sábado, 8 de octubre de 2016

Bienaventurados los que cumplen la palabra de Dios y la cumplen

Les recuerda San Pablo a los Gálatas:
"Cuantos habéis ido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos según la promesa."
No es solo una idea, sino que es una realidad en nuestras vidas, al decir de San Juan: "no sólo nos llamamos hijos de Dios sino que lo somos realmente". Es una realidad que debemos "aprovechar" día a día, porque si la vivimos podremos vivir una vida bienaventurada como nos la promete el Señor, porque el hijo de Dios no sólo es el que se llama así, sino el que vive así.
"En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:
-«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo:
-«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Miremos a María ¿no nos parece acaso la Bienaventurada? ¿Nos la imaginamos triste y desolada, desesperanzada y amargada? No, porque Ella supo llevar a la vida aquellas Palabras que siempre escuchaba, por eso pudo abrir su corazón de par en par a la Voluntad de Dios y ser colmada de Gracias y Bendiciones:
"Me llamarán bienaventurada a los largo de generaciones, porque el Todopoderoso hizo en mí grandes cosas".
Ella dejó que Dios hiciera grandes cosas en su vida, y Dios pudo hacerla porque Ella fue disponible y obediente a Su Palabra:
"¡Hágase en mí según tu palabra!"
El hombre de hoy, nosotros, busca la felicidad en las cosas del mundo, y esa felicidad un día sí y otro también se esfuma, porque es una felicidad superficial. Y por eso constantemente anda buscando nuevos placeres, nuevas metas para alcanzar la felicidad. Sin embargo los hijos de Dios tenemos a nuestro alcance la mayor de las bienaventuranzas pero no somos capaces de alcanzarla porque no dejamos actuar, totalmente, a Dios en nuestras vidas.
"Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".

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