lunes, 8 de julio de 2024

Dejate persuadir

"Esto dice el Señor:
«Yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón.
Allí responderá como en los días de su juventud, como el día de su salida de Egipto".
¡Cuanta falta nos hace irnos con el Señor al desierto!
Vivimos en un mundo lleno de ruidos y de sensaciones que nos distraen, completamente, del encuentro con el Señor. La vida cotidiana está llena de ruidos, de cosas, de trabajo, de idas y venidas, que no nos dan tiempo (o no nos lo hacemos) para estar en silencio con el Señor, y así nuestro espíritu se va volviendo viejo, cansado, agobiado, sin metas ni horizontes.
Por eso necesitamos que el Señor nos persuada y nos lleve al desierto para hablarnos al corazón y que podamos renovar nuestro espíritu, para renovar nuestro entusiasmo de seguir siendo Fieles a la Vida que Él nos regaló y nos enseñó a vivir y, que un día, nos entusiasmó y nos encendió.
Cuando escuchamos o pensamos que ya somos mayores para algunas cosas, cuando pensamos que a esta altura de nuestra vida no podemos, ¡pues sí! si te dejas persuadir por el Señor, siempre podrás, no porque tú puedas sino porque Él nos va a dar la Gracia para renovar nuestro entusiasmo, nos va a transmitir el fuego del Espíritu para encendernos en alegría, esperanza, fortaleza, capacidad de amar, de perdonar, de estar al servicio, en fin, de todo aquello que una vez tuvimos necesidad y experiencia pero que, con el tiempo, con las ocupaciones de "mayores" fuimos perdiendo.
Hoy el mundo necesita cristianos entusiasmados por lo que creen, cristianos vivos que vivan la alegría de ser hijos de Dios, cristianos convencido que sólo el Amor triunfará, cristianos que sean capaces de dar envidia por la vida comunitaria, llena de amor, de amistad, de unidad.
Pero, a veces, nos encontramos con cristianos tristes o tristes cristianos (como dice el Papa) que no dan vida, que generan divisiones, que rompen la unidad, que no viven de acuerdo al Evangelio, que desprecian la Eucaristía, que desprecian la oración y la Palabra, y que no son Fieles, en fin, a la Vida que el Señor les dio.
Y, el Señor, nos vuelve a encender la esperanza. No importa que los demás no quieran, pero ¿yo quiero renovar mi espíritu? Porque es a mí a quién el Señor llama de manera personal, porque Él quiere que yo comience a vivir y que sea, como Él nos pide: luz para iluminar, sal para dar sabor, fermento para contagiar y aumentar el valor de la masa. No esperes que los demás aprueben, quizás, tu decisión de vivir en el Señor, sino que la invitación es personal y sólo tú puedes dar el Sí, sincero, confiado y valiente al Señor.
Él nos espera para que el Reino de los Cielos se establezca en la tierra y los constructores somos nosotros con la Gracia del Señor.

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