jueves, 6 de octubre de 2016

Seguimos al Espíritu de Dios?

Creo que San Pablo se ha enfadado un poco con la Comunidad de los gálatas:
"¡Oh insensatos Gálatas!
¿Quién os ha fascinado a vosotros, a cuyos ojos se presento a Cristo crucificado?
Solo quiero que me contestéis a esto: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley,o por haber escuchado con fe?
¿Tan insensatos sois? ¿Empezasteis por el espíritu para terminar con la carne?"
¿Por qué tanto enfado? Porque habían recibido no sólo el Don de la Fe, sino también habían visto prodigios y habían experimentado en sus propias vidas los frutos del Espíritu. Pero, como nos sucede a todos, los días pasan y, muchas veces, la rutina y el agobio del día a día nos van llevando del Espíritu a la carne. Nos vamos olvidando poco a poco lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado; nos olvidamos de lo que Dios ha realizado en nosotros y de lo que habíamos prometido cuando asumimos el ser cristianos.
Y volvemos a la rutina del mundo, nos volvemos a posicionar junto a tantos otros que no tienen fe ni esperanza, y dejamos, no de creer, pero sí de vivir en Dios. Y no es que hayamos perdido la fe o hayamos renegado de Dios, sino que simplemente vamos aceptando las cosas del mundo sin cuestionarlas, y vamos dejando de lado las vivencias del Espíritu, a quién sí cuestionamos.
Nos encontramos, seguramente, más de una vez y de dos, cuestionando a Dios por tal o cual cosa, poniendo gritos al Cielo por esto o por aquello, pero nunca cuestionamos al mundo por el mal, por el dolor, por la injusticia. Cuando suceden cosas que no nos gustan no cuestionamos el hecho de no haber actuado mejor, o de no haber implorado lo suficiente. No cuestionamos que el hombre mundano esté cada día más obsesionado por sí mismo, siendo egoísta, materialista, viviendo un círculo de violencia constante ¡y tantas otras cosas más! que no son culpa de Dios, sino de los hombres que nos hemos alejado de la Ley de Dios.
Hace bien San Pablo en hablarle tan fuerte a los gálatas, porque sólo cuando escuchamos una fuerte advertencia nos detenemos a mirar, a pensar y es el momento de detenernos a pensar cómo vamos caminando, a qué espíritu hemos dejado entrar en nuestras vidas y qué espíritu estamos viviendo o quién es el que anima nuestras vidas.

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