San Pablo le cuenta a los gálatas un hecho sufrido entre él y San Pedro y les dice:
"Pero cuando vi que no se comportaban correctamente, según la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos:
-«Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?».
Cuando se quiere e intenta vivir según el Evangelio siempre surgen situaciones en las que la corrección fraterna es necesaria, no porque quien corrige sea el mejor, sino porque el espíritu te inspira a ayudar al hermano a seguir por el Camino emprendido.
Es cierto que siempre cuestan las correcciones y las llamadas de atención, pero no sólo cuestan para quien las recibe, sino que también cuestan para quién las debe hacer. Porque a nadie nos gusta que nos corrijan, queramos o no todos tenemos nuestro cierto orgullo y por eso nos duele que nos corrijan, pero si realmente queremos vivir el Evangelio nos vamos a dar cuenta que es una Gracia tener hermanos que nos ayuden a no desviarnos del Camino.
Pero fijaos un detalle que señala Pablo: "cuando vi que no se comportaban correctamente, según la verdad del Evangelio", y ahí está el mejor argumento para una corrección fraterna: ¿por qué corrijo a mi hermano? ¿en qué baso mi corrección? Es el Evangelio y el Espíritu Santo quienes deben guiar nuestras llamadas de atención y nuestras correcciones fraternas, dejando de lado nuestros sentimientos, nuestros orgullos, o nuestros rencores, sólo sirve aquello que es para ayudar al otro a mejorar su vida según el Evangelio.
Y, si a esta recomendación de San Pablo le sumamos el Evangelio de hoy, nos vamos a dar cuenta que nuestra vida, para que todo esto sea realmente de Dios, tiene que estar muy "regada" por la oración, pues cuando estamos "cubiertos" por la Gracia del Señor, aunque las correcciones sean costosas hacerlas o recibirlas, podremos hacerlas o aceptarlas de la mejor manera pues veremos con claridad que todo es para nuestro bien.
El rezo del Padrenuestro nos hace tomar esa conciencia clara de que como hermanos que somos buscamos, en todo momento, construir el Reino de los Cielos aquí en la tierra como en el Cielo, y eso sólo lo lograremos haciendo la Voluntad de Dios y viviendo en plenitud aquello que Jesús nos aconseja en el Evangelio.
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