viernes, 21 de agosto de 2020

Muertos son los que tienen el alma muerta...

"Entonces me dijo:
«Conjura al espíritu, conjúralo, hijo del hombre, y di al espíritu: “Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan”».
Al leer esta profecía de Ezequiel me llevó a una poesía que siempre repetía el P. Efraín Sueldo:
"No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
Muertos son los que tienen muerta el alma
y aún viven todavía".
Y, sí, son muchos los que han perdido el espíritu y andan por ahí con cara de muertos, sin vida interior, sin aspiraciones, sin sentido, sin un horizonte que les anime en el día a día. Son muchos los que siguiendo los vientos del mundo y del siglo han querido renunciar a Dios y han aceptado los dioses paganos que día a día nos ofrece el mundo, pero han quedado sin la vida que un día tuvieron, pues dejaron de vivir con el Espíritu que el Señor les había concedido.
Pero no pensemos que estoy hablando de ateos, agnósticos y anticatólicos, sino que estoy hablando de cristianos católicos que siguen, todavía, yendo a misa, rezando y formando parte de comunidades cristianas, pero que se han dejado llevar por los nuevos pensamientos del mundo y han perdido el espíritu original, y se han alejado de la Fuente del Evangelio.
A veces creemos que, como dice mucha gente, tenemos que ponernos a la par de lo que el mundo está viviendo, y ¿cómo vive el mundo? ¿Cómo se vive hoy en el mundo? ¿Realmente los vientos del mundo de hoy nos llevan a dignificar al hombre, a valorar la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural? ¿Verdaderamente creemos que se está dando dignidad al varón y a la mujer, a la familia, a la niñez, a la adolescencia, a la juventud...?
Cuando el cristiano deja de beber el agua que le da vida, y se dedica a buscar fuentes naturales que sólo calman la sed del momento, estonces va perdiendo la vida del Espíritu y, aunque parece que tiene vida, está muerto en su interior. Y eso se ve en las obras, en el día a día: las desaveniencias, los conflictos, los apetitos de poder, los deseos de protagonismo, las divisiones en las comunidades cristianas: "yo soy de pablo, yo de apolo..." pero pocos de Jesucristo, el Señor de la Historia.
Es más fácil seguir las opniones de un hombre que los consejos que el Señor nos dio en el Evangelio. Y ahí vamos creando sectores que no ayudan a profundizar en el Amor verdadero: "un mandimiento nuevo os doy: amaos unos a otros como YO os he amado" "en esto conocerán los hombres que sois mis discípulos". Pero seguimos creyendo en palabras humanas y siguiendo a personas humanas que no nos dan vida.
"Y me dijo:
«Hijo del hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos".
Por eso, ha llegado el tiempo de volver a la Fuente Original: el Evnagelio, a la relación y al seguimiento de Jesús, nuestro Dios y Señor, y llevar a plenitud en nuestras vidas el Señorío del Señor, y dejar que los vientos del mundo soplen para donde quieran, pero a nosotros que nos impulsen los vientos del Espíritu que son los que dan la Verdadera Vida.

 

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