viernes, 26 de enero de 2024

Nuestra Fe

"Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti.
Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, amor y de templanza".
Me gusta mucho esta frase de San Pablo pues nos hace recordar de dónde viene nuestra fe, o saber que el Don que hemos recibido lo han tenido primero nuestros padres, y han sido ellos los que lo han vivido, de tal o cual manera, pero han sido ellos quienes, por Gracia de Dios, nos han transmitido el Don de la Fe.
Y, sobre todo, nos hace tomar conciencia que el Don de la Fe hay que "reavivarlo" siempre, pues no es algo que se conserve solo, sino que debemos hacer el esfuerzo para madurarlo y conservarlo, para que ese Don renueve nuestra vida cotidiana y nos lleve a vivir lo que Dios quiere de nosotros.
Por eso, también, Pablo le pide algo muy importante, también para nosotros, en estos tiempos que vivimos:
"Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios".
En la medida en que damos testimonio de nuestra fe, en la medida en que intentamos, cada día, hacer plena nuestra fe y mostrarla al mundo con nuestra vida, en esa misma medida el Padre nos va dando Gracia tras Gracia para seguir fortaleciéndonos y ayudándonos a conservar y madurar nuestra vida de fe, para que, con su Gracia, lleguemos, un día, a alcanzar la santidad que Él espera de nosotros.

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