jueves, 18 de junio de 2020

Pensar lo que decimos

En el evangelio de ayer el Señor nos hablaba de no ser hipócritas, de vivir en serio lo que queremos vivir y no vivir para las apariencias, ni por las apariencias, sino darle un sentido a todo lo que vivimos para que realmente vivamos lo que decimos vivir. Suena a trabalenguas pero es así: que nuestras palabras sean el reflejo de nuestra vida, y nuestra vida sea el reflejo de nuestras palabras.
Y, en este mismo sentido tenido que intentar comprender la oración que, hoy, Jesús, nos enseña: el Padre nuestro. Y digo comprenderlo porque son de esas cosas que hemos aprendido y que las repetimos ya por rutina y no le damos el peso que cada palabra tiene, porque ¿quién de nosotros nos ponemos a pensar lo que estamos diciendo cuando rezamos el Padre nuestro? Si lo decimos tan de memoria que en unos pocos segundos ya hemos dicho todo, pero, en el fondo no hemos dicho nada, porque no nos pusimos a pensar y reflexionar lo que estamos diciendo.
Muchas veces, cuando lo escucho rezar, o cuando yo mismo lo rezo, es como esas frases u oraciones de superstición que decimos para obtener algo, o lo repetimos para...
Por eso creo que es necesario que, cada uno, volvamos a pensar cada frase, cada palabra de lo que el Señor nos enseñó, y lo hagamos cada día, porque, cada día, tendrá algo que decirnos nuesro Padre del Cielo, para mí y para que yo viva con mis hermanos. Por eso separaré las frases y, si queréis, cada uno, sólo piense qué me dice el Padre con esa frase y qué es lo que Él quiere de mi cuando le estoy hablando, porque en cada frase expreso una necesidad, pero no lo que yo quiero, sino la necesidad que el Padre ha sembrado en mi corazón y que, con el Espíritu, está clamando desde mi interior, es decir, pensar y dejar que el Padre nos habla por medio de las palabras que el Hijo nos enseñó.
Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”
Ni nos olvidemos de lo que el Señor agregó a continuación de esta oración:
"Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas".
Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.