domingo, 16 de julio de 2023

Donde has sembrado?

"Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron".

Cuando comenzamos a escuchar el principio de una parábola o de un Evangelio, en la misa, o en una lectura reflexiva, enseguida vamos al final, pues nos lo acordamos. El caso es que acordarse de cómo es el final hace que no nos fijemos en el resto de la frase o de la parábola o del Evangelio, porque en todo el texto siempre hay algo que nos puede “sonar” diferente, y ese algo es lo que Dios quiere decirme en ese momento y para ese día.
Seguramente eso nos pasará en este fin de semana al escuchar la parábola del sembrador, aunque sea en una versión corta, pero ya sabemos cómo se va a desarrollar y qué va a decir Jesús.
Entonces, si ya sabemos cómo nos la va a explicar Jesús nos tendríamos que preguntar: ¿cómo es la tierra de mi corazón? ¿La Palabra podrá echar raíces profundas y crecer como un árbol frondoso? ¿La Palabra echará raíces pobres y se secará pronto? ¿Vendrán las obligaciones diarias y nos hará olvidar de la Palabra de Dios? ¿Vendrán las ansiedades, los problemas, los dolores y me olvidaré de lo que me dijo el Señor?
Porque, en realidad, de eso se trata, de que la Palabra me ayude a cuestionarme seriamente, pero no para decir que no vivo nada de la Palabra de Dios, sino para saber que todavía no estoy preparado para que esa Palabra se haga vida en mí. O que todavía sigo siendo débil ante los sucesos del día y por eso no puedo sobrellevar con buen ánimo lo que me sucede, sino que me pongo de mal cuerpo y me desquito con el primero que se cruza en mi camino.
Cuando la Palabra de Dios no echa buenas raíces en nuestra vida, es entonces cuando no he captado la intención de Dios para mi vida, y esa Palabra no me ayudará a ser Fiel a Su Voluntad, sino que, por los avatares del día a día, me olvido de lo escuchado y sólo me dejo llevar por mis instintos e impulsos, y por eso no doy testimonio cristiano.
No es que cuando la Palabra eche buenas raíces en mi vida ya seré como los ángeles del cielo, ¡pues no! seguiré siendo tan humano como siempre, pero me acordaré de lo que el Señor me ha enseñado e intentaré ponerlo en práctica, para que sea un instrumento de paz y no de guerra. Por eso necesitaré siempre del Don de perseverar en la reflexión y meditación de la Palabra, para que siempre esté mi corazón lleno de Ella.
 

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