así somos, creemos que Dios es un supermercado donde voy rapidito a hacer la compra y ¡chau!

sábado, 6 de abril de 2024

Predicad el Evangelio

"Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
- «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Una vez que hemos conocido y creído en el Nombre de Jesús, entonces es cuando el Señor nos envía a proclamar el Evangelio, a anunciar lo que hemos creído, pues no podemos quedarnos con tan gran Noticia guardada para nosotros mismos, sino que hemos de contagiar a otros para que, también ellos, alcancen la Salvación.
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Así lo demostraron Pedro y Juan al Sanedrín cuando les querían prohibir hablar en nombre de Jesús. ¿A quién obedecer: a los hombres o a Dios? Y, en esto de obedecer a los hombres, está mi YO, mis miedos, mis temores, mi vergüenza, mis inseguridades... todo eso forma parte del hombre, y, es, muchas veces, más fuerte en mí que la obediencia a Dios. Y es el Señor quien me envía, por eso tengo que saber que será Él quien ponga las palabras en mi boca, quien me lleve a dónde tengan necesidad de Su Palabra.
Claro que, para poder obedecerle a Dios, tengo que estar maduro en mi fe, bien enraizado en la Palabra y la Vida del Señor, para que lo que diga, lo que hable, lo que exhorte sea por que Él me lo ha dicho o porque haya discernido que es Su Voluntad, y no porque es lo que yo creo, lo que yo pienso, lo que yo... porque, en algunos casos, vemos cómo muchos predican su propia versión de la Palabra y no la Verdad de la Palabra.
Sí, es que es tan difícil o tan fácil predicarse uno mismo que, si no estamos bien maduros en la renuncia a mi YO se nos mezclan nuestras ideas con la Palabra y, en lugar de iluminar, oscurecemos la Verdad del Evangelio.
Y ¿cuál es el problema de no predicar la Verdad del Evangelio? Que es la Palabra de Dios la que salva, y no las ocurrencias de los hombres, no mi verdad ni mi palabra, sino la Palabra de Dios la que ilumina verdaderamente el Camino hacia la Vida. Por eso, no nos dejemos engañar por las falsas palabras y los falsos profetas.

viernes, 5 de abril de 2024

La Unción del Espíritu

De las Catequesis de Jerusalén

Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la adopción de hijos suyos, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por esto, hechos partícipes de Cristo (que significa Ungido), no sin razón sois llamados ungidos; y es refiriéndose a vosotros que dijo el Señor: No toquéis a mis ungidos.
Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haberle comunicado a ella el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como sobre su semejante.
De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.
Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el Padre, al señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y en los salmos de David hallamos estas palabras: Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.
Por lo demás, no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.

miércoles, 3 de abril de 2024

Camina a nuestro lado

 El relato del encuentro de Jesús con los peregrinos de Emaús nos lleva mirar nuestro peregrinar después de la Pascua: ¿hemos entendido lo que ha sucedido? ¿Ya se nos ha olvidado lo que hemos vivido en la Semana Santa?

Vivimos en un tiempo que pasa tan aprisa que las vivencias de todos los días quedan, seguramente, en el olvido muy rápido y, por eso, nos vamos olvidando de lo que escuchamos, de lo que sentimos, incluso de los propósito que nos habremos hecho en estos días.

Los Peregrinos como los discípulos ante el escándalo de la Cruz se había olvidado de lo que Jesús ya les había dicho: “y en tres días resucitaré”. Pero la rapidez de cómo sucedieron los hechos y el dolor y el  miedo de la crucifixión hicieron que se olvidaran de la mejor parte.

Por todo eso no pudieron quedarse a esperar lo que sucedió, siendo que lo que iba a suceder era lo más importante y esencial de todo lo vivido con Jesús: su resurrección. Pues, como dice el Apóstol, si Jesús no hubiera resucitado vana sería nuestra fe.

Y, como no se quedaron a ver lo que pasaba, se volvieron con tristeza, una tristeza que les ocultaba a la vista la compañía que tenían en el camino, no podían ver a Jesús, estaban tan metidos en sus propios pensamientos y en sus propios miedos que no podían ver a quien estaba a su lado, ni entender lo que les iba diciendo.

Nos pasa muchas veces que esperamos respuestas De Dios pero no las vemos o no las escuchamos porque no son las que queremos escuchar, o vamos corriendo tanto, o vamos tan metidos en nosotros mismos que no nos damos cuenta que nos está hablando de lo que necesitamos escuchar.

Y es ahí donde ellos tuvieron la Gracia de hacerlo pasar a su casa al Señor, y en la Eucaristía (al partir el Pan) descubrieron a Jesús Resucitado, y se les abrió el entendimiento y se les encendió el corazón por la alegría de ver al Señor Resucitado.

Así puede pasarnos a nosotros, sólo cuando dejemos entrar al Señor en nuestras vidas y nos sentemos con Él en la mesa Eucarística podremos llegar a comprender todo lo que nos viene diciendo por el camino de la vida, y, finalmente, abrir el corazón a su Palabra y al milagro de creer que siempre está caminando a nuestro lado, pero que nos falta el valor y la confianza para dejarlo entrar en nuestra casa.

martes, 2 de abril de 2024

El Mesías tenía que padecer

De las Disertaciones de san Anastasio de Antioquía, obispo

Después que Cristo se había mostrado, a través de sus palabras y sus obras, como Dios verdadero y Señor del universo, decía a sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto que decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano la muerte que había de padecer en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían profetizado desde el principio la muerte de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte; como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello predecían que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su pasión y en su impasibilidad; como también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo demás impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como podía ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y aquellos a quienes él se las revela; él, en efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que el Espíritu penetra la profundidad de los misterios divinos.
El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Porque él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al que nos guiaba a la salvación, como nos enseña la carta a los Hebreos, cuando dice que él es el que nos guía a la salvación, perfeccionado por medio del sufrimiento.
Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, san Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que dijo el Salvador que brotaría como un torrente del seno del que crea en él: Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado; aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por esto el Señor, en la oración que dirige al Padre antes de su pasión, le pide que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto a él, antes que el mundo existiese.

lunes, 1 de abril de 2024

La Pascua de Cristo

De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua

Entendedlo, queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos.
La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios.
Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo.
Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús, pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.
La ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en nueva (y una y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha convertido en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en un hombre y este hombre en Dios.
El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que estábamos sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que estábamos cautivos, fue condenado por nosotros, que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que estábamos bajo el poder del sepulcro, resucitó de entre los muertos y clamó con voz potente: «¿Quién me condenará? Que se me acerque. Yo he librado a los que estaban condenados, he dado la vida a los que estaban muertos, he resucitado a los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy Cristo —dice—, el que he destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que he pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y he arrebatado al hombre hasta lo más alto de los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.
Venid, pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el pecado, y recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua de salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo soy quien os hago subir hasta lo alto de los cielos, yo soy quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los cielos, yo soy quien os resucitaré con el poder de mi diestra.»