jueves, 13 de julio de 2023

El ejemplo de José

«Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí, pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros».
¿Qué es lo que vemos en esta frase de José a sus hermanos? ¿Rencor? ¿Venganza? ¿Odio? ¿Misericordia? ¿Confianza en Dios?
"Dios escribe derecho con renglones torcidos", decimos, a veces. Pero nunca nos lo creemos de verdad, porque cuando parece que nuestra vida se tuerce a ¿quien le echamos la culpa? O, si no le echamos la culpa a nadie vamos guardando rencor en el alma, y, a veces, espíritu de venganza: "ya vendrá a pedirme algo...", "esta la anoto para luego"...
Sin embargo, José, después de haber sentido que sus hermanos lo querían matar, pero al final lo vendieron, no guardó rencor hacia ellos, sino que aceptó ese camino y abrió su corazón a lo que Dios le pidiera vivir: "pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros".
Es que nos metemos tanto en el mundo, aceptamos tanto las cosas del mundo, que el espíritu de venganza, de rencor y tantas otras cosas más, nos terminan pareciendo normales para nuestra vida. Y no es así. Los hijos de Dios que hemos nacido en la Pila Bautismal y llevamos su Espíritu en nosotros, no podemos actuar como actúan los hijos del mundo, porque no se nos ha dado un espíritu mundano, sino un Espíritu Divino, y los frutos de este Espíritu son amor, paz, fraternidad, misericordia, esperanza, alegría...
Porque, además, cuando vamos guardando rencor en nuestra alma ese rencor va echando raíces, y los frutos de él no son de paz, sino de guerra, guerra contra aquello o aquél que me hizo daño; no son frutos de amor, sino de odio y de venganza; o, en algunos momentos o casos, nos quedamos con la indiferencia que, también, es una forma de dar muerte a quien no quiero.
Por eso el Señor nos invita siempre a llevar nuestros dolores, por medio de la oración, a Su Cruz, y ahí dar muerte a todo lo que nos aflige, a todo lo que no nos deja ser verdaderos hermanos en Cristo, y, sobre todo, a todo aquello que nos impide amar como Jesús nos ha amado.
En la Cruz de Cristo podemos dar muerte a todo aquello que no es de Dios, y que, sin embargo, sigue viviendo en nuestro corazón. Pero hemos de saber que llevar todo a la Cruz de Cristo implica un claro esfuerzo y disposición del corazón, un esfuerzo que logramos hacer con la oración sincera y con la fuerza del Espíritu, por eso cuanto más tardemos en dar muerte a aquello que no nos deja en paz, mas difícil será encontrar esa paz que Dios quiere para mí.
José aceptó perdonar a sus hermanos y dejarse conducir por Dios, y así pudo perdonar y vivir la misericordia y compasión en el momento en que el Señor le puso enfrente a aquellos que tanto mal le quisieron causar.

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