"En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban".
La misión que Jesús le encomendó a los Doce nos la vuelve a encomendar a los que somos parte de esta Iglesia Católica y Apostólica, porque hoy, más que nunca, se nos llama a una Nueva Evangelización. ¿Por qué una nueva evangelización? Porque si bien están las raíces del cristianismo en toda Europa, falta volver a vivir el Evangelio de Jesús, pues nos hemos quedado en el cumplir con formalidades y formas, pero en la vida cotidiana falta mucho aún por vivir, y, sobre todo, por transmitir a las nuevas generaciones un espíritu cristiano.
Para muchos hay que “renovar” la Iglesia, pero ese renovar quiere decir que hay que modificar el Evangelio de Jesús, y eso es algo que no se puede hacer. Pero sí podemos renovarnos en cuanto hemos de poder volver a vivir la vida cristiana como la vivieron los primeros cristianos:
El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado.
Nos hemos olvidado de lo esencial de nuestra vida cristiana: la vida común en el amor. Nuestras comunidades no son, en general, y en algunos casos, un modelo de vida en el amor, de amor fraternal, sino que hay divisiones, desuniones, rencores, y, hasta en algunos casos, falta de fe en la resurrección. En otros casos unimos o mezclamos en nuestra vida cotidiana otras religiones, otras creencias, otras ideas o ideologías que no son propias del Evangelio de Cristo, y, por eso, no somos testigos creíbles de la Verdad del Evangelio.
Por eso necesitamos volver a evangelizarnos, los de adentro primero, para poder llevar la Buena Noticia a los de afuera, porque si no creemos en lo que predicamos ¿cómo los demás van a creer en nuestras palabras? Habrá que comenzar a reconocer nuestros errores y pecados, convertirnos y así poder comenzar a predicar con nuestra vida lo que queremos compartir con los demás.
Y quizás volver a repetir lo que dijo San Francisco de Asís: tu vida puede que sea el único evangelio que algunos lean. Por lo tanto, necesitamos, con sinceridad de corazón encontrar caminos de conversión para poder volver a vivir y recorrer el camino de la santidad como nos lo mostró Jesús.
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