"En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá..."
En aquellos días, se refiere a los días en que el Ángel le hizo el anuncio de la encarnación del Hijo de Dios en su seno, por eso nos remite a la disponibilidad de María, no sólo para hacer la Voluntad de Dios (He aquí la esclava del Señor), sino, además, la prontitud para salir de prisa a ayudar a quien la necesitaba. No esperó María una llamado de Isabel, sino que al enterarse de su embarazo y saber que era una mujer mayor (y, como se dice ahora: un embarazo de riesgo) para ir a su encuentro y estar ayudándola en lo que necesitara.
La disponibilidad y la prontitud en María es una realidad que nos hace pensar en nuestra disponibilidad y prontitud para, como Ella, vivir la Voluntad de Dios y el servicio a nuestros hermanos. Pero ¿por qué es tan disponible y pronta María? Porque no hay en Ella algo que la ate a sí misma, tiene el corazón libre para escuchar a Dios y libre para servir a los hermanos. Es algo que nos pide el Señor al invitarnos a seguirlo: niéguese a sí mismo. Ahí tenemos la respuesta y el programa de nuestra vida para alcanzar, como María, la plena felicidad: "Te llamarán feliz por haber creído".
Cuando nuestro corazón, nuestra alma, está libre de nosotros mismos dejamos lugar para el Espíritu de Dios, o mejor dicho, dejamos libre al Espíritu para que nos ayude a entender lo que Dios quiere, y, sobre todo, para escuchar las necesidades de nuestros hermanos.
Pero si todo el día estamos pensando en nosotros mismos, en nuestros planes, en lo que nos gusta, en lo que no, en que si este es así, y el otro es asá, nunca podremos escuchar con libertad y corazón disponible lo que Dios y los hermanos están necesitando de mí.
Y es así como podremos alcanzar las premisas de las que nos habla San Pablo en la carta a los Romanos, que me parece tan buenos propósitos que los copiaré a todos para que los recordemos e intentemos llevarlos a cabo:
1. que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno.
2. Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor.
3. Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.
4. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.
5. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran.
6. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde.
miércoles, 31 de mayo de 2023
Disponibilidad y prontitud
martes, 30 de mayo de 2023
Todo era figura de lo que iba a venir
Del Tratado de san Ambrosio, obispo, Sobre los misterios.
Te enseña el Apóstol que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, que todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar. Y en el cántico de Moisés leemos: Sopló tu aliento y los cubrió el mar. Te das cuenta de que el paso del mar Rojo por los hebreos era ya una figura del santo bautismo, ya que en él murieron los egipcios y escaparon los hebreos. Esto mismo nos enseña cada día este sacramento, a saber, que en él queda sumergido el pecado y destruido el error, y en cambio la piedad y la inocencia lo atraviesan indemnes.
Oyes cómo nuestros padres estuvieron bajo la nube, y una nube ciertamente beneficiosa, ya que refrigeraba los ardores de las pasiones carnales; la nube que los cubría era el Espíritu Santo. Él vino después sobre la Virgen María, y la virtud del Altísimo la cubrió con su sombra, cuando engendró al Redentor del género humano. Y aquel milagro en tiempo de Moisés aconteció en figura. Si, pues, en la figura estaba el Espíritu, ¿no estará en la verdad, siendo así que la Escritura te enseña que la ley se nos dio por mediación de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han venido por Jesucristo?
El agua de Mara era amarga, pero Moisés echó en ella un madero y se volvió dulce. De modo semejante, el agua, sin la proclamación de la cruz del Señor, no sirve en absoluto para la salvación; pero cuando ha sido consagrada por el misterio de la cruz salvadora, entonces se vuelve apta para el baño espiritual y para la bebida saludable. Pues del mismo modo que Moisés, el profeta, echó un madero en aquella agua, así ahora el sacerdote echa en ésta la proclamación de la cruz del Señor y el agua se vuelve dulce para la gracia.
No creas, pues, solamente lo que ven tus ojos corporales; más segura es la visión de lo invisible, porque lo que se ve es temporal, lo que no se ve eterno. La visión interna de la mente es superior a la mera visión ocular.
Finalmente, aprende lo que te enseña una lectura del libro de los Reyes. Naamán era sirio y estaba leproso, sin que nadie pudiera curarlo. Entonces, una jovencita de entre los cautivos explicó que en Israel había un profeta que podía limpiarlo de la infección de la lepra. Naamán, habiendo tomado oro y plata, se fue a ver al rey de Israel. Éste, al saber el motivo de su venida, rasgó sus vestiduras, diciendo que le buscaban querella al pedirle una cosa que no estaba en su regio poder. Pero Elíseo mandó decir al rey que le enviase al sirio, para que supiera que había un Dios en Israel. Y cuando vino a él, le mandó que se sumergiera siete veces en el río Jordán. Entonces Naamán empezó a decirse a sí mismo que eran mejores las aguas de los ríos de su patria, en los cuales se había bañado muchas veces sin que lo hubiesen limpiado de su lepra, y se marchaba de allí sin hacer lo que le había dicho el profeta. Pero sus siervos lo persuadieron por fin y se bañó, y, al verse curado, entendió al momento que lo que purifica no es el agua, sino el don de Dios.
Él dudó antes de ser curado; pero tú, que ya estás curado, no debes dudar.
lunes, 29 de mayo de 2023
María, Madre de la Iglesia
De las obras oratorias de Bossuet, obispo de Meaux, sobre la bienaventurada Virgen María
La santa Virgen María es la verdadera Eva, la verdadera madre de todos los vivientes. Vivid, vivid, y María será vuestra madre. Pero vivid de Jesucristo y por Jesucristo, porque incluso María tiene vida únicamente de Jesucristo y por Jesucristo.
La maternidad de la santa Virgen es una realidad innegable. Por otra parte, que María sea madre de los cristianos es algo que no puede ser más oportuno; éste fue también el designio de Dios, revelado ya desde el paraíso. Pero para que esta realidad penetre más profundamente en vuestros corazones, debéis admirar el modo como este designio de Dios llegó a cumplimiento en el Evangelio de nuestro Salvador, contemplando cómo Jesús quiso asociar a sí a la santa Virgen al engendrarnos por medio del alumbramiento de su sangre, que siempre tan fértil, produjo frutos agradables al Padre.
En aquella ocasión, san Juan representaba la universalidad de los fieles. Entended mi raciocinio: todos los demás discípulos del Salvador abandonaron a Jesús. Dios permitió que esto sucediera así para que comprendiéramos que son pocos los que siguen a Jesús hasta su cruz.
Así, pues, habiéndose dispersado todos los demás discípulos, la providencia quiso que, junto al Dios que moría, no permaneciera sino Juan, el discípulo amado. Él fue el único, él, el verdadero fiel; porque únicamente es verdadero fiel de Jesús el que le sigue hasta la cruz. Y fue así como este único fiel representó a todos los fieles. Por consiguiente, cuando Jesucristo, hablando a su Madre, le dice que Juan es su hijo, no penséis que considera a san Juan como un hombre particular: en la persona de Juan entrega a María todos sus discípulos, todos sus fieles, todos los herederos de la nueva alianza, todos los hijos de su cruz.
Por esto, precisamente, llama a María «Mujer»; con esta expresión quería significar «Mujer por excelencia, Mujer elegida singularmente para ser la madre del pueblo elegido». «Oh Mujer, oh nueva Eva —le dice—, ahí tienes a tu hijo; por tanto, Juan y todos los fieles a quienes él representa son tus hijos. Juan es mi discípulo, mi discípulo amado; recibe, pues, en su persona a todos los cristianos, porque aquí Juan los representa a todos, ya que todos ellos son, como lo es Juan, mis discípulos, mis discípulos amados.» Esto es lo que el Salvador quería significar a su santa Madre.
Y lo que más importante se me antoja en este hecho es que Jesús dirija estas palabras a María desde la cruz. Porque en la cruz es donde el Hijo de Dios nos dio la vida y nos engendró a la gracia por la fuerza de su sangre derramada por nosotros. Y es precisamente desde la cruz desde donde significa a la purísima virgen María que ella es madre de Juan y madre de todos los fieles. Mujer, ahí tienes a tu hijo, le dice. En estas palabras contemplo al nuevo Adán que, al engendrarnos por su muerte, asocia a la nueva Eva, su santa Madre, en la generación, casta y misteriosa, de los hijos del nuevo Testamento.
domingo, 28 de mayo de 2023
¡Ven Espíritu Santo!
«Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Pentecostés, un día importante para nuestra Iglesia, pero que, generalmente, pasa desapercibido para todos nosotros. El gran día en que El Señor nos envió El Espíritu Santo para abrir las Puertas de la Vida a todo el mundo. Un día en el que nos envió Su Espíritu para hacernos salir de nuestra zona de confort y anunciar con alegría la Vida Nueva del Evangelio. Un día en el que El Espíritu vuelve a soplar intensamente sobre todos nosotros para quemar el pecado y, con sus 7 Dones, encender nuestro Amor a Dios y a los hermanos, para poder decirles con todo el corazón y con la vida ¡Jesús Vive! y es ¡nuestra Vida! ¡es el sentido de nuestra vida!
Por eso y por muchas más cosas en este día se celebra la vida desde la Acción Católica y el Apostolado Seglar, porque sois vosotros, junto a la Iglesia jerárquica, quienes llevan la pasión del Amor por el Evangelio al mundo. Cada uno de vosotros, los seglares, los laicos son quienes llevan a la familia, al trabajo, a la escuela, al instituto, a la universidad, al mercado y a la peluquería, y a todos los lugares donde van cada día, el mensaje de salvación de que Dios nos ama y nos ha dado una Vida Nueva con su muerte y resurrección.
Es cada uno de vosotros, los ungidos por Cristo, con el sacerdocio real de los fieles, quienes ofrecen sus vidas para que todos tengan vida. Sois vosotros quienes, alimentados con el Pan Palabra y el Pan de la Eucaristía, recorren las calles del mundo para llevar a los hombres la Gracia de la Vida, la Gracia de la Verdad y mostrar con la vida cotidiana el Camino que nos conduce hacia el Padre.
Y, todo eso lo hacemos juntos: fieles laicos y sacerdotes y religiosos y consagrados a Dios, porque todos somos parte del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, y todos “juntos anunciamos lo que vivimos”, o, mejor dicho, lo que, con la Gracia del Espíritu Santo intentamos vivir cada día: el deseo del Padre de que seamos santos como Él es santo. ¡¡¡Ven Espíritu Santo!!! y llena nuestros corazones con el fuego de tu Amor.
sábado, 27 de mayo de 2023
En la pluralidad se ve la unidad
De los Sermones de un autor africano del siglo sexto
Los apóstoles se pusieron a hablar en todas las lenguas. Así quiso Dios, por aquel entonces, significar la presencia del Espíritu Santo, haciendo que todo el que lo recibía hablase en todas las lenguas. Hay que entender, queridos hermanos, que se trata del Espíritu Santo por el cual el amor de Dios se derrama en nuestros corazones.
Y, ya que el amor había de congregar a la Iglesia de Dios, extendida por todo el orbe de la tierra, del mismo modo que entonces cada persona que recibía el Espíritu Santo podía hablar en todas las lenguas, así ahora la unidad de la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, se manifiesta en la pluralidad de lenguas.
Por tanto, si alguien nos dice: «Has recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablas en todas las lenguas?», debemos responderle: «Hablo ciertamente en todas las lenguas, ya que pertenezco al cuerpo de Cristo, esto es, a la Iglesia, que habla en todas las lenguas. Lo que Dios quiso entonces significar por la presencia del Espíritu era que la Iglesia, en el futuro, hablaría en todas las lenguas.» De este modo se cumplió lo que había prometido el Señor: Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, sino que se ha de echar en odres nuevos; así se conservan las dos cosas.
Con razón algunos, al oír que los apóstoles hablaban en todas las lenguas, decían: Están llenos de mosto. Es que se habían convertido ya en odres nuevos, renovados por la gracia santificadora, para que, llenos del vino nuevo, esto es, del Espíritu Santo, hablaran llenos de ardor en todas las lenguas, prefigurando así, por aquel evidentísimo milagro, la catolicidad de la Iglesia, que había de abarcar a los hombres de toda lengua.
Celebrad, pues, este día, conscientes de que sois miembros del único cuerpo de Cristo. No lo celebraréis en vano, si procuráis ser lo que celebráis, viviendo unidos a la Iglesia, a la cual el Señor, llenándola del Espíritu Santo, reconoce como suya, a medida que se va esparciendo por todo el mundo, Iglesia que, a su vez, lo reconoce a él como su Señor. Como el esposo no abandona a su propia esposa ni admite que sea sustituida por otra. A vosotros, hombres de todas las naciones, que sois miembros de Cristo, que constituís el cuerpo de Cristo, la Iglesia de Cristo, la esposa de Cristo, os dice el Apóstol: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz.
Fijaos que al precepto de la mutua tolerancia añade la mención del amor, y cuando habla de la solicitud por la unidad hace referencia al vínculo de la paz. Tal ha de ser la casa de Dios, edificada con piedras vivas, para que el padre de familia se complazca en habitar en ella, y sus ojos no tengan que contemplar con disgusto su división y su ruina.
viernes, 26 de mayo de 2023
Estar alegres en Cristo
De los Sermones de san Agustín, obispo
El Apóstol nos manda estar alegres, pero en el Señor, no en el mundo. Porque, como dice la Escritura, quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. Así como el hombre no puede servir a dos señores, así también nadie puede estar alegre en el mundo y en el Señor.
Por lo tanto, que prevalezca el gozo en el Señor y que se extinga el gozo en el mundo. El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe entenderse en el sentido de que no debemos alegrarnos mientras estamos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor.
Pero alguno dirá: «Estoy en el mundo y, por lo tanto, si me alegro no puedo dejar de hacerlo en el lugar en que estoy.» A este tal yo le respondería: «¿Es que por estar en el mundo no estás en el Señor?» Atiende cómo el mismo Apóstol, hablando a los atenienses, como nos refieren los Hechos de los apóstoles, les decía respecto al Dios y Señor creador nuestro: En él vivimos, nos movemos y existimos. ¿Habrá algún lugar en que no esté aquel que está en todas partes? ¿No es éste el sentido de su exhortación, cuando dice: El Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna?
Gran cosa es ésta, que el mismo que asciende a lo más alto de los cielos continúa cercano a los que viven en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo a la vez, sino aquel que por su misericordia se nos hizo cercano?
En efecto, todo el género humano está representado en aquel hombre al que unos ladrones habían dejado tendido en el camino, medio muerto, junto al cual pasaron un sacerdote y un levita sin atenderlo, y al que se acercó para curarlo y socorrerlo el samaritano que pasó junto a él. Aquel que por su condición de inmortal y justo se hallaba tan alejado de nosotros, mortales y pecadores, descendió a nosotros y se hizo cercano a nosotros.
En efecto, no nos trata como merecen nuestros pecados; y esto porque somos hijos. ¿Cómo lo demostramos? El, el Hijo único, murió por nosotros para dejar de ser único. Murió él solo porque no quería ser él solo. El que era Hijo único de Dios hizo a muchos otros también hijos de Dios. Al precio de su sangre se compró una multitud de hermanos, con su reprobación los hizo probos, fue vendido para redimirlos, injuriado para hacerlos honorables, muerto para darles vida.
Así pues, hermanos, estad alegres en el Señor, no en el mundo, es decir: alegraos en la verdad, no en la iniquidad; alegraos en la esperanza de la eternidad, no en la flor pasajera de la vanidad. Ésta debe ser vuestra alegría; y, en cualquier lugar en que estéis y todo el tiempo que aquí estéis, el Señor está cerca; no os inquietéis por cosa alguna.
jueves, 25 de mayo de 2023
Ser UNO en el Amor
"En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró, Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado".
Que sean uno, es el único deseo de Jesús para nosotros, los que hemos aceptado su invitación a seguirle, los que hemos aceptado vivir una Vida Nueva desde el Espíritu y con el Espíritu. No es en verdad ninguna tontería lo que Él desea y al desearlo nos lo pide: que sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en tí.
Creo que no hay deseo más grande, más hermoso, pero, también, más complicado para estos cristianos que todavía no hemos podido desprendernos de nuestro egoísmo, de nuestra vanidad, de nuestros rencores, de nuestro pecado de autosuficiencia. Porque, en realidad, ser UNO para nosotros es algo difícil pues no hemos aprendido a renunciar a nosotros mismos para poder aceptar, en verdad, a mi hermano con sus diferencias, con sus errores, con sus defectos, con su pecado.
"Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí".
Y es que nos falta lo más importante para crecer en unidad, pues la unidad que Jesús nos pide vivir no nace de lo intelectual, de aceptar las verdades de fe, o los misterios de la fe, sino que nace del amor. La unidad nace de aprender a amar, y de saber que el amar que Jesús nos ha enseñado no es una amar sensible, sino un amar efectivo y activo, pues se ama no sólo a los que me aman sino a los que no me aman: "si amais a quienes os aman ¿qué mérito tenéis? eso también lo hacen los paganos, por eso yo os digo..." ¿Os acordáis?
"Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».
Él nos ha dado todo, no se ha quedado nada para sí mismo, pues hasta a su propia Madre nos la entregó como Madre nuestra desde la Cruz.¿Hace falta más prueba de amor verdadero? Y así nos enseñó cómo debemos amar, como debemos amarnos entre nosotros: no sólo desde el llano de la simpleza de la vida, sino en lo complicado que tiene la vida, desde la cruz, desde el dolor de amar a quienes no quiero o a quienes más me cuesta aceptar en mi vida, e, incluso, amar todo lo que el Padre quiere y me permite vivir: desde Nazaret hasta el Getsemaní, para poder llegar a la resurrección.
Sí, ya estamos pensando que eso es imposible. Sí, es imposible para el hombre, no lo es para Dios, porque para Dios todo es posible. Y, por eso mismo, nuestra relación tiene que ser, cada día, más profunda, más sólida, más abierta al Espíritu Santo y a sus Dones para que pueda llegar a vivir todo lo que el Padre quiere y así, con su Amor, poder vivir la Unidad en el Amor que desea y nos pide Jesús.
miércoles, 24 de mayo de 2023
Compartir Su Alegría
"En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
No se si la hemos leído lo suficiente, o, mejor dicho, rezado lo suficiente a esta hermosa oración de Jesús en la Última Cena. Sí, ya se que se la conoce como la oración sacerdotal, pero no pensemos sólo en el sacerdocio ministerial, sino, también, en el sacerdocio real que tenemos todos los bautizados y os vais a dar cuenta de la hermosura de lo que dice Jesús. Y no sólo de la hermosura de lo que dice sino de lo que quiere que sintamos, porque habla desde el amor a nosotros, del amor a aquellos que hemos escuchado su invitación a seguirle y le hemos e intentamos seguirlo cada día.
Todos los que hemos sido bautizados hemos sido ungido con el sacerdocio real de Cristo para ser, como Él, instrumentos del Padre para la salvación del mundo. Por eso es que quiere que el Padre nos preserve del maligno para no dejarnos convencer de sus malas acciones, pues el camino que Él nos propone no es la salvación de las almas sino la condenación eterna.
Pero, sobre todo, fijaos en lo que dice al final del párrafo: Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida: quiere compartir con nosotros su propia alegría, y ¿habrá más alegría en el mundo que la alegría de un Dios? Y si Jesús quiere que nosotros vivamos su alegría ¿por qué no intentarlo de verdad? ¿Cómo?
"Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno".
Su Palabra es el Camino que nos conduce a la verdadera alegría, pues la alegría de Jesús fue vivir la Voluntad del Padre, y Él mismo nos mostró que, a pesar de las lágrimas del Huerto, siempre es el mejor camino para llegar a la plenitud de nuestra vida, pues sólo muriendo al mundo resucitamos a la Vida en Dios, porque, no nos debemos olvidar: "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo".
Es algo que siempre nos olvidamos: no le debemos nada al mundo, no le debemos la Vida al mundo, pues el mundo no nos conduce a la Verdad, ni nos ha dado la Vida Verdadera, sino que es Cristo nos ha dado la Vida.
Y, por último, le pide al Padre: "Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo para que también ellos sean santificados en la verdad».
¿Cuál es la verdad? "Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida", no busquemos más verdades que nos hagan parecer originales, porque los cristianos tenemos una Única Verdad y esa Verdad es Cristo, cualquier otra nos conducirá por caminos que no nos llevan a Dios. Cuando creemos sólo podemos buscar un Camino, una Vida y una Verdad, para alcanzar la plenitud de nuestra alegría.
martes, 23 de mayo de 2023
Ser apóstol
"Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios".
Aunque este es el testimonio de un apóstol, san Pablo, también es un testimonio que nos sirve para nuestra vida, porque, en realidad, todos los que pertenecemos a la Iglesia somos, también, apóstoles de Cristo en medio del mundo. Sí, así es: todos somos apóstoles, cada uno en la medida de su vocación y su propio estilo de vida, pero ninguno podemos quitarnos la responsabilidad de anunciar el Evangelio de Cristo. Para eso nos eligió y nos llamó y nos envió Jesús, para ser sus testigos en todo el mundo hasta el confín de la tierra y hasta el final de los tiempos.
"He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado".
No sólo somos de Dios y vivimos en Dios, sino que vivimos y somos de Dios para una misión particular y necesaria en este mundo, en este siglo, en este lugar de la historia, en el aquí y ahora, porque Dios nos pensó así desde toda la eternidad y, a pesar de nuestros pecados y tropiezos, Él quiere que seamos instrumentos de su Gracia. Por eso nos envió su Espíritu para sanarnos del pecado y darnos una Vida Nueva en la Gracia, para que, con la libertad de los hijos de Dios, podamos anunciar el Camino que lleva al hombre a la Verdadera Vida.
Así Jesús nos lo recuerda en la oración sacerdotal de la Última Cena, que no sólo es para los sacerdotes ministeriales, sino para todos los bautizados que llevamos la impronta del sacerdocio real de Cristo:
"Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti".
Jesús sigue rogando, cada día, por tí y por mí, y por todos los que hemos sido configurados a su imagen en el bautismo, para que como Él, siendo fieles y obedientes a la Voluntad del Padre, seamos, como Iglesia, sacramento de salvación para todos aquellos que deseen salvarse, y, como dice en los Hechos de los Apóstoles: "Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando".
lunes, 22 de mayo de 2023
Preparando su Venida
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial de agua viva, que brota para comunicar vida eterna. Se nos habla aquí de un nuevo género de agua, un agua viva y que brota; pero que brota sólo sobre los que son dignos de ella. Mas, ¿por qué el Señor da el nombre de agua a la gracia del Espíritu? Porque el agua es condición necesaria para la pervivencia de todas las cosas, porque el agua es el origen de las plantas y de los seres vivos, porque el agua de la lluvia baja del cielo, porque, deslizándose en un curso siempre igual, produce efectos diferentes. Diversa es, en efecto, su virtualidad en una palmera o en una vid, aunque en todos es ella quien lo hace todo; ella es siempre la misma, en cualquiera de sus manifestaciones, pues la lluvia, aunque cae siempre del mismo modo, se acomoda a la estructura de los seres que la reciben, dando a cada uno de ellos lo que necesitan.
De manera semejante, el Espíritu Santo, siendo uno solo y siempre el mismo e indivisible, reparte a cada uno sus gracias según su beneplácito. Y, del mismo modo que el árbol seco, al recibir el agua, germina, así también el alma pecadora, al recibir del Espíritu Santo el don del arrepentimiento, produce frutos de justicia. Siendo él, pues, siempre igual y el mismo, produce diversos efectos, según el beneplácito de Dios y en el nombre de Cristo.
En efecto, se sirve de la lengua de uno para comunicar la sabiduría; a otro le ilumina la mente con el don de profecía; a éste le da el poder de ahuyentar los demonios; a aquél le concede el don de interpretar las Escrituras. A uno lo confirma en la temperancia; a otro lo instruye en lo pertinente a la misericordia; a éste le enseña a ayunar y a soportar el esfuerzo de la vida ascética; a aquél a despreciar las cosas corporales; a otro más lo hace apto para el martirio. Así, se manifiesta diverso en cada uno, permaneciendo él siempre igual en sí mismo, tal como está escrito: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad.
Su actuación en el alma es suave y apacible, su experiencia es agradable y placentera y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la bondad de genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar, la mente del que lo recibe y, después, por las obras de éste, la mente de los demás.
Y, del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.
domingo, 21 de mayo de 2023
Enseñarles
"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado".
Jesús, antes de ascender a los Cielos, quiso dejar a sus apóstoles y discípulos una misión: hacer discípulos de Él en todos los pueblos, bautizarlos y enseñarles a guardar lo que Él nos dijo. Sí, lo he repetido para que lo recordemos bien. ¿Por qué? Porque una parte estamos haciendo bien, después de 21 siglos, que es bautizar, pero, lo que no estamos haciendo tan bien es enseñar lo que Él nos dijo.
Los padres y los padrinos en el bautismo se comprometen a educar en la fe y a ayudar a guardar los mandamientos, amando al Señor y a su prójimo como Él nos enseñó en su Evangelio. Y ¿cuántos son los que hacen realidad ese compromiso? Incluso nosotros, la comunidad cristiana, ¿ayudamos a esos padres y padrinos a cumplir su compromiso?
Porque todos, todos los que formamos la comunidad cristiana somos los responsables de educar a los más pequeños, somos a quienes ellos miran y mirándonos aprender. ¿Qué aprenden cuándo nos miran? ¿Qué ven de esta comunidad cristiana de la que formo parte? Porque no puedo quitarme el lazo con el que el Señor me ha unido a sí mismo, un lazo que yo he dejado que me atrape, y al que le he dicho ¡Sí! quiero seguirte y ser tu discípulo.
Pues, entonces, también es nuestra responsabilidad ser testigos claros y veraces del Evangelio que intentamos vivir. A veces, nos olvidamos de que vivir el Evangelio no es sólo para los curas, los religiosos y los agentes de pastoral, sino que es una responsabilidad para todos. Porque el Señor nos dijo: “en la medida en que se amen unos a otros el mundo creerá que son mis discípulos”, y ese será, como dijo San Francisco, “quizás el único evangelio que algunos puedan leer”. ¿Cuál? Nuestra vida de cristianos: como hablo, como rezo, como vivo, como comparto, si soy alegre, si acepto la Voluntad de Dios, si asumo mi responsabilidad en la parroquia, en la comunidad, en la familia, o si simplemente digo que soy algo que no soy…
viernes, 19 de mayo de 2023
Muerte y resurrección, tristeza y alegría
"En verdad, en verdad os digo, vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría".
Jesús cuando les hablaba así a los discípulos era porque les estaba anunciando su pasión, muerte y resurrección. El mundo se iba a alegrar porque siempre habían estado buscando algo para condenarlo, hasta que, con falsas acusaciones, lograron condenarlo y, en la Cruz, darle muerte. Y, el mundo, los que lo condenaron, se alegraron porque lo vieron muerto en la cruz.
Y, por supuesto, sus discípulos y seguidores, se entristecieron por ver que sus esperanzas morían junto a esa cruz. Un dolor y una tristeza que nubló su corazón y mente, pues no recordaron lo que Jesús les había anunciado de la resurrección.
Así, cuando Jesús resucita de entre los muertos y va a ver a los discípulos, sin preguntarle nada, se alegran y recuerdan lo que les había dicho, y comienzan, con Jesús resucitado una Vida Nueva.
Pero, aquellos que se alegraron de su muerte, los que lo condenaron injustamente, se entristecieron porque vieron que sus planes murieron con la resurrección de Jesús.
Y así sigue sucediendo a lo largo de la historia: el mundo, el príncipe de este mundo, instiga a la gente para que destruya a Cristo, a su Iglesia. Una Iglesia formada por hombres pecadores e imperfectos que, como todos, metemos la pata, tropezamos y, muchos, caemos en el pecado. Y es ahí cuando el mundo, la gente que quiere la muerte de Cristo y de su Iglesia, se alegra porque cree que ese será el camino del calvario y llegará el día de su muerte.
Y no es así, porque la Iglesia, aunque formada por hombres pecadores, tiene como fundamento a Cristo y es el Espíritu Santo quien la sostiene, y así como Cristo resucitó de entre los muertos, la Iglesia sigue resucitando una y otra vez, a pesar no sólo de los ataques externos, sino también de los ataques internos.
Por eso, los que, a pesar de nuestro pecado, seguimos amando a Cristo y a su Iglesia, nos alegramos de saber que siempre hay una resurrección, personal pues después de las caídas podemos seguir caminando hacia Cristo, y porque la Iglesia siempre recupera su cordura y, con la Gracia del Espíritu Santo, sigue Fiel a Cristo y no al mundo.
miércoles, 17 de mayo de 2023
Un Dios desconocido
"Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido".
Quizás, si hoy, San Pablo se pasease por nuestras iglesias ¿pensaría lo mismo? ¿Qué pensaría? ¿Pensaría que veneramos a un Dios desconocido? A veces, me da la sensación que, realmente no conocemos a Dios, porque no adoramos a Dios, sino que veneramos a muchos intermediarios, y a Dios lo dejamos de lado en nuestras vidas.
Aunque, si lo pienso un poco mejor, quizás lo conozcamos tanto que no queremos acercarnos a Él. ¿Por qué? Porque nos podría pedir cosas que no queremos hacer o vivir, y, entonces, mejor nos vamos con los otros que no nos piden tanto, y, si os piden, a veces, nos hacemos los sordos y seguimos nuestra marcha.
"Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos".
Muchos se espantan cuando oímos de parte de Dios no resurrección de los muertos, sino las exigencias que nos presenta Jesús en el Evangelio, y, como decimos: esas son cosas de curas, no les damos importancia, y, así es más fácil no obedecer, porque no podemos obedecer a los hombres. Y, poco a poco, nos vamos creando un dios a nuestra imagen y que complazca nuestros deseos. Deseos que no satisfacen nuestro ser, sino que sólo satisfacen nuestros instintos momentáneamente.
Por eso, en este tiempo, antes de finalizar el tiempo pascual, Jesús nos invita a escuchar al Espíritu Santo, para que nos vaya enseñando todo aquello que no comprendemos o que no entendemos, y que nos fortalezca para saber elegir el camino a seguir. Pero, sobre todo, para que nos enseñe o nos ayude a conocer, verdaderamente, a Dios Padre, a Su Hijo y a él mismo, al Espíritu Santo.
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Porque, en verdad, necesitamos estar más disponibles al Espíritu para poder vivir mejor nuestro ser cristianos, para no dejarnos influir por el espíritu del mundo que nos aleja del Verdadero Dios y de la Verdadera Vida que Jesús no dio con su muerte y resurrección, pues sin el Espíritu que nos anime por el Camino, por la Verdad hacia la Vida, no somos verdaderos testigos de Cristo ante el mundo, sino que somos una falsa apariencia de la Luz de Cristo para el mundo, y, en lugar de mostrar el Camino, recorremos otros caminos que no llevan a la Vida.
martes, 16 de mayo de 2023
Cristo es la Unidad
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
Todos los que participamos de la carne sagrada de Cristo alcanzamos la unión corporal con él, como atestigua san Pablo, cuando dice, refiriéndose al misterio del amor misericordioso del Señor: El misterio que no fue dado a conocer a las pasadas generaciones ahora ha sido revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas: esto es, que los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y coparticipes de las promesas divinas, en Cristo Jesús.
Y si somos unos para otros miembros de un mismo cuerpo en Cristo, y no sólo entre nosotros mismos, sino también para aquel que está en nosotros por su carne, ¿por qué, entonces, no procuramos vivir plenamente esa unión que existe entre nosotros y con Cristo? Cristo, en efecto, es el vínculo de unidad, ya que es Dios y hombre a la vez.
Siguiendo idéntico camino, podemos hablar también de nuestra unión espiritual, diciendo que todos nosotros, por haber recibido un solo y mismo Espíritu, a saber, el Espíritu Santo, estamos como mezclados unos con otros y con Dios. Pues, si bien es verdad que tomados cada uno por separado somos muchos, y en cada uno de nosotros Cristo hace habitar el Espíritu del Padre y suyo, este Espíritu es uno e indivisible, y a nosotros, que somos distintos el uno del otro en cuanto seres individuales, por su acción nos reúne a todos y hace que se nos vea como una sola cosa, por la unión que en él nos unifica.
Pues, del mismo modo que la virtualidad de la carne sagrada convierte a aquellos en quienes actúa en miembros de un mismo cuerpo, pienso que, del mismo modo, el único e indivisible Espíritu de Dios, al habitar en cada uno, los vincula a todos en la unidad espiritual.
Por esto nos exhorta también san Pablo: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del espíritu, con el vinculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo y lo invade todo. Al estar en cada uno de nosotros el único Espíritu, estará también, por el Hijo, el único Dios y Padre de todos, uniendo entre sí y consigo a los que participan del Espíritu.
Y el hecho de nuestra unión y comunicación del Espíritu Santo, en cierto modo, se hace también visible ya desde ahora. Pues, si, dejando de lado nuestra vida puramente natural, nos sometimos de una vez para siempre a las leyes del espíritu, es evidente para todos nosotros que -por haber dejado nuestra vida anterior y estar ahora unidos al Espíritu Santo, y por haber adquirido una hechura celeste y haber sido en cierta manera transformados en un nuevo ser- ya no somos llamados simplemente hombres, sino también hijos de Dios y hombres celestiales, por nuestro consorcio con la naturaleza divina.
Por tanto, somos todos una sola cosa en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; una sola cosa por la identidad de condición, por la asimilación que obra el amor, por la comunión de la carne sagrada de Cristo y por la participación de un único y Santo Espíritu.
lunes, 15 de mayo de 2023
30 años permaneciendo
En este día de San Isidro celebro mis 30 años de sacerdotes, y Jesús nos habla de permanecer en Él, en el Evangelio. Y eso es la Gracia que me ha otorgado en estos años, permanecer. Sabiendo que permanecer no es estar quieto o estático, sino que permanecer en Él es estar en movimiento constante, y no porque sea uno el que quiera ir de un lado para otro, sino que es el Espíritu quien te va llevando de aquí para allá.
Claro que no hablo sólo de lugares físicos, aunque en realidad, también me ha llevado de un lado para otro, pero sobre todo a nivel espiritual te hace recorrer muchos caminos y no todos han sido caminos rectos y sencillos, sino que siempre hay claros y oscuros, muchas curvas, subidas y bajadas, pero cuando estamos tomados de Su Mano, todo sigue teniendo la Gracia de Dios para seguir caminando, y no es por fuerzas propias, sino por la Gracia de Dios.
Sí, permanecer, como aprendí en el Seminario, Fiel a la Vida que el Señor nos pide vivir, es una tarea constante en la que siempre tiene que estar Él y la búsqueda constante de Su Voluntad, lo que te lleva muchas veces a no querer encontrarla porque Su Voluntad no siempre es el camino que esperabas recorrer. Pero, cuando lo recorres te vas dando cuenta que era lo que querías o mejor aún.
En este camino de 30 años desde la ordenación sacerdotal he caminado por muchas vidas, por muchas realidad, por muchos lugares donde nunca había pensado ir, y en todos el Señor ha ido acompañando y regalando hermanos que fueros los Cireneos que ayudaron a llevar el peso del sacerdocio, y a ellos tengo que agradecerles el haber estado en todo momento.
Sí, el peso del sacerdocio, no lo he dicho mal. Porque, como toda vocación, sea consagrada, matrimonial, o la que sea, siempre tiene un peso, una responsabilidad, y no siempre son día de sol, y hay que seguir adelante con nuestros pecados y virtudes, pero sobre todo sostenidos por la Gracia de Dios que, a pesar de nuestra debilidad y pecado, siempre está presente para tendernos la mano y ayudarnos a levantarnos y mirar hacia arriba, sí, hacia arriba porque es ahí donde está nuestra vida y es hacía donde nos dirigimos. La mirada siempre puesta en el horizonte de la Vida para no perder el norte en el caminar, y el corazón, intentando tenerlo siempre lleno de Dios.
Hoy no podría enumerar a todos los que tengo que dar Gracias, pero el Padre sabe quienes estuvieron en cada momento y quienes me han ayudado y ayudan a seguir siendo Fiel a la Vida que Él ha querido que viva. Seguiré confiando en ser un Puente que sirva a los hijos de Dios para que puedan llegar a Él y recibir, por mi intermedio, toda la Gracia que Él tiene para aquellos que ha llamado a la Vida.
domingo, 14 de mayo de 2023
Les enviaré al Paráclito
"Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros".
Estamos ya en las últimas semanas del Tiempo Pascual, y se va viendo cómo Jesús nos prepara para su ascensión a los cielos y el envío al mundo para anunciar la Buena Noticia. Para poder enviarnos como evangelizadores sabre que necesitaremos algo más que nuestra disposición, por eso “le pediré al Padre que os dé otro Paráclito… el Espíritu de la verdad”. Es el Espíritu Santo quien, desde la ascensión de Jesús, nos alienta e, intenta, movilizarnos para llevar la Buena Noticia del Evangelio a todos los hombres.
Como el mismo Jesús nos dice: “el mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce”, y por eso nos envía a nosotros que lo hemos recibido en nuestro bautismo para que lo hagamos conocer. Pero, claro, cómo hacerlo conocer si, aunque lo hayamos recibido, no lo conocemos, porque, a decir verdad, no siempre lo invocamos para que nos ayude, nos aliente, nos fortalezca.
Nuestra relación espiritual y en la oración, generalmente, es con el Padre, o con el Hijo, o con María, pero serán, quizás, pocas las veces que hagamos una oración al Espíritu Santo para que nos ayude a discernir o a buscar la Voluntad de Dios, o, incluso, a poder vivir lo que Dios nos pide, a perdonar, a amar, a pedir perdón…
¿Cómo conocer al Espíritu Santo? Primero partiendo de la verdad de que Él habita en nosotros. Sí, cuando nos bautizaron nos ungieron con el Santo Crisma y nuestro cuerpo se transformó en un templo consagrado para que el Espíritu habite en nosotros y permanezca en nosotros. Por eso, no es difícil poder encontrarlo porque vive en nosotros.
Así es que, el siguiente paso, es aprender a hacer silencio para escuchar a quien vive en mí, pues Él quiere hablar conmigo, quiere darse a conocer, pero si no hacemos una oración silenciosa para dejarlo hablar, nunca podremos entender lo que nos dice, ni tampoco le dejaremos lugar para que nos ayude cuando lo necesitamos.
sábado, 13 de mayo de 2023
Aleluya
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos; y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.
Por razón de estos dos tiempos —uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas—, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.
En aquel que es nuestra cabeza, hallamos figurado y demostrado este doble tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que se nos dará.
Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor», nos decimos unos a otros; y, así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones.
En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.
viernes, 12 de mayo de 2023
El Espíritu Santo y nosotros...
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo".
Siempre ha habido, y hay, en las comunidades, ya sean civiles, familiares, o eclesiales, aquellos que decretan sus propias leyes y siembran, de ese modo, confusión entre la gente. Así fue como surgió el Primer Concilio de Jerusalen, y, también, como siempre que Dios escribe derecho en renglones torcidos, saco el bien del mal sembrado. Y, sobre todo, nos ayuda a comprender que no siempre debemos escuchar a aquellos que dicen lo que queremos escuchar, sino que debemos prestar oídos a la Palabra de Dios que es la única que nos trae Verdad a nuestra vida.
Hace unos días ponía en Instagram una frase del Obispo Fulton Sheen: "la Iglesia nunca se ha adaptado a los tiempos en que ha vivido, porque de haberlo hecho habría perecido con ellos".
Muchos, como en aquella época, y como en todas, han querido que la Iglesia se adaptara a los tiempos que van surgiendo, pero, Gracias a Dios, todavía no hemos tenido nadie dentro de la Iglesia que lo hiciera, porque los tiempos, como el viento de cada día, cambian constantemente, y la Iglesia está fundada sobre el sólido fundamento de Cristo, que es la Roca, y los apóstoles y sus sucesores, con la Gracia del Espíritu Santo, la han podido mantener firme (aunque no sin grandes sacudones)
Por eso mismo, cuando se reunieron en Jerusalen los apóstoles no lo hicieron por voluntad propia, sino movidos por el Espíritu, y así pudieron decir: "Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables", y eso es algo que los católicos mundanos no comprenden, que es el Espíritu Santo a quien tenemos que abrir el corazón para que nos vaya ayudando, constantemente, a vivir de acuerdo a la Voluntad de Dios y no de acuerdo a los vientos del mundo.
Porque, no hemos sido nosotros quienes hemos elegido el Camino, sino que: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca". Y el fruto será permanente si está unido a la Vid Verdadera, y no a los malos retoños que surgen del mundo.
jueves, 11 de mayo de 2023
La Eucaristía es la Pascua del Señor
De los Tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo
Uno solo murió por todos, el mismo que ahora en cada una de las asambleas cristianas, por el sacramento del pan y del vino, nos rehace con su inmolación, por la fe en él nos da la vida y, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, consagra a los que ofrecen esta oblación.
Ésta es la carne y la sangre del Cordero, pues aquel pan bajado del cielo afirma: El pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo. Y con razón su sangre es significada por el vino, ya que, al afirmar él mismo en el Evangelio: Yo soy la vid verdadera, manifiesta con suficiente claridad que el vino es su sangre ofrecida en el sacramento de su pasión; en este sentido el patriarca Jacob había profetizado de Cristo: Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. En efecto, él lavó con su propia sangre la vestimenta de nuestro cuerpo que había tomado sobre sí como una vestidura.
El mismo Creador y Señor de la naturaleza, el que hace salir el pan de la tierra, convirtió el pan en su propio cuerpo (porque podía hacerlo y así lo había prometido); y el que había convertido el agua en vino convirtió después el vino en su sangre.
Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, esto es, el paso del Señor; no tengas por cosa terrena lo que ha sido convertido en algo celestial por obra de aquel que pasó a esa materia y la ha convertido en su cuerpo y sangre.
Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan bajado del cielo y la sangre de aquella vid sagrada. En efecto, al dar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo: Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre. Creamos, pues, en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza: el que es la verdad en persona no puede engañarnos.
Por esto, cuando hablaba a la multitud de comer su cuerpo y beber su sangre, y la multitud murmuraba desconcertada: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién es capaz de aceptarlas?, queriendo Cristo purificar con fuego celestial estos pensamientos que, como antes he dicho, han de ser evitados, añadió: El espíritu es el que da vida; la carne no vale nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida.
miércoles, 10 de mayo de 2023
Sin Mi no podeis hacer nada
Hoy es el día en que celebramos y recordamos a San Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, y patrón del clero diocesano de España. Es un día donde los sacerdotes en España nos reunimos a dar Gracias a Dios por el hermoso Don que nos ha regalado y nos ha llamado a vivir: el sacerdocio.
Como todo Don tiene una gran responsabilidad, pues no es un regalo para nosotros solos, sino que es, primeramente, un servicio para el mundo, para una comunidad, pero que esa comunidad, también es un Don para el mundo, pues anunciamos la Salvación del pecado y la Vida eterna en Dios.
Jesús quiso, en la última Cena, dejarnos un regalo aún más maravilloso aún: la Eucaristía, y para ello instituyó el orden sacerdotal, que, gracias a los apóstoles y a sus sucesores, se fue continuando hasta el día de hoy y hasta el final de los tiempos.
Este regalo no sólo implica una responsabilidad, sino también, para todos, sacerdotes, laicos y consagrados, un espíritu constante y permanente de disposición al Espíritu y de saber alimentarnos con la Vida misma de Jesús.
"Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden".
Creemos, muchas veces, que es recibir el regalo y ¡ya está! no necesito más nada. No, Jesús mismo nos lo dice: "sin Mi no podéis hacer nada". ¿Qué es esa nada que no podemos hacer? Vivir como él, alcanzar la santidad que el Padre quiere de nosotros, predicar el Reino de Dios, vivir el mandamiento del Amor.
Por que no estamos bien enraizados en Cristo, porque no nos alimentamos de Cristo, porque no hablamos con Cristo, porque no siempre buscamos la Voluntad de Dios para nuestra vida, es que vamos, como Iglesia, perdiendo Vida Verdadera, vamos perdiendo la capacidad que tenían las Primeras Comunidades Cristianas de predicar con la vida la alegría del Evangelio, la alegría de ser parte de un Reino de personas que se aman.
Los sacerdotes, primeramente, tenemos que tener en cuenta que no somos ya nosotros los que tenemos que hacer las cosas, sino que es Cristo quien por medio de nosotros predica, consagra, perdona, unge, bautiza, pero si no estamos unidos a Cristo, caemos en la utopía de creernos los salvadores y en lugar de salvar, hacemos lo contrario, porque no llevamos la gente a Cristo, sino que la queremos unidas a nosotros, con lo cual hacemos mal la función de instrumentos de Dios para la salvación de los hombres.
martes, 9 de mayo de 2023
Os doy la paz
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde".
La paz es lo que siempre estamos buscando: tener paz en el corazón, en el alma, en el cuerpo, en la vida. Claro que el concepto de paz que nosotros tenemos o queremos es la paz de la tranquilidad, de no tener nada que hacer o nada de qué preocuparnos. Y, el concepto de Jesús no es el mismo, o no casi, porque la Paz que nos da Dios es la Paz que nace de aquél que vive de acuerdo a Su Voluntad. Y, hacer la Voluntad de Dios, lo primero que hace no es darnos paz, sino guerra. Sí, hace que entremos en guerra entre el mundo y el espíritu, entre la carne y el espíritu, como dice Pablo: un combate que, al principio, no nos da paz sino un deseo de búsqueda que no nos deja quietos interiormente. Y que, después, quizás, tampoco nos deje tranquilo exteriormente, sino miremos lo que dice los Hechos:
"En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad.
Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe. Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios".
Pablo y los apóstoles exhortaban a las comunidades y los animaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. Y eso es lo que ninguno de nosotros quiere vivir. ¡No queremos pasar por tribulaciones!
Claro es que, para muchos, las tribulaciones no serán las persecuciones que sufrieron los primeros cristianos, o las que sufren en algunos países en estos días, sino que serán tribulaciones interiores pues no siempre queremos hacer la Voluntad de Dios, pero sabemos que si no la hacemos no encontraremos la paz que buscamos. Cuando hemos tenido la experiencia de encontrarnos, verdadera y realmente con Dios, nuestro corazón se inquieta, como dice San Agustín, se inquieta hasta que no descanse en Él.
Así, descansar en Dios, encontrar la Paz en Dios es estar en una permanente búsqueda de Su Voluntad y en un desafío constante para poder vivirla, para llevar a la práctica, enfrentarnos al combate entre lo que debemos hacer según el Evangelio y lo que queremos hacer según el mundo. Cuando logremos vencer al mundo, ahí sí encontraremos la Verdadera Paz que sólo da el Espíritu a aquellos que viven en Él.
domingo, 7 de mayo de 2023
Incredulidad
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”?
Creo que, si juntamos esta frase de Felipe y la de Tomás, podemos acercarnos a lo que alguna vez nos ha surgido a nosotros en el corazón: queremos ver al Padre, necesitamos un gesto, un signo, un milagro de parte de Dios para seguir creyendo o para renovar nuestra fe.
Las dudas de fe son parte de nuestra vida de fe, porque si no fuera así no tendríamos nunca dudas o veríamos todo tal cual es, pero mientras estemos aquí, peregrinando en este mundo, no veremos las cosas tal cuales son, sino que, como dice san Pablo: “ahora vemos como en un espejo (aclaración: los espejos de esa época no eran tal nítidos como los de ahora), confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios”.
Es por eso por lo que, a pesar de las oscuridades de la fe, seguimos creyendo y madurando en los misterios que nos da vida, porque sabemos en Quien hemos puesto nuestra esperanza y en Quien confiamos, y que Su Palabra es Verdad y Vida.
Así pues, debemos buscar y mantener una constante relación con el Espíritu Santo que es quien puede darnos a conocer el misterio de Dios, y ayudarnos a profundizar en Él, no para alcanzar una sabiduría humana, sino para alcanzar la sabiduría de Dios: “sabiduría, sí, hablamos entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino que, como está escrito: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios”.
sábado, 6 de mayo de 2023
Alcanzó a todos su Misericordia
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre la carta a los Romanos
Nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo y somos miembros los unos de los otros, tal como está escrito, y es Cristo quien nos une, mediante los vínculos de la caridad: Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando el muro que los separaba; él ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas. Conviene, pues, que tengamos todos un mismo sentir: que, si un miembro sufre, los demás miembros sufran con él y que, si un miembro es honrado, se alegren todos los miembros.
Acogeos unos a otros —dice el Apóstol—, como Cristo nos acogió para gloria de Dios. Nos acogeremos unos a otros si nos esforzamos en tener un mismo sentir; llevando los unos las cargas de los otros, conservando la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Así es como nos acogió Dios a nosotros en Cristo. Pues no engaña el que dice: Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo por nosotros. Fue entregado, en efecto, para la redención de la vida de todos nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, redimidos de la muerte y del pecado. Y el mismo Apóstol explica el objetivo de esta realización de los designios de Dios, cuando dice que Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos, por exigirlo la fidelidad de Dios. Pues, como Dios había prometido a los patriarcas que los bendeciría en su descendencia futura y que los multiplicaría como las estrellas del cielo, por esto apareció en la carne y se hizo hombre el que era Dios y la Palabra en persona, el que conserva toda cosa creada y da a todos la incolumidad, por su condición de Dios. Vino a este mundo en la carne, mas no para ser servido, sino, al contrario, para servir, como dice él mismo, y entregar su vida por la redención de una multitud.
Él afirma haber venido de modo visible para cumplir las promesas hechas a Israel. Decía en efecto: No me ha enviado Dios sino a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Por esto, con verdad afirma Pablo que Cristo consagró su ministerio al servicio de los judíos, para dar cumplimiento a las promesas hechas a los padres y para que los paganos alcanzasen misericordia, y así ellos también le diesen gloria como a creador y hacedor, salvador y redentor de todos. De este modo alcanzó a todos la misericordia divina, sin excluir a los paganos, de manera que el designio de la sabiduría de Dios en Cristo obtuvo su finalidad; por la misericordia de Dios, en efecto, fue salvado todo el mundo, en lugar de los que se habían perdido.
viernes, 5 de mayo de 2023
Muchos senderos, un solo Camino
De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
Éste es, amados hermanos, el camino por el que llegamos a la salvación, Jesucristo, el sumo sacerdote de nuestras oblaciones, sostén y ayuda de nuestra debilidad.
Por él, podemos elevar nuestra mirada hasta lo alto de los cielos; por él, vemos como en un espejo el rostro inmaculado y excelso de Dios; por él, se abrieron los ojos de nuestro corazón; por él, nuestra mente, insensata y entenebrecida, se abre al resplandor de la luz; por él, quiso el Señor que gustásemos el conocimiento inmortal, ya que él es el resplandor de su gloria y ha llegado a ser tanto mayor que los ángeles, cuanto es más augusto que el de ellos el nombre que ha recibido en herencia.
Militemos, pues, hermanos, con todas nuestras fuerzas, bajo sus órdenes irreprochables.
Fijémonos en los soldados que prestan servicio bajo las órdenes de nuestros gobernantes: su disciplina, su obediencia, su sometimiento en cumplir las órdenes que reciben. No todos son generales ni comandantes ni centuriones ni oficiales ni todos tienen alguna graduación; sin embargo, cada cual, en el sitio que le corresponde, cumple lo que le manda el rey o cualquiera de sus jefes. Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad depende precisamente de la conjunción de todos.
Tomemos como ejemplo a nuestro cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada, como tampoco los pies sin la cabeza; los miembros más ínfimos de nuestro cuerpo son necesarios y útiles a la totalidad del cuerpo; más aún, todos ellos se coordinan entre sí para el bien de todo el cuerpo. Procuremos, pues, conservar la integridad de este cuerpo que formamos en Cristo Jesús, y que cada uno se ponga al servicio de su prójimo según la gracia que le ha sido asignada por donación de Dios.
El fuerte sea protector del débil, el débil respete al fuerte; el rico dé al pobre, el pobre dé gracias a Dios por haberle deparado quien remedie su necesidad. El sabio manifieste su sabiduría no con palabras, sino con buenas obras; el humilde no dé testimonio de sí mismo, sino deje que sean los demás quienes lo hagan. El que es casto en su cuerpo no se gloríe de ello, sabiendo que es otro quien le otorga el don de la continencia.
Consideremos, pues, hermanos, de qué materia fuimos hechos, cuáles éramos al entrar en este mundo; de qué sepulcro y tinieblas nos sacó nuestro Creador, para introducirnos en su mundo, donde ya de antemano, antes de nuestra existencia, nos tenía preparados sus dones.
Por esto debemos dar gracias a aquel de quien nos vienen todos estos bienes, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
jueves, 4 de mayo de 2023
El mandato del Amor
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
El Señor Jesús declara que da a sus discípulos un mandato nuevo por el que les prescribe que se amen mutuamente unos a otros: Os doy —dice— el mandato nuevo: que os améis mutuamente.
¿Es que no existía ya este mandato en la ley antigua, en la que hallamos escrito: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? ¿Por qué, pues, llama nuevo el Señor a lo que nos consta que es tan antiguo? ¿Quizá la novedad de este mandato consista en el hecho de que nos despoja del hombre viejo y nos reviste del nuevo? Porque renueva en verdad al que lo oye, mejor dicho, al que lo cumple, teniendo en cuenta que no se trata de un amor cualquiera, sino de aquel amor acerca del cual el Señor, para distinguirlo del amor carnal, añade: Como yo os he amado.
Éste es el amor que nos renueva, que nos hace hombres nuevos, herederos del Testamento nuevo, capaces de cantar el cántico nuevo. Este amor, hermanos muy amados, es el mismo que renovó antiguamente a los justos, a los patriarcas y profetas, como también después a los apóstoles, y el mismo que renueva ahora a todas las gentes, y el que hace que el género humano, esparcido por toda la tierra, se reúna en un nuevo pueblo, en el cuerpo de la nueva esposa del Hijo único de Dios, de la cual se dice en el Cantar de los cantares: ¿Quién es ésa que sube toda ella resplandeciente de blancura? Resplandeciente, en verdad, porque está renovada, y renovada por el mandato nuevo.
Por eso, en ella, todos los miembros tienen entre sí una mutua solicitud: si sufre uno de los miembros, todos los demás sufren con él, y, si es honrado uno de los miembros, se alegran con él todos los demás. Es porque escuchan y guardan estas palabras: Os doy el mandato nuevo: que os améis mutuamente, no con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman los seres humanos por ser humanos, sino con el amor con que se aman porque están deificados y son hijos del Altísimo, de manera que son hermanos de su Hijo único y se aman entre sí con el mismo amor con que Cristo los ha amado, para conducirnos hasta aquella meta final en la que encuentran su plenitud y la saciedad de todos los bienes que desean. Entonces, en efecto, todo deseo se verá colmado, cuando Dios lo será todo en todas las cosas.
Este amor es don del mismo que afirma: Como yo os he amado, para que vosotros os améis mutuamente. Por esto nos amó, para que nos amemos unos a otros; con su amor nos ha otorgado el que estemos unidos por el amor mutuo y, unidos los miembros con tan dulce vínculo, seamos el cuerpo de tan excelsa cabeza.
miércoles, 3 de mayo de 2023
Creed en mis obras
"Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano".
Pablo tiene necesidad de recordarle a los corintios el Evangelio, siendo que son una comunidad nueva y recién han comenzado a vivir la Buena Noticia. Y, a nosotros no estaría mal que nos lo recordara una vez más, porque si a aquellos que todavía tenían el vivo recuerdo del primer anuncio, ¡cuánto más a nosotros que se nos ha mezclado con mil anuncios más!
"Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí".
El Evangelio tiene como base el anuncio de la salvación, gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo, pero esa es la base fundamental, porque después de creer eso para nuestra salvación tenemos que comenzar a vivir de acuerdo a Sus Palabras. Y ahí está cuando no nos acordamos mucho de Sus Palabras y vamos incorporando a Su Vocabulario palabras mundanas, o mejor dicho, vamos incorporando mandamientos mundanos a las exigencias del Evangelio de Jesucristo.
No nos basta recordar sólo la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, sino dejar que Su Palabra penetre en nuestro corazón para que podamos vivir como el Padre nos mostró por medio del Hijo, y que el Hijo hizo explícito en nuestras palabras y con su vida.
Porque así como Jesús le dijo a Felipe:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras".
También nos dice a nosotros, y nosotros tenemos que pensar que también lo podríamos decir a los demás: quien me ve a mí ve a Jesús, si no creéis en mis palabras, creed en mis obras, porque mis obras hablan de Jesús.