En tres renglones el escritos del libro de los Reyes resume lo que hizo Ajab, o, mejor dicho, lo que por un capricho hizo Ajab u el capricho de Ajab hizo que su esposa cometiera un asesinato:
"No hubo otro como Ajab que, instigado por su mujer Jezabel, se vendiera para hacer el mal a los ojos del Señor. Actuó del modo más abominable, yendo tras los ídolos, procediendo en todo como los amorreos a quienes el Señor había expulsado frente a los hijos de Israel".
Hoy en día, por la capacidad que tenemos de que con un click en el ordenador o una aplicación del movil podemos pedir lo que se nos ocurra, y tener a nuestro alcance cualquier tipo de información, sea buena o mala, creemos que podemos llegar a conseguir todo lo que queremos y deseamos. Esa realidad nos hace pensar, también, que así podemos actuar con Dios: se nos ocurre algo, sea bueno o malo, y nos lo tiene que dar, y si no nos ponemos a llorar como lo hizo Ajab para ver si podemos conseguir nuestros caprichos.
Pero, la realidad es que Dios sabe lo que nos hace bien y no nos da según nuestros antojos, sino lo que realmente usaremos para nuestra salvación. Lo que Él quiere es que descubramos el Camino hacia la Vida, y que, a pesar de habernos equivocado que descubramos el error y lo reparemos, que aceptemos la misericordia del Señor y nos convirtamos del mal que hemos hecho o provocado. Porque, aunque Ajab no le pidió a su mujer que matara a Nabot, ella quiso hacer lo mejor para su ser amado; así él pensaba que podía quedar libre del pecado de ella, pero no, ella lo hizo por amor a él.
Y ahí recordamos alguna frase que hemos escuchado o repetido alguna vez: ¿el fin justifica los medios? ¿Hacer semejante cosa por amor justifica hacer daño a otro? Cuando mis acciones hacen daño a otro o a mí mismo, nada lo justifica, porque no hemos de buscar el mal, aunque eso me traiga lo mejor para mí, sino que buscar hacer el bien, para mejorar, no sólo mi situación sino, también, la situación de los demás.
Por eso el Señor nos pide mirar no sólo a lo alto de nuestra vida, sino aspirar a lo más alto, buscando que el valor de la magnanimidad sea lo que nos lleve a alcanzar la cima de la santidad vivida en el amor:
"Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
Si lo que voy a hacer, reclamar o decir no ayuda para construir la paz, vivir la verdad, sembrar la fraternidad, dar alegría, ayudar a crecer.... a mí mismo y a los demás ¿para qué lo voy a hacer?
El mundo de hoy me hace trabajar con espíritu de saber que sólo yo soy lo importante, y que mis derechos valen más que los derechos de los demás, y por eso, nos vamos "pisoteando" entre todos para alcanzar algo que no nos ayudará, sino que sólo aplacará nuestros deseos, pero no nos llevará al progreso de mi persona o de la persona de los demás. Busquemos el Bien más alto, para que la Belleza del Ser predomine ante el deseo del tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.