"Hermanos:
Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros solidarios de los eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores, y permanentes.
No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa".
Los que hemos vivido en la iglesia desde pequeños no podemos tener recuerdos de la pasión del convertido, pues nos hemos visto desde siempre "empapados" de la vida de fe, dentro de la iglesia, de sus ritmos, de sus rezos, de sus oraciones, de sus fiestas. El escritor de la carta a los Hebreos les habla de aquél momento en que "iluminados" por la fe los primeros cristianos tuvieron la fuerza del Espíritu y de su propio "enamoramiento" que vivieron con pasión su fe, con fuerza y valentía, sobre todo en las persecuciones.
A nosotros no nos ha pasado nada de eso, o, por lo menos no hemos tenido que enfrentar persecuciones contra nuestra fe. Sí, quizás alguna persecución de alguien que no estaba de acuerdo con nosotros, o que tenía una mala actitud, o por los chismes de tantos otros... pero eso no llega a la sangre.
Por eso me interesa mejor la otra frase del escritor:
"No renunciéis a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa".
En estos días, aquí en España, nos hemos sobresaltado con el asesinato de un sacristán y el ataque a otro párroco. ¿Estaremos dispuestos a defender con nuestra vida a nuestra iglesia? ¿Estaremos dispuestos a defender con nuestra vida a nuestro templo? ¿Estaremos dispuestos a defender con nuestra vida nuestra fe?
Seguramente diríamos que sí, que estaríamos dispuestos llegada la hora a defender con nuestra vida nuestra iglesia, nuestras imágenes, nuestro templo.
Pero es que esa valentía que tenemos guardada para momentos extraordinarios es la que tenemos que usar todos los días, pues todos los días no son los otros los que atacan nuestra fe, nuestra iglesia, nuestro templo, sino que, muchas veces, somos nosotros mismos que atacamos nuestra fe, nuestra iglesia, nuestro templo.
¿Sí? Yo nunca los ataco... en realidad sí: cuando no respetamos el silencio en el templo, cuando dejamos que las ideología de moda sean más importantes que las verdades de la fe, cuando no defendemos a nuestros hermanos cuando alguien los ataca con mentiras, o cuando transmito las mentiras que otros dicen, o cuando lanzo un chusmerío sobre otra personas... hay tantas formas en las que puedo atacar y no defender. Incluso el silencio es una forma de atacar, porque, en realidad no tengo el valor para defender, y, por eso, me escudo en el silencio para no quedar mal...
Y así termina el escritor de la carta, en realidad, así termina Dios hablándonos:
"Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
«Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor».
Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma".
viernes, 27 de enero de 2023
Valentía o cobardía
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