jueves, 25 de junio de 2020

Edificar nuestra vida

"Entonces yo les declararé:
“Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa ; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca".
¿Cuál es la casa que tenemos que edificar? Es nuestra vida cristiana, es nuestra vocación personal, es nuestra santidad; es, en definitiva, la coherencia de vida a lo que se refiere Jesús. Porque la casa a la que él se refiere es lo que en realidad soy y lo que aparento ser.
En este siglo en que vivimos lo que más se ve es la apariencia de la gente, se quiere aparentar ser algo que, en realidad, no se es, y esa apriencia, es, en definitiva, una mentira existencial, porque no hay nada dentro que lo sostenga y, por esa misma razón, termina finamente cayéndose la máscara y se descubre lo que verdaderamente se es.
Por eso Jesús nos pide que no sólo construyamos lo que se ve, sino que nos esforcemos en lo que no se ve: en los cimientos de nuestra vida que son los verdaderos valores cristianos que Él mismo nos fue enseñando con su propia Vida.
Es cierto que hacer los cimientos es lo que lleva más esfuerzo y lo que menos se nota, pero es sobre lo que se sostiene toda la estructura de nuestra personalidad, y, por eso, aunque la vida nos sacuda a cada momentos nunca nos destruirá porque sabemos dónde y en quién hemos puesto nuestra confianza, y sabemos muy bien cuáles son nuestros valores esenciales.
¿Qué es una buena fachada si dentro de la casa no hay muebles? Hay por estos lados, en España, una frase que viene muy bien, se dice muchas veces de alguna personas: ese no tiene la cabeza muy amueblada, y es porque no piensa o vive de cualquier forma. Y, en realidad todo tiene que estar bien construido: los cimientos, la fachada, el tejado, los muebles... llegar a tener un edificio bien realizado es lo que lleva más tiempo y esfuerzo, pero vale la pena porque es lo más valioso, y es lo que dará autoridad cuando tengamos que dar testimonio de lo que somos.
"Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas".
La autoridad de Jesús no era algo superficial, sino que sus palabras llegaban a la gente porque les explicaba desde su propio lugar y con un fundamento vital, y no como lo hacían los escribas que sólo hablaban de cosas que, como decía Jesús, ellos ni siquiera vivían y ni tampoco ayudaban a vivirlas. Por eso Jesús les hablaba desde su mismo lugar y con ejemplos de vida para ayudar a poder vivirlos, sabiendo, claro está, que todo lo que Él nos pide vivir es un camino difícil, pero que, con la ayuda de Su Gracia, siempre podremos recorrer.

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