"La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo".
“Sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo”.
Si, he repetido la misma frase porque es una frase que, hoy en día, puede ser molesta para muchos. ¿Por qué? Porque Jesús nos enseña que Su Reino, el Reino del Padre no es de este mundo, ni tan siquiera se parece a los reinos de este mundo, ni tampoco gobierna como quieren gobernar los de este mundo. Y esto se puede unir a aquello que le dijo Jesús a los apóstoles cuando la madre de los Zebedeos pidió que sus hijos estén a su derecha y a su izquierda: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Pero, lamentablemente, como estamos en el mundo (y nos olvidamos de que no somos del mundo) el pecado del apetito de poder se nos pega en el cuerpo y pretendemos actuar dentro de la Iglesia igual que el mundo. Es por ello por lo que siguen surgiendo, en nuestras comunidades, divisiones, desavenencias, rivalidades, y todo aquello que no es propio de una comunidad que viva en el espíritu de Cristo.
Y ¿cómo hacer que el pecado original deje de actuar en nosotros? Primero, tenemos que tomar conciencia que somos tan buenos y santos como nos creemos, y que, nuestros pensamientos y actuar, lo tenemos que examinar, más detenidamente, a la Luz del Amor de Cristo por nosotros para descubrir que nos falta mucho para vivir. Claro que no es de escandalizarnos que nos falte mucho para crecer, sino que escandaliza que creamos que ya no tenemos nada que modificar en nuestras vidas.
Y, segundo, saber que si no nos alimentamos de la Gracia de Cristo (entiéndase: confesión, reconciliación, Palabra, Eucaristía) entonces siempre va a dominarnos el pecado original y los pecados cotidianos, nuestros instintos y no el Espíritu de Cristo que habita en nosotros. Por eso necesitamos, siempre, recordar que está el pecado latente en nosotros, y que, satanás siempre nos engañará con el hecho de decirnos que “yo soy así, si me quieren bien”, y no es así, ¿qué es lo que Dios te está pidiendo cambiar?
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