domingo, 23 de julio de 2023

Sembradores de cizaña

"Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.

Es realmente una pena ver que en las comunidades cristianas hay muchos sembradores de mala semilla. La envidia, el orgullo herido, la vanidad, y tantos otros defectos que tenemos los hijos de Dios, nos ayudan a ser, muchas veces, sembradores de cizaña en el campo de Dios.
Cuando las iniciativas de evangelización, los nuevos grupos y carismas surgen en una comunidad, siempre habrá quienes quieran, salvando una costumbre muy antigua (“aquí nunca se hizo así”), buscan con mentiras o medias verdades destruir lo que puede ser una Obra de Dios.
Escribiendo esto me acordaba de una intervención del fariseo Gamaliel ante el juicio de Jesús en el Sanedrín, él dijo lo siguiente:
En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios. Hch. 5, 38-39.
Es claro que no le hicieron caso a Gamaliel y todos se pusieron en contra de Jesús, porque pensaban que quería destruir la Ley y los Profetas, y por eso se complotaron y decidieron darle muerte al Mesías. También es claro que, ante esa conspiración, el Señor no opuso resistencia, sino que dejó que la Obra de Dios continuara su curso.
Por eso mismo el Señor, en esa parábola que hoy escuchamos, nos enseña a no querer quitar la cizaña mientras va creciendo, porque arruinaremos o arrancaremos la buena semilla, también. Será Dios quien haga germinar la buena semilla. Pero para que la buena semilla germine y se muera la cizaña debemos regar el campo con el agua de la Gracia de Dios, un agua que recibimos en la oración, en los sacramentos, y, fundamentalmente, en la Eucaristía.
Así que debemos seguir preparando el campo de nuestro corazón, quitar todo aquello que no es de Dios: rencores, espíritu de venganza, temores, orgullo, etc., para que la Gracia tenga lugar para llenar nuestro corazón de buenos deseos y palabras, para que lo que salga de nuestros labios sea sólo aquello que Dios ha sembrado en nuestro corazón, y no nos dejemos atrapar por las telarañas maliciosas de los que ciegos por su orgullo, quieran destruir la Obra de Dios.
Sabemos que en el mundo siempre se continuará sembrando cizaña en contra de Dios, pero los Hijos de Dios, tenemos que ser más astutos para dejar a Dios que continúe la Obra que inició con y en nosotros.

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