"Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Y llegó una voz que le dijo:
«¿Qué haces, aquí, Elías?»
Vivimos en una sociedad que va llenando nuestras vidas de ruido, y, además, vivimos metidos dentro del ruido de nuestras vidas pues vamos corriendo siempre detrás del hacer muchas cosas para poder cubrir muchos "agujeros" económicos por querer tener. Entre el ruido externo y el ruido interno creemos que podemos llegar a vivir de acuerdo al Querer de Dios, pero no es así. Y no es así porque, como dice la lectura del libro de los Reyes, Dios no estaba en ni el viento huracanado, ni en el fuego, ni en el terremoto, sólo se percibía en la brisa suave, es decir en la tranquilidad del silencio exterior e interior.
Es en ese momento, en ese lugar en el que puedo encontrar el silencio interno y externo, cuando puedo hablar y escuchar al al Señor, si es que quiero vivir según su Voluntad. Porque, como dice la lectura, cuando Elías escuchó el susurro de la brisa suave salió a hablar con el Señor, y el Señor le habló. Son pasos que tenemos que aprender a dar para tener una vida interior más profunda, más dialogada con el Señor: buscar el silencio y salir a su encuentro y dialogar con Él.
Como digo muchas veces: las oraciones que hemos aprendido de memoria nos sirven para muchos momentos, y son un aliciente en nuestra vida espiritual porque nos ayudan a meditar realidades espirituales. Pero también neceistamos el diálogo verdadero con nuestro Padre, con Jesús, con el Espíritu, con María... Nos conformamos, muchas veces, con que nuestra oración es buena porque hacemos lo convenido: el rosario, o la liturgia de las horas, o leemos algún libro espiritual. Todos instrumentos que están muy bien y son querido por Dios, pero así no aprendemos a escuchar, y, en todo diálogo es necesario escuchar para saber qué es lo que hay que hacer.
Por eso, cuando Elías salió de su "cueva" (que es nuestro encierro en lo que siempre hacemos) Dios le habló y le preguntó: ¿qué haces aquí?, y Elías le contestó y ahí comenzó el diálogo, donde Elías pudo presentarle sus problemas al Señor, y el Señor le dijo lo que tenía que hacer.
Está claro que, seguramente, no escucharemos la Voz del Señor tan clara como la escuchó Elías, pero por eso es que tendremos que ir adecuando nuestros oídos para aprender a escuchar al Señor, para aprender a escuchar cuál es Su Voluntad para nuestra vida.
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