martes, 18 de julio de 2023

Ay de tí...

"En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza".
A veces no nos damos cuenta cuántas excusas ponemos para no convertirnos, o mejor dicho, cuántas excusas ponemos para no darle la razón a quien la tiene y me está diciendo que estoy equivocado. Por eso mismo el Señor se pone a recriminar a las ciudades, y, por lo tanto, también a nosotros, porque si se hubieran hecho los mismos milagros ¿nos convertiríamos?
Cuando el corazón está tan cerrado no es posible la conversión, cerrado sobre uno mismo, porque nuestro YO tiene miedo de que le digan lo que tiene que hacer, tenemos miedo de que nos muestren nuestro pecado, y, sobre todo de reconocer que no somos tan buenos como nos creíamos.
Y por eso, como decía mi formador (Efraín): no tengo miedo de no encontrar en el infierno a algunos, sino que tengo miedo de no encontrar en el cielo a otros. Aunque nos suene extraño es así, porque por la misericordia de Dios pasarán al Cielo aquello que, incluso al final de sus días, puedan llegar a convertirse, pero, además, la misericordia del Señor es infinita y puede llegar a ver algo de caridad en el corazón más difícil. Pero cuando nuestro corazón está cerrado a la conversión porque nos creemos más buenos y santos que los demás, y no nos abrimos a lo que mi hermano me está diciendo o la misma Palabra me está mostrando, es porque no tenemos intención de convertirnos, aunque seamos los más devotos de los devotos. Y, por eso mismo el Señor nos vuelve a decir:
"Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Es cierto que la misericordia del Señor es infinita, pero también lo es su justicia, y va tan unida a la misericordia que las dos actúan igualmente, por eso en la báscula figuran las dos. Así que si tu hermano te dice que te estás equivocando, intenta abrir el corazón pues por la boca de tu hermano habla el Señor, ese es el milagro que estabas esperando pero que no quieres ver.

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