"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano»
¿No quiere Jesús que juzguemos? ¿No quiere que hagamos juicio sobre la conducta de los demás?
A veces no sabemos leer el evangelio en toda su totalidad y nos quedamos con párrafos que nos vienen bien, pero en este caso, tenemos que leer este párrafo con aquél en el que el Señor nos habla de la corrección fraterna. ¿Os acordáis?: "si tu hermano peca, corrígelo en privado...".
Lo que no quiere el Señor es que al juzgar condenemos o divulguemos nuestros juicios con chusmeríos que no ayudan a los demás a encontrar el camino de la conversión. Si tengo la capacidad de ver el pecado de mi hermano, entonces tendré que tener la fortaleza para hablar con él en privado para ayudarlo a salir de ese camino, si es que él quiere. Pero el derecho que no me otorga el Señor es el derecho de divulgar la noticia por mar y cielo, pues eso sí que es una falta de amor al prójimo, pues estoy ensuciando su nombre y persona.
Y, además, cuando habla de la viga de nuestro ojo, es porque, algunas veces, tenemos guardados ciertos rencores o venganzas que nos hacen ver lo que queremos ver y no lo que tenemos que ver. Y ahí es cuando se une mi pecado a la justicia y, entonces, soy capaz de "matar" con la lengua a mi hermano, sin haberle dado la posibilidad de convertirse, y, no será él el culpable de su mala conducta, sino yo que no le di la oportunidad o no le enseñé el camino para convertirse.
Por eso es importante, siempre, pensar en cómo me gustaría que me trataran a mí, cómo me gustaría que me ayudase a encontrar el camino de salida de ciertas situaciones, y no ponerme yo a juzgar y condenar, cuando no soy ni más ni menos pecador que mi hermano. Así, encontraré el camino de la humildad por el reconocimiento de mi propio pecado, y, podré alcanzar la sabiduría para ayudar a mi hermano a econtrar, también él, su propio camino.
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