sábado, 20 de junio de 2020

Conservar las cosas en el corazón

"Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón".
A veces, cuando nos suceden ciertas cosas que no entendemos o no comprendemos, siempre nos parece que no podemos aceptarlas porque no tenemos fe. Y esa situación os cuestiona y nos hace replantearnos nuestra fe, por eso solemos escuchar decir: no tengo fe, tengo poca fe. Y creemos que ciertas personas como los sacerdotes o los relgiosos, por la vida de entrega que llevan tienen más fe que los demás mortales hijos de Dios, y no es así.
María y José tampoco comprendían ciertas cosas que les tocaba vivir, y por eso no se cuestionaban su falta de fe, sino que, como dice el evangelio: "conservaban esas cosas en su corazón". Por que la fe no nos hace entender, sino aceptar y aprender a esperar que, en algún momento, después de meditar y reflexionar encontremos un sentido a lo que nos ha pasado.
María conservaba todas esas cosas en su corazón, y, seguramente, se las ofrecía al Padre en su oración, porque sabía que sólo el Padre sabría el por qué de esas cosas que le tocaba vivir. Por eso, al dejar todo en las manos del Padre, Ella podía seguir recorriendo el Camino que le había mostrado el Padre sin preocuparse de lo que le ocurría o iba a ocurrir, sabía en Quién había puesto su confianza y así lo seguiría haciendo.
Por eso, María nos muestra el Camino que tenemos que recorrer o, mejor dicho, cómo recorrer el camino sin cuestionarnos nuestras faltas fe al no comprender las cosas que nos tocan vivir, sino que todas esas cosas, desde el silencio del corazón, poder llevarlas a la oración y entregárselas al Padre, para que sea Él quien nos siga conduciendo y, cuando Él crea oportuno que nos de la Gracia para comprender el por qué, y, sobre todo, nos siga dando su Gracia para seguir caminando tomados de su Mano.
Y, lo que es más importante, saber que, cuando le ofrecemos al Padre, desde el silencio de la oración, todo lo que nos va ocurriendo, Él nos va cubriendo con su Gracia para que los dolores y las fatigas de cada día no endurezcan nuestro corazón, sino que todo sea transformado en Gracia para poder seguir amando Su Voluntad, y así seguir, como María, siendo un instrumento en sus Manos.

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