martes, 18 de agosto de 2020

La soberbia de querer ser Dios

"Me fue dirigida esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor Dios:
Se enalteció tu corazón, y dijiste: “Soy un dios y estoy sentado en el trono de los dioses en el corazón del mar”.
Tú que eres hombre y no dios, pusiste tu corazón como el corazón de Dios".
Como vemos, ya en tiempos del profeta Isaías, Dios ponía en evidencia la soberbia del hombre de querer ocupar el lugar de Dios en la historia. El hombre cree que negando la existencia de Dios, él puede ocupar su lugar, sólo porque le parece que es más inteligente o sabio que los demás, y no se da cuenta que no tiene la capacidad de hacer lo que hace el verdadero Dios.
Sí, el pecado original nos dejó con la espina de la soberbia que, no queráis pensar que es sólo para algunos, sino que todos la tenemos en nuestro corazón, y por eso, muchas veces, nos creemos muy humildes porque señalamos la soberbia de los demás, y, justo en ese momento, es cuando la espina de nuestro corazón comienza a florecer con flores de soberbia, por querer aparentar ser tan humildes que podemos llegar a juzgar y condenar a los demás.
Sí, la soberbia está en todos, porque todos hemos sido puesto bajo el "paraguas" de Adán y Eva, y todos hemos nacido con el pecado original. A pesar de eso, el Señor que murío por nosotros y mató en la Cruz el pecado, nos dejó, como decía san Pablo, esa espina en el corazón, para que, reconociendo nuestras debiidades siempre lo busquemos a Él como nuestro Salvador, sabiendo que nosotros sólo somos instrumentos suyos para ayudar a los demás a encontrar el Camino de la Salvación. PUes como Él que "no vino a ser servido sino a servir", nuestra vida en sus Manos, también, busca el mismo camino.
Pero un Camino que tiene como recompensar el mismo caminar, porque asumimos el Camino yendo de su Mano, y no hay más recompensa que el Caminar con Jesús hacia la Casa del Padre, llevando a los hombres su mensaje de salvación.
"Entonces dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».
Y esta pregunta de Pedro, me hace acorar a aquella petición de la madre de los hijos de Zebedeo: "quiero que mis hijos estén uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando llegues a tu reino".
Lamentablemente, siempre, buscamos los mejores lugares (salvo en la misa que nos sentamos en el fondo del templo) pero siempre buscamos tener presencia, dominio, poder; así sea solo para poner un mantel o limpiar un florero, y ni qué hablar cuando nos dan un cargo de "más importancia", ahí ya nos creemos los dueños de la verdad y del mundo...
"Por ello, así dice el Señor Dios:
“Por haber puesto tu corazón como el corazón de Dios, por eso, haré venir contra extranjeros los más feroces de entre los pueblos".
Hoy no vendrán los extranjeros con el arma para martirizarnos, pero sí habrá situaciones que nos ayuden a barjarnos del pedestal que nos hemos construido, y así poder vivir la humiladd del servicio, como lo vivió Jesús, y alcanzar la vida que le Padre quiere para nosotros.
Desenvainarán sus espadas contra tu brillante sabiduría y profanarán tu belleza.

 

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