domingo, 7 de julio de 2024

Escuchar al hermano

«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe”.

Una de las causas segundas por medio de las que Dios nos ayuda a discernir Su Voluntad son nuestros hermanos, aquellos que conviven con nosotros, ya sea de la familia o amigos o comunidad parroquial o de trabajo. Pero no siempre escuchamos o queremos escuchar lo que nos dicen de parte de Dios, pues, muchas veces, nos ayudarán a ver nuestros errores o nos mostrarán otro camino por el que no queremos ir.
Así le ocurrió a Jesús, como sabían de dónde venía, quiénes era de su familia, entonces “¿qué me vas a venir a decir tú si eres de aquí?” Y no querían creer, no querían escuchar, y por eso se perdieron de descubrir en Jesús al Salvador, al Mesías.
A nosotros nos suele pasar algo similar: no queremos escuchar a nuestros padres cuando nos aconsejan, o a nuestros hermanos mayores cuando nos quieren advertir de algo, o en nuestra comunidad cuando nos dicen algo que nos saca de nuestros planes. El argumento siempre será el mismo para aquél que no quiere vivir en la Voluntad de Dios: si tú vives igual que yo ¡qué me vas a decir!
Por eso, aquel refrán popular: no hay peor sordo que el que no quiere oír, es como el ejemplo para el evangelio de hoy.
Otras veces, pedimos signos, pedimos milagros, para ver, para oír, para descubrir a Dios, pero no nos damos cuenta de que nos está hablando constantemente pero el tema es que no estamos preparados o no hemos madurado en el silencio orante, tanto como para escucharlo en el silencio como para escucharlo a través de nuestros hermanos.
Y, cuando nos ocurra algo así seguramente nos perderemos de recibir la Gracia del Señor, o de descubrir lo que Él quiere de mí. Pero, también puede ocurrir que sea yo el profeta enviado por Dios, y, cuando descubramos que no quieren oír lo que Dios tiene que decirles, como Jesús, dejamos de insistir, porque les falta fe, o como diría Él mismo: son duros de cerviz y no van a entender.
Estar abiertos al Don de Dios, es estar abiertos a recibir de parte de Dios Su Palabra, ya sea por inspiración o por mi hermano, pero nunca dejemos que nuestros prejuicios nos impidan escuchar y aceptar lo que Dios nos quiera decir por sus instrumentos, sea quien sea.

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