"Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios".
Dios, por medio del escritor de la carta a los hebreos, nos da un plan de vida, un proyecto que, si lo vivimos, podemos alcanzar la Bienaventuranza que Jesús nos enseñó, una Bienaventuranza que es plenitud de vida y felicidad de los santos.
Es claro que la felicidad de los santos no es la felicidad del mundo. Cuando pensamos en felicidad siempre esperamos que no nos pase nada, que todo nos vaya bien, que no tengamos nada que sufrir y que nuestro pasar económico sea estable y bueno. Ese es el pensar del mundo.
Es cierto que tampoco está lejos del pensar de Dios, pues Él nos ha dado bienes que que los hagamos producir, pero también para que los compartamos con los que menos tienen para poder equilibrar un poco la balanza de los bienes materiales. Pero eso sólo se puede hacer si nuestro corazón está lleno de los Bienes espirituales, porque no es que nos tengamos que desprender de todos nuestros bienes y vivir en la extrema pobreza, sino que la pobreza tiene que ser del espíritu para poder compartir no sólo los bienes materiales sino también los espirituales.
Pero, en este camino hacia la felicidad de los santos (que no estoy hablando de los que están en el Cielo y de los que tenemos estampas y figuras de escayola) sino de nosotros, los que hemos sido santificados por el Espíritu Santo que se nos ha dado, tiene en su recorrido cruces y resurrecciones, oscuridades y claridades, valles luminosos y valles oscuros, pero en todo el recorrido siempre tiene y va creciendo y madurando, la confianza puesta en el Señor, pues sabre que Él es quien conduce la barca de nuestra historia, y que con Él aunque las tempestades sean muy fuertes siempre hará calmar las aguas.
Por eso el escritor nos habla de un combate en el que tenemos que ir fortaleciendo no los músculos del cuerpo, sino el espíritu que se nos ha dado, y lo fortalecemos aceptando los desafíos que el Señor nos propone día a día, y, sobre todo, con las renuncias diarias que, ofrecidas a Él, son garantía de Gracia Santificante y Suficiente para seguir recorriendo el camino hacia el Cielo.
martes, 31 de enero de 2023
Correr con constancia
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