domingo, 9 de agosto de 2020

Solo de Su Mano

"Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y, después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo".
En soledad y alejado de todo Jesús siempre se iba a orar, a dialogar con Su Padre. Pero ¿no era Dios? Sí, Jesús es Dios, pero sabe que necesi de Su Padre para poder seguir y vivir de acuerdo a Su Voluntad, porque siendo Hijo aprendió a obedecer, y obedecer es su Camino y la Fuente de toda su vida. Además, en esta imagen que nos presenta el evangelista, nos hace suponer que neceistaba descansar en el Padre, pues después de un largo día y de hacer todo lo que hace, "subió al monte a solas".
A veces tenemos miedo o nos parece que perdemos el tiempo si nos vamos solos a rezar. Tenemos en nuestras iglesias el Monte Santo, donde nos podemos encontrar con nuestro Dios, y ahí, en el silencio podemos descansar en Él. En la soledad del silencio podemos hablar con Él, contarle nuestras cosas, preguntarle por lo que no sabemos, dejar en Sus Manos nuestras dudas, abrirle por completo el corazón para que sea Él quien lo llene de todo su Amor, de la Esperanza, de la fortaleza y de los Dones del Espíritu para poder, luego, volver a la vida diaria.
Después de rezar solo en el monte Jesús se fue caminando sobre las aguas al encuentro de los apóstoles. También es una hermosa imagen para poder pensar que esas aguas es nuestra vida, una vida que no siempre está en calma, que no siempre es segura, que, a pesar de que siempre estamos en ella, siempre nos muestra inseguridades, pero Él con mucha seguridad camina sobre las aguas y va al encuentro de su propia gente.
Y, Pedro, que nos representa muy bien, siempre quiere hacer lo imposible: él también quiere caminar con la seguridad de Jesús sobre las aguas, y Jesús se lo permite; da dos pasos y comienza hundirse. Como nos pasa a nosotros cuando sólo confiamos en nuestras propias fuerzas, comenzamos a hundirnos o nos comienzan a pesar las cosas de la vida y sentimos que nos superan... ¡Señor, sálvame! Fue el grito desesperado de Pedro, y el Señor le tendió la mano y volvió a caminar, de Su Mano, sobre las aguas.
Cuando descubrimos la fortaleza y la seguridad que nos da el Señor no debemos dejar de agarrarlo de las Manos, porque esa Mano es la que nos ayuda a estar siempre caminando sobre las aguas sin hundirnos, y, aunque creamos que nos hundimos, Él nos sostiene y nos levanta, y nos devuelve al Camino Seguro, pero de Su Mano.

 

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