"En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
No se si la hemos leído lo suficiente, o, mejor dicho, rezado lo suficiente a esta hermosa oración de Jesús en la Última Cena. Sí, ya se que se la conoce como la oración sacerdotal, pero no pensemos sólo en el sacerdocio ministerial, sino, también, en el sacerdocio real que tenemos todos los bautizados y os vais a dar cuenta de la hermosura de lo que dice Jesús. Y no sólo de la hermosura de lo que dice sino de lo que quiere que sintamos, porque habla desde el amor a nosotros, del amor a aquellos que hemos escuchado su invitación a seguirle y le hemos e intentamos seguirlo cada día.
Todos los que hemos sido bautizados hemos sido ungido con el sacerdocio real de Cristo para ser, como Él, instrumentos del Padre para la salvación del mundo. Por eso es que quiere que el Padre nos preserve del maligno para no dejarnos convencer de sus malas acciones, pues el camino que Él nos propone no es la salvación de las almas sino la condenación eterna.
Pero, sobre todo, fijaos en lo que dice al final del párrafo: Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida: quiere compartir con nosotros su propia alegría, y ¿habrá más alegría en el mundo que la alegría de un Dios? Y si Jesús quiere que nosotros vivamos su alegría ¿por qué no intentarlo de verdad? ¿Cómo?
"Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno".
Su Palabra es el Camino que nos conduce a la verdadera alegría, pues la alegría de Jesús fue vivir la Voluntad del Padre, y Él mismo nos mostró que, a pesar de las lágrimas del Huerto, siempre es el mejor camino para llegar a la plenitud de nuestra vida, pues sólo muriendo al mundo resucitamos a la Vida en Dios, porque, no nos debemos olvidar: "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo".
Es algo que siempre nos olvidamos: no le debemos nada al mundo, no le debemos la Vida al mundo, pues el mundo no nos conduce a la Verdad, ni nos ha dado la Vida Verdadera, sino que es Cristo nos ha dado la Vida.
Y, por último, le pide al Padre: "Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo para que también ellos sean santificados en la verdad».
¿Cuál es la verdad? "Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida", no busquemos más verdades que nos hagan parecer originales, porque los cristianos tenemos una Única Verdad y esa Verdad es Cristo, cualquier otra nos conducirá por caminos que no nos llevan a Dios. Cuando creemos sólo podemos buscar un Camino, una Vida y una Verdad, para alcanzar la plenitud de nuestra alegría.
miércoles, 24 de mayo de 2023
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