"Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filiar. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.
Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec".
La obediencia a la Voluntad de Dios siempre supone un dolor a nuestra humanidad, pues no estamos dispuestos a "morir a nosotros mismos" para dejar conducir por Su Voluntad. Por eso, el Hijo, nos enseñó con su sufrimiento que sólo la obediencia al Padre nos puede dar la Vida Nueva, que, a pesar, del dolor y el sufrimiento que eso nos trae llegamos a convertir nuestra vida en causa de salvación para los demás.
Claro que nosotros no somos los salvadoes del mundo, aunque algunos todavía se lo crean, sino que ponemos junto a la Cruz de Cristo nuestro dolor, y, como dice san Pablo: Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia.
No nos quita el dolor del sufrimiento, sino que le da sentido a lo que vivimos y a la que tenemos que entregar, pues lo hacemos por un fin superior, y, además, el Señor nos da la Gracia necesaria para poder vivir todo y llevar a plenitud lo que Dios nos pide cada día.
Es así cómo el Señor nos pide, cada día, entregar nuestra vida en oblación por la salvación y la conversión de todos, incluídos nosotros mismos, porque es el único camino de salvación que el Padre pensó y quiso para nosotros. Por eso mismo, a veces, nuestro único dolor y sacrificio es renunciar a nosotros mismos para ser Fieles a la Voluntad de Dios, sufrimiento y entrega que está sostenido por la cruz física que muchos han de llevar, y que otros la viven en su corazón.
El dolor de obedecer a la Voluntad de Dios es un dolor que el mismo Cristo no sólo sufrió en su carne en la noche del Huerto de los Olivos, sino que en esa noche fue extremo, pero nos enseñó que es posible superar el deseo humano de decir que no a la Voluntad de Dios y asumir lo que el Padre nos pide vivir: "Padre, si es posible que pase este Cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya".
lunes, 16 de enero de 2023
El dolor de la obedienciencia
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