miércoles, 25 de enero de 2017

La fuerza de la convesión

Son muchos, y no pocos, los grandes santos que nos muestran el gran poder de la conversión. Digo el gran poder de la conversión porque en muchas vidas la conversión ha sido un gran poder que han recibido, no porque hayan podido hacer grandes cosas o grandes milagros, sino porque sus vidas cobraron un gran valor después de encontrarse con Jesús y comenzar el Camino de la Santidad.
San Pablo es una de esas personas que nunca ha ocultado quién era y lo que fue a partir del momento que conoció a Jesús, mostrándonos así que no hemos de ocultar nuestro pasado, sino hacer ver el hermoso poder del Amor de Dios por cada uno de nosotros que, a pesar de que nuestro pecado sea rojo como la grana Él lo vuelve blanco como la nieve.
En muchos casos nos perdemos la fuerza de la gracia de la conversión porque nos cuesta reconocer nuestros pecados verdaderos y digo "pecados verdaderos", porque no siempre reconocemos los verdaderos pecados, sino que acostumbramos a confesar, como niños pequeños, las "diabluras" de todos los días y dejamos de lado todo lo que hace al pecado contra el amor.
San Pablo no se alegra de lo que fue, ni se avergüenza de lo que fue, sino que lo que fue ha sido una etapa en su vida que la vivió con total confianza en Dios; pero, cuando se encontró con Jesús su vida cambió. Comenzó un nuevo camino que lo llevó a una vida nueva en el Amor a Jesús y como Jesús fue entregando día a día la Palabra de Dios con todo el amor y el sacrifico que pudo dar, sabiendo que día a día le esperaban nuevos retos y nuevos esfuerzos a realizar.
Como él mismo dice: "por tres veces clamé a Dios que me librara de mi pecado; y por tres veces Él me contestó 'te basta mi Gracia'", comprendiendo que a pesar de su pecado tenía que seguir confiando en la Gracia de Dios, que desde su pequeñez lo que tenía que sobresalir en su vida era el poder de su Salvador y no la virtud del instrumento, que, igualmente, el Señor se encargó de alumbra nuestras vidas con una vida de entrega y sacrificio constante en bien de la Evangelización.
La fuerza de la conversión o, mejor dicho, la Gracia de la Conversión que se nos da cada vez que reconocemos nuestro pecado y debilidad, y hacemos nuestro re-encuentro con el Señor y los hermanos, nos permite volver a sentir la fuerza de un Amor Apasionado que nos une, cada día más, al Corazón de Jesús, haciendo que nuestra vida se una más y más a su Vida, y, como San Pablo poder seguir "combatiendo el combate de la fe", un combate que nos llevará toda la vida, hasta que el Señor venga a buscarnos para entrar a formar parte de Su Reino. Mientras tanto, aquí en este mundo, seguirá la lucha de nuestro espíritu contra nuestra carne, y de nuestra carne contra nuestro espíritu, haciéndonos cada día más conscientes de nuestra pequeñez y más seguros del Poder de Dios que actuará en nuestras vidas en la medida que dejamos nuestras vidas en Sus Manos para hacer siempre Su Voluntad y no la nuestra.

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