Hoy es el día en que celebramos y recordamos a San Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, y patrón del clero diocesano de España. Es un día donde los sacerdotes en España nos reunimos a dar Gracias a Dios por el hermoso Don que nos ha regalado y nos ha llamado a vivir: el sacerdocio.
Como todo Don tiene una gran responsabilidad, pues no es un regalo para nosotros solos, sino que es, primeramente, un servicio para el mundo, para una comunidad, pero que esa comunidad, también es un Don para el mundo, pues anunciamos la Salvación del pecado y la Vida eterna en Dios.
Jesús quiso, en la última Cena, dejarnos un regalo aún más maravilloso aún: la Eucaristía, y para ello instituyó el orden sacerdotal, que, gracias a los apóstoles y a sus sucesores, se fue continuando hasta el día de hoy y hasta el final de los tiempos.
Este regalo no sólo implica una responsabilidad, sino también, para todos, sacerdotes, laicos y consagrados, un espíritu constante y permanente de disposición al Espíritu y de saber alimentarnos con la Vida misma de Jesús.
"Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden".
Creemos, muchas veces, que es recibir el regalo y ¡ya está! no necesito más nada. No, Jesús mismo nos lo dice: "sin Mi no podéis hacer nada". ¿Qué es esa nada que no podemos hacer? Vivir como él, alcanzar la santidad que el Padre quiere de nosotros, predicar el Reino de Dios, vivir el mandamiento del Amor.
Por que no estamos bien enraizados en Cristo, porque no nos alimentamos de Cristo, porque no hablamos con Cristo, porque no siempre buscamos la Voluntad de Dios para nuestra vida, es que vamos, como Iglesia, perdiendo Vida Verdadera, vamos perdiendo la capacidad que tenían las Primeras Comunidades Cristianas de predicar con la vida la alegría del Evangelio, la alegría de ser parte de un Reino de personas que se aman.
Los sacerdotes, primeramente, tenemos que tener en cuenta que no somos ya nosotros los que tenemos que hacer las cosas, sino que es Cristo quien por medio de nosotros predica, consagra, perdona, unge, bautiza, pero si no estamos unidos a Cristo, caemos en la utopía de creernos los salvadores y en lugar de salvar, hacemos lo contrario, porque no llevamos la gente a Cristo, sino que la queremos unidas a nosotros, con lo cual hacemos mal la función de instrumentos de Dios para la salvación de los hombres.
miércoles, 10 de mayo de 2023
Sin Mi no podeis hacer nada
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