lunes, 23 de enero de 2017

El motor de nuestra vida

Nos dice Jesús:
"En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre»
Siempre es una afirmación de Jesús que nos causa un poco de miedo porque siempre pensamos que todo se nos puede perdonar, pero no es así, pues hay algo que no se puede perdonar: el pecado contra el Espíritu Santo. Ya alguna vez he hablado de esto pero en realidad siempre nos viene bien recordar el por qué.
El Espíritu Santo es quien impulsa en nosotros el deseo de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, infunde en nosotros sus siete dones para que cada día podamos iluminar nuestras vidas con su Luz, y todo aquello que, desde nuestra vida cristiana queremos o debemos hacer, es inspirada e impulsada por Él. El Espíritu Santo es como el motor que impulsa a un vehículo para andar, si un vehículo no tiene motor no puede andar.
Por eso, cuando un cristiano reniega o niega al Espíritu Santo no tiene el motor que lo impulsa hacia Dios, y si no tiene el motor no puede, ni siquiera reconocer la culpa, pedir perdón e iniciar el camino de la conversión.
Y esto nos hace pensar el camino contrario: necesitamos todos los días pedir los Dones del Espíritu para poder recorrer el Camino de la Santidad que nos ha manifestado el Señor. Nuestra vida en santidad es impulsada, sostenida y fortalecida por el Espíritu Santo. Es Él quien no lleva hasta el Altar del Sacrificio para alimentarnos con la Palabra del Señor y con el Pan de la Vida, para que toda nuestra vida sea una vida consagrada al Padre.
Así cuando dejamos de pedir al Espíritu su asistencia es cuando comenzamos a perder el "ánimo", el espíritu para perseverar en el Camino de la Santidad, en el Camino de la Fidelidad a Dios, en el Camino del Amor. Es Él el motor de nuestra vida, el combustible que hace arder el corazón de nuestra vida hacia la Verdadera Vida que nos da el Señor, e ilumina nuestra vida para que nuestra vida sea luz para aquellos que no encuentran el Camino hacia el Señor.
De este modo no es tan importante pensar en el pecado contra Él, sino pensar en que necesitamos de Él para vivir cada día en Su Gracia.

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