domingo, 30 de julio de 2023

Sacar de los nuevo y lo viejo

Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que ese ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

Un escriba, en tiempos de Jesús, era alguien que sabía interpretar la Ley y los Profetas, sabía lo que tenía que vivir y cómo lo tenía que vivir de acuerdo con lo que prescribía la religión judía. Y ¿por qué Jesús dice que tiene que sacar de su tesoro lo nuevo y lo antiguo? Porque Jesús predica un nuevo estilo de vida, no sin tener en cuenta la Ley y los Profetas: “no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle plenitud”, por eso aquellos que decían saber mucho de la Ley y los Profetas y aceptaban el Camino que predicaba Jesús, entonces tenían que revisar lo que sabían y creían y poner en práctica lo que Jesús les intentaba explicar acerca del Reino de los Cielos.
Y ¿a nosotros qué nos dice esta exhortación de Jesús? Que siempre tenemos que hacer un examen de conciencia. ¿Por qué? Porque no siempre obramos como deberíamos según la Voluntad de Dios. A veces creemos que, porque somos buenos, todo está bien. Pero no nos detenemos a ver si lo que estamos haciendo, planeando, o diciendo es realmente lo que Dios nos está pidiendo.
Por eso, aunque nos creamos los mejores cristianos o católicos, como los escribas en tiempos de Jesús, tendremos que meter la cabeza en el arcón del corazón y mirar si todo lo que hay ahí es bueno o no. No es que lo que haya sea malo, sino que, muchas veces creo que soy el mejor de todos, y ya, por sólo pensar eso, no lo soy. Tendré que revisar mi corazón no sólo a la Luz de 10 mandamientos, sino también, y, sobre todo, a la luz de la carta a los Corintios. Sí, aquella del amor ¿os acordáis?
Sí, cada día que pasa tenemos que dar una vuelta más de tuerca a nuestra vida, porque nos vamos acostumbrando a vivir de determinada manera, y nos olvidamos de mirarnos a la Luz del Evangelio. Se nos van pegando las cosas del mundo y, aunque no sean cosas malas, si las examinamos con la Lupa de Dios, veremos que no todo lo que parece bueno es bueno para el Reino de los Cielos, y eso es lo que queremos y tenemos que construir todos: “venga a nosotros tu Reino, hágase Tú Voluntad, en la tierra como en el Cielo”. Y ¿quién tiene que hacer la Voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo? Cada uno de acuerdo con la vocación recibida, y todos porque el Señor nos ha llamado a “sed santos porque vuestro Padre Celestial es Santo… sed perfectos porque vuestro Padre Celestial es Perfecto”, y todo eso es en el Amor.

sábado, 29 de julio de 2023

Acción y contemplación

A Santa Marta la recordamos, generalmente, por aquél momento en que le reprocha a Jesús que María, su hermana, no hacía nada en la casa mientras ella estaba haciéndolo todo, y Jesús le responde: "Marta, Marta, te inquietas y te afanas por muchas cosas, María ha elegido la mejor parte y no le será quitada". Quizás, después de esas palabras Marta encontró, también, la mejor parte y, seguramente, no dejó de hacer, también, las cosas de la casa. Exacto, porque no son incompatibles la acción con la contemplación.
Y en el evangelio de hoy vemos cómo Marta ha dado un gran testimonio de fe que nos sirve para nuestra vida:
"Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
El gran testimonio de fe hacia Jesús lo dieron, según el evangelio, pocas personas y a pocas personas le reveló, Jesús, directamente quién era. Y eso nos ayuda a nosotros a no dudar de en Quién creemos, ni tampoco a saber el destino de los que mueren en el Señor.
Marta nos ayuda a entender que los que mueren no van a un lugar desconocido, sino que resucitan en Cristo a la Vida Nueva en el Reino de los Cielos, y esa es nuestra Fe, es nuestro Consuelo y nuestra Esperanza. ¿Por qué dicen algunos "en el lugar en que estés"? ¿No crees en que Cristo es la Resurrección y la Vida? ¿No crees en el Reino de los Cielos? ¿No crees que en la Casa del Padre hay muchas moradas y que Él ha ido a prepararnos un lugar? ¿No crees que un día volveremos, por la Gracia de Dios y nuestra perseverancia, a encontrarnos todos juntos en la Casa Paterna?
Marta nos ayuda a descubrir el gran valor de la contemplación en la vida cotidiana, porque nuestra vida (cada uno en su propia vocación o llamado: laico, religioso o sacerdote) tenemos un estilo propio de contemplación. Y, cada uno, debe vivirlo de una forma constante y continua para que la Fe siga madurando. ¿Cómo? Por medio de la oración, la reflexión de la palabra, la vida sacramental ¡hay tantos medios de madurar en la fe! y que muchas veces no los usamos, que llegamos a ser, finalmente, cristianos mediocres que no testimoniamos con nuestra vida la Vida que Jesús nos regaló.

viernes, 28 de julio de 2023

Cristo murió por todos

De las Confesiones de san Agustín, obispo.

Señor, el verdadero mediador que por tu secreta misericordia revelaste a los humildes, y lo enviaste para que con su ejemplo aprendiesen la misma humildad, ese mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, apareció en una condición que lo situaba entre los pecadores mortales y el Justo inmortal: pues era mortal en cuanto hombre, y era justo en cuanto Dios. Y así, puesto que la justicia origina la vida y la paz, por medio de esa justicia que le es propia en cuanto que es Dios destruyó la muerte de los impíos al justificarlos, esa muerte que se dignó tener en común con ellos.
¡Oh, cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único, sino que lo entregaste por nosotros, que éramos impíos! ¡Cómo nos amaste a nosotros, por quienes tu Hijo no hizo alarde de ser igual a ti, al contrario se rebajó hasta someterse a una muerte de cruz! Siendo como era el único libre entre los muertos, tuvo potestad para dar su vida y para recobrarla nuevamente. Por nosotros se hizo ante ti vencedor y víctima: vencedor, precisamente por ser víctima; por nosotros se hizo ante ti sacerdote y sacrificio: sacerdote, precisamente del sacrificio que fue él mismo. Siendo tu Hijo, se hizo nuestro servidor, y nos transformó para ti de esclavos en hijos.
Con razón tengo puesta en él la firme esperanza de que sanarás todas mis dolencias por medio de él, que está sentado a tu diestra y que intercede por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque más grande es tu medicina. De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros.
Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mis miserias, había meditado en mi corazón y decidido huir a la soledad; mas tú me lo prohibiste y me tranquilizaste, diciendo: Por eso murió Cristo por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para aquel que murió por ellos.
He aquí, Señor, que ya arrojo en ti mi cuidado, a fin de que viva y pueda considerar las maravillas de tu ley. Tú conoces mi ignorancia y mi flaqueza: enséñame y sáname. Tu Hijo único, en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, me redimió con su sangre. No me opriman los soberbios, que yo tengo en cuenta mi rescate, y lo como y lo bebo y lo distribuyo y, aunque pobre, deseo saciarme de él en compañía de aquellos que comen de él y son saciados por él. Y alabarán al Señor los que lo buscan.

jueves, 27 de julio de 2023

Para que puedan entender

«¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender".
A nosotros, por el Don de la Fe, se nos han dado a conocer los secretos del reino de los cielos, no sólo a los apóstoles que escuchaban a Jesús, sino también a nosotros, gracias a que ellos nos transmitieron no sólo las palabras de Jesús, sino que por la imposición de manos de los apóstoles y los obispos, nos transmitieron el Don de la Vida Nueva en el Espíritu. Es por ello que, como hijos de Dios, se nos han dado a conocer los secretos del reino de los Cielos. Y, ahora, nosotros, como los apóstoles, somos quienes tenemos la misión de seguir transmitiendo lo que hemos recibido: la Buena Noticia de la Salvación.
Y, además de ser una Gracia para nuestras vidas, es una responsabilidad, porque hay muchos que buscan el sentido de la vida sin encontrarlo, lo buscan en muchos lugares, pero no lo encuentran, y no lo buscan donde está: en Dios. Sin embargo, nosotros que lo conocemos y que lo necesitamos, no lo mostramos, porque no siempre somos luz en las tinieblas, sino que seguimos confundiendo a los que necesitan nuestra luz, pues "adornamos" nuestra fe con mentiras mundanas que confunden y no dejan ver con claridad el tesoro que llevamos en nuestra alma.
Es cierto que, también, no hay peor sordo que el que no quiere oír, pero hemos de gritar con nuestra vida quién es Cristo, quién el El Padre Todopoderoso, dónde está el Camino hacia la Vida, y poder dejar bien claro por dónde y cómo recorrerlo para vivir en Él, para estar en Él, para estar con Él. Como diría san Francisco de Asís, somos, quizás el único evangelio que muchos leerán, por eso debemos escribir bien las páginas de nuestra vida cristiana, para que cuando lo lean puedan entender y alcanzar la Vida.

miércoles, 26 de julio de 2023

El valor de nuestros abuelos y mayores

Hoy, en el día de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, recordamos a nuestros abuelos y a nuestros mayores, a aquellos que hicieron que hoy nosotros estemos aquí.
Cuando hablamos de abuelos y mayores no cabe otra cosa que dar Gracias a Dios por haberlos reunido, por haberles dado la capacidad de amarse y de amarnos, porque por el amor la vida se hace presente en todo momento, y esa vida tiene sus raíces en la vida de ellos.
Hoy, lamentablemente, hay muchos abuelos y mayores que están solos, que después de una larga vida de amor y trabajo, de haber construido una familia, o no, pero sí de haber construido una familia de amistad y de corazón, permanecen mucho tiempo en soledad. ¿Por qué? Creo, porque no somos capaces de valorar sus vidas, sus entregas, sus desvelos, sus esfuerzos, todo lo que ellos hicieron por nuestra familia, por nuestra sociedad, por nuestro país.
A veces me encuentro con gente que no conoce la historia de sus abuelos: de dónde vinieron, cómo se conocieron, donde trabajaron, qué sufrieron, cómo amaron... Porque esas historias son parte de nuestra historia, de nuestra vida, todo eso está también dentro nuestro.
Valorar sus vidas y sus historias, es valorar, también, nuestras vidas e historias, porque son le humus que fertiliza y fortalece nuestras vidas, porque su sabiduría de vida nos ayuda, siempre, a ser más sabios, a aprender de lo que hicieron, y no para no cometer errores, sino para aprender a vivir.
En este mundo en donde todo es desechable, pareciera que, también, las historias de nuestros mayores lo son. No digo sólo sus vidas, sino sus historias, porque sus historias son lo más valiosos que tenemos, porque son nuestra historia.
Sentarnos a escucharlos tiene que ser una exigencia vital para cada uno, sentarnos a que nos cuenten sus vidas es, casi, una obligación, o debería serlo, para sus familias y, principalmente, para los más pequeños, para que aprendamos a valorar lo que tenemos, pues ellos hicieron posible que hoy tengamos lo que tenemos.
Y, así, toda la mañana podría estar diciendo cosas de ellos, de cómo valorar y confiar en sus años, en su sabiduría, en su amor, en su vida y en sus historias.

martes, 25 de julio de 2023

Partícipes de la Pasión de Cristo

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo

Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Haz que se siente uno a tu derecha y otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís.» Luego añade: ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo que beber o recibir el bautismo con que yo he de ser bautizado? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. No es éste tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros.»
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Podéis beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo tengo que beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de «bautismo», para significar con ello que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos responden: Sí, podemos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? En efecto, mi cáliz lo beberéis y recibiréis el bautismo que yo he de recibir. Grandes son los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta y así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mi otorgarlo; es para quienes lo ha reservado mi Padre.» Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se disgustaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la predicación como en la realización de los milagros, como leemos en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio.

lunes, 24 de julio de 2023

Una sola oración, una sola esperanza

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios.

Como en las personas de vuestra comunidad que tuve la suerte de ver, os contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.
Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.
Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él —nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles—, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.
Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

domingo, 23 de julio de 2023

Sembradores de cizaña

"Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.

Es realmente una pena ver que en las comunidades cristianas hay muchos sembradores de mala semilla. La envidia, el orgullo herido, la vanidad, y tantos otros defectos que tenemos los hijos de Dios, nos ayudan a ser, muchas veces, sembradores de cizaña en el campo de Dios.
Cuando las iniciativas de evangelización, los nuevos grupos y carismas surgen en una comunidad, siempre habrá quienes quieran, salvando una costumbre muy antigua (“aquí nunca se hizo así”), buscan con mentiras o medias verdades destruir lo que puede ser una Obra de Dios.
Escribiendo esto me acordaba de una intervención del fariseo Gamaliel ante el juicio de Jesús en el Sanedrín, él dijo lo siguiente:
En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios. Hch. 5, 38-39.
Es claro que no le hicieron caso a Gamaliel y todos se pusieron en contra de Jesús, porque pensaban que quería destruir la Ley y los Profetas, y por eso se complotaron y decidieron darle muerte al Mesías. También es claro que, ante esa conspiración, el Señor no opuso resistencia, sino que dejó que la Obra de Dios continuara su curso.
Por eso mismo el Señor, en esa parábola que hoy escuchamos, nos enseña a no querer quitar la cizaña mientras va creciendo, porque arruinaremos o arrancaremos la buena semilla, también. Será Dios quien haga germinar la buena semilla. Pero para que la buena semilla germine y se muera la cizaña debemos regar el campo con el agua de la Gracia de Dios, un agua que recibimos en la oración, en los sacramentos, y, fundamentalmente, en la Eucaristía.
Así que debemos seguir preparando el campo de nuestro corazón, quitar todo aquello que no es de Dios: rencores, espíritu de venganza, temores, orgullo, etc., para que la Gracia tenga lugar para llenar nuestro corazón de buenos deseos y palabras, para que lo que salga de nuestros labios sea sólo aquello que Dios ha sembrado en nuestro corazón, y no nos dejemos atrapar por las telarañas maliciosas de los que ciegos por su orgullo, quieran destruir la Obra de Dios.
Sabemos que en el mundo siempre se continuará sembrando cizaña en contra de Dios, pero los Hijos de Dios, tenemos que ser más astutos para dejar a Dios que continúe la Obra que inició con y en nosotros.

sábado, 22 de julio de 2023

Encontré al amor de mi alma

De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios

María Magdalena, cuando llegó a al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación: María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro.
Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el fin se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y también: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.
Jesús dijo: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial.» María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama «rabbuní»,es decir: «maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

viernes, 21 de julio de 2023

El testigo interior

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará. Muchas veces nuestra débil alma, cuando recibe por sus buenas acciones el halago de los aplausos humanos, se desvía hacia los goces exteriores, posponiendo las apetencias espirituales, y se complace, con un abandono total, en las alabanzas que le llegan de fuera, encontrando así mayor placer en ser llamada dichosa que en serlo realmente. Y así, embelesada por las alabanzas que escucha, abandona lo que había comenzado. Y aquello que había de serle un motivo de alabanza en Dios se le convierte en causa de separación de él. Otras veces, por el contrario, la voluntad se mantiene firme en el bien obrar, y, sin embargo, sufre el ataque de las burlas de los hombres; hace cosas admirables, y recibe a cambio desprecios; de este modo, pudiendo salir fuera de sí misma por las alabanzas, al ser rechazada por la afrenta, vuelve a su interior, y allí se afinca más sólidamente en Dios, al no encontrar descanso fuera. Entonces pone toda su esperanza en el Creador y, frente al ataque de las burlas, implora solamente la ayuda del testigo interior; así, el alma afligida, rechazada por el favor de los hombres, se acerca más a Dios; se refugia totalmente en la oración, y las dificultades que halla en lo exterior hacen que se dedique con más pureza a penetrar las cosas del espíritu.
Con razón, pues, se afirma aquí: El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará, porque los malvados, al reprobar a los buenos, demuestran con ello cuál es el testigo que buscan de sus actos. En cambio, el alma del hombre recto, al buscar en la oración el remedio a sus heridas, se hace tanto más acreedora a ser escuchada por Dios cuanto más rechazada se ve de la aprobación de los hombres.
Hay que notar, empero, cuán acertadamente se añaden aquellas palabras: Como lo soy yo; porque hay algunos que son oprimidos por las burlas de los hombres y, sin embargo, no por eso Dios los escucha. Pues, cuando la burla tiene por objeto alguna acción culpable, entonces no es ciertamente ninguna fuente de mérito.
El hombre honrado y cabal es el hazmerreír. Lo propio de la sabiduría de este mundo es ocultar con artificios lo que siente el corazón, velar con las palabras lo que uno piensa, presentar lo falso como verdadero y lo verdadero como falso.
La sabiduría de los hombres honrados, por el contrario, consiste en evitar la ostentación y el fingimiento, en manifestar con las palabras su interior, en amar lo verdadero tal cual es, en evitar lo falso, en hacer el bien gratuitamente, en tolerar el mal de buena gana, antes que hacerlo; en no quererse vengar de las injurias, en tener como ganancia los ultrajes sufridos por causa de la justicia. Pero esta honradez es el hazmerreír, porque los sabios de este mundo consideran una tontería la virtud de la integridad. Ellos tienen por una necedad el obrar con rectitud, y la sabiduría según la carne juzga una insensatez toda obra conforme a la verdad.

jueves, 20 de julio de 2023

Qué es la caridad?

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

La ley de Dios, de que se habla en este lugar, debe entenderse que es la caridad, por la cual podemos siempre leer en nuestro interior cuáles son los preceptos de vida que hemos de practicar. Acerca de esta ley, dice aquel que es la misma Verdad: Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros. Acerca de ella dice san Pablo: Amar es cumplir la ley entera. Y también: Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas; y así cumpliréis la ley de Cristo. Lo que mejor define la ley de Cristo es la caridad, y esta caridad la practicamos de verdad cuando toleramos por amor las cargas de los hermanos.
Pero esta ley abarca muchos aspectos, porque la caridad celosa y solícita incluye los actos de todas las virtudes. Lo que empieza por sólo dos preceptos se extiende a innumerables facetas.
Esta multiplicidad de aspectos de la ley es enumerada adecuadamente por Pablo, cuando dice: La caridad es comprensiva, la caridad no presume ni se engríe; no es ambiciosa ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
La caridad es comprensiva, porque tolera con ecuanimidad los males que se le infligen. Es benigna, porque devuelve generosamente bien por mal. No tiene envidia, porque, al no desear nada de este mundo, ignora lo que es la envidia por los éxitos terrenos. No presume, porque desea ansiosamente el premio de la retribución espiritual, y por esto no se vanagloria de los bienes exteriores. No se engríe, porque tiene por único objetivo el amor de Dios y del prójimo, y por esto ignora todo lo que se aparta del recto camino.
No es ambiciosa, porque, dedicada con ardor a su provecho interior, no siente deseo alguno de las cosas ajenas y exteriores. No es egoísta, porque considera como ajenas todas las cosas que posee aquí de modo transitorio, ya que sólo reconoce como propio aquello que ha de perdurar junto con ella. No se irrita, porque, aunque sufra injurias, no se incita a sí misma a la venganza, pues espera un premio muy superior a sus sufrimientos. No lleva cuentas del mal, porque, afincada su mente en el amor de la pureza, arrancando de raíz toda clase de odio, su alma está libre de toda maquinación malsana.
No se alegra de la injusticia, porque, anhelosa únicamente del amor para con todos, no se alegra ni de la perdición de sus mismos contrarios. Goza con la verdad, porque, amando a los demás como a sí misma, al observar en los otros la rectitud, se alegra como si se tratara de su propio provecho. Vemos, pues, como esta ley de Dios abarca muchos aspectos.

martes, 18 de julio de 2023

Ay de tí...

"En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza".
A veces no nos damos cuenta cuántas excusas ponemos para no convertirnos, o mejor dicho, cuántas excusas ponemos para no darle la razón a quien la tiene y me está diciendo que estoy equivocado. Por eso mismo el Señor se pone a recriminar a las ciudades, y, por lo tanto, también a nosotros, porque si se hubieran hecho los mismos milagros ¿nos convertiríamos?
Cuando el corazón está tan cerrado no es posible la conversión, cerrado sobre uno mismo, porque nuestro YO tiene miedo de que le digan lo que tiene que hacer, tenemos miedo de que nos muestren nuestro pecado, y, sobre todo de reconocer que no somos tan buenos como nos creíamos.
Y por eso, como decía mi formador (Efraín): no tengo miedo de no encontrar en el infierno a algunos, sino que tengo miedo de no encontrar en el cielo a otros. Aunque nos suene extraño es así, porque por la misericordia de Dios pasarán al Cielo aquello que, incluso al final de sus días, puedan llegar a convertirse, pero, además, la misericordia del Señor es infinita y puede llegar a ver algo de caridad en el corazón más difícil. Pero cuando nuestro corazón está cerrado a la conversión porque nos creemos más buenos y santos que los demás, y no nos abrimos a lo que mi hermano me está diciendo o la misma Palabra me está mostrando, es porque no tenemos intención de convertirnos, aunque seamos los más devotos de los devotos. Y, por eso mismo el Señor nos vuelve a decir:
"Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Es cierto que la misericordia del Señor es infinita, pero también lo es su justicia, y va tan unida a la misericordia que las dos actúan igualmente, por eso en la báscula figuran las dos. Así que si tu hermano te dice que te estás equivocando, intenta abrir el corazón pues por la boca de tu hermano habla el Señor, ese es el milagro que estabas esperando pero que no quieres ver.

lunes, 17 de julio de 2023

Aceptar los males

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

El apóstol Pablo, considerando en sí mismo las riquezas de la sabiduría interior y viendo al mismo tiempo que en lo exterior no es más que un cuerpo corruptible, dice: Llevamos este tesoro en vasos de barro. En el bienaventurado Job, el vaso de barro experimenta exteriormente las desgarraduras de sus úlceras, pero el tesoro interior permanece intacto. En lo exterior crujen sus heridas, pero del tesoro de sabiduría que nace sin cesar en su interior emanan estas palabras llenas de santas enseñanzas: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? Entiendo por bienes los dones de Dios, tanto temporales como eternos, y por males las calamidades presentes, acerca de las cuales dice el Señor por boca del profeta: Yo soy el Señor y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia.
Artífice de la luz, creador de las tinieblas, porque, cuando por las calamidades exteriores son creadas las tinieblas del sufrimiento, en lo interior se enciende la luz del conocimiento espiritual. Autor de la paz, creador de la desgracia, porque precisamente entonces se nos devuelve la paz con Dios, cuando las cosas creadas, que son buenas en sí, pero que no siempre son rectamente deseadas, se nos convierten en calamidades y causa de desgracia. Por el pecado perdemos la unión con Dios; es justo, por tanto, que volvamos a la paz con él a través de las calamidades; de este modo, cuando cualquier cosa creada, buena en sí misma, se nos convierte en causa de sufrimiento, ello nos sirve de corrección, para que volvamos humildemente al autor de la paz.
Pero en estas palabras de Job, con las que responde a las imprecaciones de su esposa, debemos considerar principalmente lo llenas que están de buen sentido. Dice, en efecto: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? Es un gran consuelo en medio de la tribulación acordarnos, cuando llega la adversidad, de los dones recibidos de nuestro Creador. Si acude en seguida a nuestra mente el recuerdo reconfortante de los dones divinos, no nos dejaremos doblegar por el dolor. Por esto dice la Escritura: En el día dichoso no te olvides de la desgracia, en el día desgraciado no te olvides de la dicha. En efecto, aquel que en el tiempo de los favores se olvida del temor de la calamidad cae en la arrogancia por su actual satisfacción. Y el que en el tiempo de la calamidad no se consuela con el recuerdo de los favores recibidos es llevado a la más completa desesperación por su estado mental.
Hay que juntar, pues, lo uno y lo otro, para que se apoyen mutuamente; así el recuerdo de los favores templará el sufrimiento de la calamidad, y la previsión y temor de la calamidad moderará la alegría de los favores. Por esto aquel santo varón, en medio de los sufrimientos causados por sus calamidades, calmaba su mente angustiada por tantas heridas con el recuerdo de los favores pasados, diciendo: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

domingo, 16 de julio de 2023

Donde has sembrado?

"Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron".

Cuando comenzamos a escuchar el principio de una parábola o de un Evangelio, en la misa, o en una lectura reflexiva, enseguida vamos al final, pues nos lo acordamos. El caso es que acordarse de cómo es el final hace que no nos fijemos en el resto de la frase o de la parábola o del Evangelio, porque en todo el texto siempre hay algo que nos puede “sonar” diferente, y ese algo es lo que Dios quiere decirme en ese momento y para ese día.
Seguramente eso nos pasará en este fin de semana al escuchar la parábola del sembrador, aunque sea en una versión corta, pero ya sabemos cómo se va a desarrollar y qué va a decir Jesús.
Entonces, si ya sabemos cómo nos la va a explicar Jesús nos tendríamos que preguntar: ¿cómo es la tierra de mi corazón? ¿La Palabra podrá echar raíces profundas y crecer como un árbol frondoso? ¿La Palabra echará raíces pobres y se secará pronto? ¿Vendrán las obligaciones diarias y nos hará olvidar de la Palabra de Dios? ¿Vendrán las ansiedades, los problemas, los dolores y me olvidaré de lo que me dijo el Señor?
Porque, en realidad, de eso se trata, de que la Palabra me ayude a cuestionarme seriamente, pero no para decir que no vivo nada de la Palabra de Dios, sino para saber que todavía no estoy preparado para que esa Palabra se haga vida en mí. O que todavía sigo siendo débil ante los sucesos del día y por eso no puedo sobrellevar con buen ánimo lo que me sucede, sino que me pongo de mal cuerpo y me desquito con el primero que se cruza en mi camino.
Cuando la Palabra de Dios no echa buenas raíces en nuestra vida, es entonces cuando no he captado la intención de Dios para mi vida, y esa Palabra no me ayudará a ser Fiel a Su Voluntad, sino que, por los avatares del día a día, me olvido de lo escuchado y sólo me dejo llevar por mis instintos e impulsos, y por eso no doy testimonio cristiano.
No es que cuando la Palabra eche buenas raíces en mi vida ya seré como los ángeles del cielo, ¡pues no! seguiré siendo tan humano como siempre, pero me acordaré de lo que el Señor me ha enseñado e intentaré ponerlo en práctica, para que sea un instrumento de paz y no de guerra. Por eso necesitaré siempre del Don de perseverar en la reflexión y meditación de la Palabra, para que siempre esté mi corazón lleno de Ella.
 

sábado, 15 de julio de 2023

No soy Dios

 

La historia de José nos sigue dando pistas a nuestra vida:
"Pero José les respondió:
«No temáis ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos".
Cuando sus hermanos vinieron a él después de la muerte de su padre, creyeron que José iba a tomar venganza por lo que le habían dicho. Esa respuesta de José nos ayuda a ver hasta qué punto uno puede estar seguro de quién es de cómo ha de vivir, y, sobre todo, descubrir el querer de Dios, incluso, en los acontecimientos más duros de la vida.
"¿Soy yo acaso Dios?", una pregunta que afirma que él no es Dios, que tiene una clara conciencia que hay cosas que no le corresponden a él, que no nos corresponden a nosotros: el juicio y la condena le corresponden al Señor, pues nosotros no tenemos esa capacidad, sino que, como Él, hemos de usar la misericordia y el perdón.
Como siempre, lo que Dios nos muestra o nos pide, seguramente, no serán pasos fáciles en nuestra vida, pero son los mejores que podemos dar, con la ayuda de su Gracia, pues de otra forma nos convertiremos, o intentaremos, convertirnos en Dios y eso no nos conviene, pues no sabremos tomar las medidas, las palabras o las obras más justas y necesaria en los momentos de dolor.
Por eso Jesús nos habla de la confianza en la Providencia Divina, pues si confiamos en el Padre, entonces sabremos dejar lugar a su actuar en nuestras vidas, para encontrar la paz que necesitamos. Si no lo logramos nos pasará como a muchos les pesa que creen que son dios y su soberbia no les permite ver los errores que están cometiendo, pues creen que sólo ellos tienen la razón y la verdad.

viernes, 14 de julio de 2023

Vivir con caridad

 De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.


Ya veis, queridos hermanos, cuán grande y admirable cosa es la caridad, y cómo no es posible describir su perfección. ¿Quién será capaz de estar en ella, sino aquellos a quienes Dios mismo hiciere dignos? Roguemos, pues, y supliquémosle que, por su misericordia, nos permita vivir en la caridad, sin humana parcialidad, irreprochables. Todas las generaciones, desde Adán hasta el día de hoy, han pasado; mas los que fueron perfectos en la caridad, según la gracia de Dios, ocupan el lugar de los justos, los cuales se manifestarán en la visita del reino de Cristo. Está escrito, en efecto: Entrad en los aposentos, mientras pasa mi cólera, y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros sepulcros.

Dichosos nosotros, queridos hermanos, si hubiéremos cumplido los mandamientos de Dios en la concordia de la caridad, a fin de que por la caridad se nos perdonen nuestros pecados. Porque está escrito: Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuya boca no se encuentra engaño. Esta bienaventuranza fue concedida a los que han sido escogidos por Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Roguemos, pues, que nos sean perdonadas cuantas faltas y pecados hayamos cometido por asechanzas de nuestro adversario, y aun aquellos que han encabezado sediciones y banderías deben acogerse a nuestra común esperanza. Pues los que proceden en su conducta con temor y caridad prefieren antes sufrir ellos mismos y no que sufran los demás; prefieren que se tenga mala opinión de ellos mismos, antes que sea vituperada aquella armonía y concordia que justa y bellamente nos viene de la tradición. Más le vale a un hombre confesar sus caídas, que endurecer su corazón.

Ahora bien, ¿hay entre vosotros alguien que sea generoso? ¿Alguien que sea compasivo? ¿Hay alguno que se sienta lleno de caridad? Pues diga: «Si por mi causa vino la sedición, contienda y escisiones, yo me retiro y me voy a donde queráis, y estoy pronto a cumplir lo que la comunidad ordenare, con tal de que el rebaño de Cristo se mantenga en paz con sus ancianos establecidos.» El que esto hiciere se adquirirá una grande gloria en Cristo, y todo lugar lo recibirá, pues del Señor es la tierra y cuanto la llena. Así han obrado y así seguirán obrando quienes han llevado un comportamiento digno de Dios, del cual no cabe jamás arrepentirse.

jueves, 13 de julio de 2023

El ejemplo de José

«Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis, ni os pese el haberme vendido aquí, pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros».
¿Qué es lo que vemos en esta frase de José a sus hermanos? ¿Rencor? ¿Venganza? ¿Odio? ¿Misericordia? ¿Confianza en Dios?
"Dios escribe derecho con renglones torcidos", decimos, a veces. Pero nunca nos lo creemos de verdad, porque cuando parece que nuestra vida se tuerce a ¿quien le echamos la culpa? O, si no le echamos la culpa a nadie vamos guardando rencor en el alma, y, a veces, espíritu de venganza: "ya vendrá a pedirme algo...", "esta la anoto para luego"...
Sin embargo, José, después de haber sentido que sus hermanos lo querían matar, pero al final lo vendieron, no guardó rencor hacia ellos, sino que aceptó ese camino y abrió su corazón a lo que Dios le pidiera vivir: "pues para preservar la vida me envió Dios delante de vosotros".
Es que nos metemos tanto en el mundo, aceptamos tanto las cosas del mundo, que el espíritu de venganza, de rencor y tantas otras cosas más, nos terminan pareciendo normales para nuestra vida. Y no es así. Los hijos de Dios que hemos nacido en la Pila Bautismal y llevamos su Espíritu en nosotros, no podemos actuar como actúan los hijos del mundo, porque no se nos ha dado un espíritu mundano, sino un Espíritu Divino, y los frutos de este Espíritu son amor, paz, fraternidad, misericordia, esperanza, alegría...
Porque, además, cuando vamos guardando rencor en nuestra alma ese rencor va echando raíces, y los frutos de él no son de paz, sino de guerra, guerra contra aquello o aquél que me hizo daño; no son frutos de amor, sino de odio y de venganza; o, en algunos momentos o casos, nos quedamos con la indiferencia que, también, es una forma de dar muerte a quien no quiero.
Por eso el Señor nos invita siempre a llevar nuestros dolores, por medio de la oración, a Su Cruz, y ahí dar muerte a todo lo que nos aflige, a todo lo que no nos deja ser verdaderos hermanos en Cristo, y, sobre todo, a todo aquello que nos impide amar como Jesús nos ha amado.
En la Cruz de Cristo podemos dar muerte a todo aquello que no es de Dios, y que, sin embargo, sigue viviendo en nuestro corazón. Pero hemos de saber que llevar todo a la Cruz de Cristo implica un claro esfuerzo y disposición del corazón, un esfuerzo que logramos hacer con la oración sincera y con la fuerza del Espíritu, por eso cuanto más tardemos en dar muerte a aquello que no nos deja en paz, mas difícil será encontrar esa paz que Dios quiere para mí.
José aceptó perdonar a sus hermanos y dejarse conducir por Dios, y así pudo perdonar y vivir la misericordia y compasión en el momento en que el Señor le puso enfrente a aquellos que tanto mal le quisieron causar.

lunes, 10 de julio de 2023

Buscar el interés de la comunidad

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.

Escrito está: Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se santificarán. Y otra vez, en otro lugar, dice: Con el hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás. Juntémonos, pues, con los inocentes y justos, porque ellos son elegidos de Dios. ¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías, escisiones y guerras? ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo? ¿A qué fin desgarramos y despedazamos los miembros de Cristo y nos sublevamos contra nuestro propio cuerpo, llegando a tal punto de insensatez que nos olvidamos de que somos los unos miembros de los otros?
Acordaos de las palabras de Jesús, nuestro Señor. El dijo, en efecto: ¡Ay de aquel hombre! Más le valiera no haber nacido, que escandalizar a uno solo de mis escogidos. Mejor le fuera que le colgaran una piedra de molino al cuello y lo hundieran en el mar, que no extraviar a uno solo de mis escogidos. Vuestra escisión extravió a muchos, desalentó a muchos, hizo dudar a muchos, nos sumió en la tristeza a todos nosotros. Y, sin embargo, vuestra sedición es contumaz.
Tomad en vuestra mano la carta del bienaventurado Pablo apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos del Evangelio? A la verdad, divinamente inspirado, os escribió acerca de sí mismo, de Cefas y de Apolo, como quiera que ya desde entonces fomentabais las parcialidades. Mas aquella parcialidad fue menos culpable que la actual, pues al cabo os inclinabais a apóstoles acreditados por Dios y a un hombre acreditado por éstos.
Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia, abierta para la vida, conforme está escrito: Abridme las puertas de la justicia, y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella. Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación. Enhorabuena que uno tenga carisma de fe, que otro sea poderoso en explicar los conocimientos, otro sabio en el discernimiento de discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor parezca uno ser, tanto más debe humillarse y buscar no sólo su propio interés, sino también el de la comunidad.

domingo, 9 de julio de 2023

Espíritu de niños

"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".

El camino de la infancia espiritual lo presentó varias veces Jesús, una vez en el evangelio de este domingo, y otra vez cuando nos dice: quien no se haga como este niño no entrará en el Reino de los Cielos.
Pero ¿qué es la infancia espiritual? Es el camino más simple, pero, también, el más complicado para vivir cuando somos adultos. Es difícil porque ya nos creemos grandes, sabedores de todo y, por eso mismo, totalmente independientes para actuar por nosotros mismos, sin depender de nada y, sobre todo, de nadie.
En cambio, los niños, siempre dependen de sus padres, necesitan de ellos, aunque no tengan uso de razón, pero saben que en sus manos será como mejor estén, porque ellos saben qué significan sus sollozos, a qué hora tienen que comer o a qué hora tienen que dormir, saben cuando deben llevarlos al médico y si hay algún medicamento que necesiten se lo dan aunque lloren al tomarlo.
Claro es que Dios no quiere que seamos hijos que no piensen, que no razonen, no nos quiere incautos que se crean todo sin tener razones para creer, sino que cuando maduramos en la fe, cuando, realmente, nos hemos encontrado con un Dios que es Padre y Todopoderoso, y que conocemos el Amor que nos tiene, entonces nos dejemos guiar por Él, como lo hizo María, que dejó su ego atrás y se entregó por entero a la Voluntad de Dios.
María es nuestro mejor modelo de infancia espiritual, pues dejó de ser adulta para creer en que la Voluntad del Padre, aunque en ese momento no comprendiera, era el mejor camino para alcanzar la felicidad. Es por ello por lo que, llena del Espíritu Santo, exclamó: mi alma canta la grandeza del Señor, porque ha mirado la humildad de su servidora, me llamarán Feliz todas las generaciones.
La infancia espiritual no es un camino para dejar de ser nosotros mismos, sino para alcanzar la plenitud de nuestro ser y llegar a ser lo que realmente queremos y necesitamos ser.
 

sábado, 8 de julio de 2023

No te compares

"En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercaron a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Generalmente tenemos la tentación de mirar lo que hacen los demás y, sobre todo, comparar y compararnos. Es lo que hicieron los discípulos de Juan Bautista, mirar lo hacían los discípulos de Jesús y compararse con lo que ellos hacían. ¿Cuál de los dos hacían bien las cosas y cuál no? Los dos, porque cada uno tenía una misión diferente y cada uno enseñaba desde su propia forma y modelo de vida.
Las comparaciones nunca son buenas, y más cuando queremos hacer las cosas más fáciles o sin tanto esfuerzo o sacrificio. Claro está que los discípulos de Juan, aparentemente, no querían ayunar tanto, pero los discípulos de Jesús tenían otra forma de ver las cosas, porque así se los enseñaba Jesús.
Cada uno de nosotros tiene un carisma y una misión diferente. Lo único que podríamos llegar a comparar es cómo de fiel soy a mi misión y a la Voluntad de Dios, con el día que pasó, para saber si he crecido o no, si he madurado o no, si he sido más fiel que ayer o no. Así sabré si voy por el buen camino o no.
Por eso Jesús le responde a los discípulos de Juan:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán".
Porque cada tiempo y cada momento tiene su propia misión y su propia respuesta desde Dios, no todos los días son lo mismo ni todos los tiempos son lo mismo. Si estamos abiertos a las inspiraciones del Espíritu, seguramente, viviremos el mismo Evangelio con diferente intensidad y de diferente modo, pero siempre será el mismo Evangelio. Por eso no tenemos que atarnos a lo que siempre se hizo, sino dejar que el Espíritu nos enseñe el cómo vivir, cada día, en fidelidad al Evangelio y no en fidelidad a lo que yo creo que es sin consultarlo con el Señor, y, sobre todo, no hacerlo comparándome con nadie, porque sólo a mí el Señor me va a pedir tal o cual cosa.

viernes, 7 de julio de 2023

Misericordia quiero

"Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "Misericordia quiero y no sacrificio": que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
¿Los fariseos se dan cuenta de que son fariseos? Hoy en día somos muchos los que hemos heredado esa forma de vivir: la farisaica. Es una forma de vivir que, para muchos, no es consciente, pero que, en definitiva, sabemos que es así. Y, lo peor es que no nos damos cuenta que somos fariseos en el día a día.
Cuando juzgamos a los demás y los condenamos, cuando miramos por el rabillo del ojo a alguien porque no es de nuestro agrado, cuando hablamos de una persona conocida y lo desautorizamos ante los demás, cuando callamos ante lo que otros dicen sobre otras personas... ¡Hay tantas formas de fariseísmo que sería imposible poder enumerarlas! Pero que, en definitiva, hablan de nuestra falta de empatía con los demás e, incluso, con uno mismo.
"Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas".
Y, si lo ponemos de otra forma sería: "no hagas a los demás lo que no te gusta que hagan contigo".
Es ahí donde le estoy diciendo a los demás: a mí no me importa que seáis fariseos conmigo, porque yo lo soy con vosotros. Pero eso no es la verdad, porque cuando hablan mal de mí o me entero que lo han hecho, seguramente, que me pongo mal, y si sé quién lo hizo, seguro que a esa persona no le hablo más o, por venganza, sigo hablando mal de ella.
Por eso Jesús nos pide que seamos misericordiosos, o en otros términos, que tengamos empatía con los demás, que no seamos tan justicieros o vengativos, sino que dejemos el juicio y la condena para el Señor, y no nos pongamos nosotros en esa tesitura, porque no tenemos lo que el Señor tiene para con nosotros y con todos: misericordia. Porque si Él nos juzgara a nosotros como nosotros juzgamos a nuestros hermanos, ¡pobre de nosotros!
En cambio sabemos que el Señor siempre usa de misericordia para juzgarnos, porque la misericordia es mayor que el juicio, pero siempre habrá un juicio sobre nuestras actitudes con nuestros hermanos, porque lo que mirará el Señor es el amor con que me relaciono con los demás, y no si he realizado muchos y buenos juicios y condenas sobre ellos.

jueves, 6 de julio de 2023

Revestidos de Cristo

Homilía de san Jerónimo, presbítero, a los recién bautizados, sobre el salmo cuarenta y uno.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Como la cierva del salmo busca las corrientes de agua, así también nuestros ciervos, que han salido de Egipto y del mundo, y han aniquilado en las aguas del bautismo al Faraón con todo su ejército, después de haber destruido el poder del diablo, buscan las fuentes de la Iglesia, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Que el Padre sea fuente, lo hallamos escrito en el libro de Jeremías: Me han abandonado a mí, la fuente de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua. Acerca del Hijo, leemos en otro lugar: Han abandonado la fuente de la sabiduría. Y del Espíritu Santo: El que beba del agua que yo le dé, se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna, palabras cuyo significado nos explica luego el evangelista, cuando nos dice que el Salvador se refería al Espíritu Santo. De todo lo cual se deduce con toda claridad que la triple fuente de la Iglesia es el misterio de la Trinidad.
Esta triple fuente es la que busca el alma del creyente, el alma del bautizado, y por eso dice: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. No es un tenue deseo el que tiene de ver a Dios, sino que lo desea con un ardor parecido al de la sed. Antes de recibir el bautismo, se decían entre sí: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Ahora ya han conseguido lo que deseaban: han llegado a la presencia de Dios y se han acercado al altar y tienen acceso al misterio de salvación.
Admitidos en el cuerpo de Cristo y renacidos en la fuente de vida, dicen confiadamente: Pasaré al lugar del tabernáculo admirable, hacia la casa de Dios. La casa de Dios es la Iglesia, ella es el tabernáculo admirable, porque en él resuenan los cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Decid, pues, los que acabáis de revestiros de Cristo y, siguiendo nuestras enseñanzas, habéis sido extraídos del mar de este mundo, como pececillos con el anzuelo: «En nosotros, ha sido cambiado el orden natural de las cosas. En efecto, los peces, al ser extraídos del mar, mueren; a nosotros, en cambio, los apóstoles nos sacaron del mar de este mundo para que pasáramos de muerte a vida. Mientras vivíamos sumergidos en el mundo, nuestros ojos estaban en el abismo y nuestra vida se arrastraba por el cieno; mas, desde el momento en que fuimos arrancados de las olas, hemos comenzado a ver el sol, hemos comenzado a contemplar la luz verdadera, y por esto, llenos de alegría desbordante, le decimos a nuestra alma: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: "Salud de mi rostro, Dios mío."»

miércoles, 5 de julio de 2023

No me toquen el bolsillo

Cuando Isaac el hijo de Abrahán y Sara creció, jugaba con el hijo de Abrahán y Agar (la sirvienta con quien había tenido un hijo, con el consentimiento de Sara, para que pudiera tener descendencia) Sara le dijo a Abrahán.
"Al ver que el hijo de Agar, la egipcia, y de Abrahán jugaba con Isaac, Sara dijo a Abrahán:
«Expulsa a esa criada y a su hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada con mi hijo Isaac».
Cuando Jesús expulsó a los demonios de las dos personas, y los echó a la piara de cerdos, éstos se tiraron al mar y murieron los cerdos, entonces los gadarenos le dijeron a Jesús:
"Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.
Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país".
¿Qué nos dicen estas dos enseñanzas? Que ya desde tiempos antiguos, cuando nos tocan el bolsillo nos olvidamos de todo, incluidas las personas.
Por la herencia de los padres siempre surgen peleas entre hermanos, y hasta, muchas veces, hay distanciamientos eternos de las familias.
Cuando nos piden que demos más de lo que pensábamos, entonces ya nos están pidiendo mucho.
Al morir los cerdos no se preocuparon de los que habían sido liberados del demonio, sino que habían perdido los cerdos. Sara no quiso compartir la herencia con el hijo de Agar, que también era hijo de Abrahán.
Puede ser mucha nuestra fe y nuestro amor hacia Dios, pero cuando alguien quiere tocarnos o meternos la mano en nuestro bolsillo, ahí se nos pierde el amor, la fe y la esperanza, quizás también.
El egoísmo y el querer tener son el lastre que llevamos en nuestros corazones desde tiempos remotos, por culpa del pecado original, quizás. Pero siempre vuelven a nuestras vidas. Podemos querer tener las mejores intenciones, y nos ofrecemos de corazón a todo lo que haya que hacer, pero cuando me piden algo más de lo que yo quiero dar (que muchas veces es el tiempo, el dinero, la ropa o los bienes que me sobran) entonces, ya no soy tan cristiano ni tan servidor, ni tan...
Por eso, Dios se ocupó del hijo de Agar, y por eso Jesús no hizo más milagros en el pueblo de los gedarenos, porque con nuestras actitudes dejamos de lado la verdadera caridad, y sólo cuidamos que no nos quiten lo que creemos que es nuestro. Sólo damos lo que nos sobra y que a nadie, ni a Dios, se le ocurra pedir algo más que eso... ni tan siquiera que le consagre mi vida en plenitud.

martes, 4 de julio de 2023

No mires atrás

«Ponte a salvo; por tu vida, no mires atrás ni te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer»... "La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal".
Al leer esto también pensaba en lo que Jesús nos dijo: "quien pone la mano en el arado y mirada hacia atrás no es digno de mí".
¿Por qué no poder mirar hacia atrás, hacia el pasado? Generalmente, cuando tenemos que tomar una decisión, sea grande o sea pequeña, que nos cambie la vida, no dudamos en mirar hacia atrás porque el pasado nos ata a algo o a alguien, aunque hayamos tenido malos momentos, pero también hemos tenido buenos momentos, y la añoranza por tener que dejar algo que conocemos nos produce cierto temor. Por eso, tanto Dios como Jesús, nos piden no mirar hacia atrás cuando nos piden dejar atrás el pasado, para comenzar una vida nueva, para dar un paso hacia algo que, en el pensar del Padre, será mejor para nuestra vida.
A veces, ese tener que tomar una nueva decisión o dar un cambio a nuestra vida implique dar un salto al vacío, sí, porque saltamos hacia algo que sólo Dios ve, pero que nosotros no podemos ver o imaginar, porque no tenemos la mirada de Dios. Pero, al dar el primer paso lo que seguramente vamos a tener es la Gracia de Dios suficiente y necesaria para seguir avanzando.
Clara es que para seguir avanzando con pie firme, hacia el futuro que Dios nos pide vivir, tenemos que seguir contando con su Gracia, por eso no mirar hacia atrás, porque tenemos que seguir mirando hacia adelante pues adelante está el Señor, adelante está la meta que Dios quiere que alcancemos en nuestra vida.
Escuchamos, a veces decir: "el pasado ha sido mejor". Claro que ha sido mejor, porque lo conocemos y, más de una vez, nos sentiremos seguros haciendo lo mismo o estando en el mismo lugar, pues lo conocemos. En cambio, el futuro, la nueva vida que el Señor nos pide vivir, no la conocemos y nos parece que no podremos vivir en ese estado, en ese trabajo, en esa situación. Y no es así.
Mirando hacia el futuro y confiando en la Providencia Divina que sostiene nuestro caminar, nos iremos encontrando, cada día, con nuevos momentos en los que vamos a descubrir, si hemos aprendido a mirar, la mano del Señor, su Gracia, Su Amor, Su Fortaleza y, sobre todo, iremos sintiendo la paz y la serenidad que nos da caminar en Su Presencia.

lunes, 3 de julio de 2023

Señor mío y Dios mío

De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios

Tomás, uno de los Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos en el momento de presentarse Jesús. Sólo este discípulo estaba ausente y, al volver y escuchar lo que había sucedido, no quiso creer lo que le contaban. Se presenta de nuevo el Señor y ofrece al discípulo incrédulo su costado para que lo palpe, le muestra sus manos y, mostrándole la cicatriz de sus heridas, sana la herida de su incredulidad. ¿Qué es, hermanos muy amados, lo que descubrís en estos hechos? ¿Creéis acaso que sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al venir oyese, que al oír dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese?
Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe. De este modo, en efecto, aquel discípulo que dudó y que palpó se convirtió en testigo de la realidad de la resurrección.
Palpó y exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿No has creído, Tomás, sino después de haberme visto?» Como sea que el apóstol Pablo dice: La fe es la firme seguridad de los bienes que se esperan, la plena convicción de las realidades que no se ven, es evidente que la fe es la plena convicción de aquellas realidades que no podemos ver, porque las que vemos ya no son objeto de fe, sino de conocimiento. Por consiguiente, si Tomás vio y palpó, ¿cómo es que le dice el Señor: No has creído, sino después de haberme visto? Pero es que lo que creyó supera a lo que vio. En efecto, un hombre mortal no puede ver la divinidad. Por esto lo que él vio fue la humanidad de Jesús, pero confesó su divinidad al decir: ¡Señor mío y Dios mío! Él, pues, creyó con todo y que vio, ya que, teniendo ante sus ojos a un hombre verdadero, lo proclamó Dios, cosa que escapaba a su mirada.
Y es para nosotros motivo de alegría lo que sigue a continuación: Dichosos los que sin ver han creído. En esta sentencia el Señor nos designa especialmente a nosotros, que lo guardamos en nuestra mente sin haberlo visto corporalmente. Nos designa a nosotros, con tal de que las obras acompañen nuestra fe, porque el que cree de verdad es el que obra según su fe. Por el contrario, respecto de aquellos que creen sólo de palabra, dice Pablo: Van haciendo profesión de conocer a Dios, y lo van negando con sus obras. Y Santiago dice: La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta.

domingo, 2 de julio de 2023

No eres digno de Mí

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí”.

Las exigencias del Evangelio, o las exigencias que Jesús nos ha pedido vivir para ser sus discípulos, son exigencias que hemos de aceptar si queremos ser cristianos. No son exigencias que nos obliga Jesús a vivirlas, sino que cuando nos invita a seguirlo, primero nos dice qué tendremos que vivir, y nos da la libertad de aceptarlo o no. Por esto, lo primero que nos dijo es: “quien quiera venir en pos de mí” … Quien quiera seguirle tendrá que vivir tal y cual cosa, y nos dio una serie de exigencias para poder seguirlo, es así como primero, antes de decirle ¡Sí! al Señor, tengo que estudiar si estoy dispuesto a vivir lo que Él me pide. Porque si no estoy dispuesto a todo, mejor no seguirlo, pues ahí sí que no podré caminar ni un solo paso, sino que seré un cristiano de mentira pues no vivo como Cristo me pide.
Claro que Jesús no nos pide abandonar a nuestros padres, o a nuestros hijos, sino que no pongamos la excusa de que porque mis padres no me dejan o porque mis hijos tal cosa… sino que honremos a nuestros padres y a nuestros hijos viviendo como verdaderos cristianos, que para ello hemos decidido serlo, porque si no, también, les estamos diciendo que ellos pueden decir hoy que sí, pero después no, y vivir como se les dé la gana, pues lo importante es parecer y no ser.
Hoy, en este mundo en que vivimos, estamos acostumbrados a aparentar ser algo que no somos, y no a intentar vivir lo que realmente queremos ser, o, mejor dicho, lo que hemos decidido ser porque hemos aceptado ser cristianos. La coherencia en el cristiano pasa por aceptar con todas las consecuencias el Camino que nos ofrece Cristo, por eso debemos saber qué tendremos que vivimos, debemos saber que las exigencias no serán fáciles, pero no contamos sólo con nuestras fuerzas, sino que Dios cuenta con nuestra disponibilidad y Él pone las Gracias necesarias y suficientes para que viva en fidelidad a lo que Él mismo me invita a vivir.
 

sábado, 1 de julio de 2023

No soy digno

"Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: “Ve” y va; al otro: “Ven”, y viene; a mi criado: “Haz esto”, y lo hace».
Es verdad, el pecado original nos ha dejado indignos de recibir al Señor, y eso es lo que quiere el Príncipe de este mundo que pensemos siempre, para que no podamos acercarnos al Señor, para que no podamos reconocer su infinita misericordia para con nosotros pecadores.
Por eso, cuando Jesús oyó las palabras del centurión dijo:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac: y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Él nos ha dado no sólo el Don de la Fe, la Esperanza y la Caridad, sino que su Amor os ha hecho posibles de recibirlo para sanar nuestro corazón, para hacer desaparecer aquella indignidad que el pecado original os dejó, y para, con su Gracia, poder reconciliarnos, no sólo con Dios y los hermanos, sino con nosotros mismos quienes, a veces, somos más justicieros que el mismo Dios con nosotros.
El Señor nos ha amado desde antes de la creación del mundo, y, por tanto amor, nos ha dado a su Hijo no para condenarnos sino para salvarnos. Y así fue: Él nos salvó y quiere que cada vez que nos sintamos indignos o condenados por nuestro propio pecado recurramos a su infinita misericordia, no para seguir pecando sino para recobrar la belleza original que nos dio con su muerte y resurrección.
Así, una vez que nos hayamos reconciliados podemos volver al Señor, reconociendo nuestra pequeñez y debilidad, para que Él nos fortalezca con su Espíritu y no perdamos nunca nuestra relación de amor con Él, para que, desde nuestra debilidad, se manifieste su poder, su gloria, y, sobre todo, su Amor por nosotros.