jueves, 28 de febrero de 2019

No dejes para mañana

Decía, el otro día, que el Eclesiastico, nos va dando consejos acerca de cómo vivir nuestra vida junto al Señor, una vida que nosotros elegimos vivir y seguir viviendo. Y hoy, entre tantos otros me ha hecho pensar el siguiente:
"Del perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado.
Y no digas: «Es grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados», porque él tiene compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados".
Muchas veces nos confiamos en que Dios siempre perdona, y eso es cierto, porque su misericordia es eterna como su amor, pero ¿es bueno que yo me confíe tanto en su perdón? ¿Qué quiere decir esto? Que no siempre tomo en cuenta que no basta con que me perdone, sino en que con la Gracia del Perdón yo pueda convertirme, comenzar un camino de no querer pecar más, de evitar todas las ocasiones próximas de pecado porque necesito vivir en Gracia y no en pecado.
Es cierto que mientras estemos en este mundo el pecado seguirá acosándonos y seguiremos pecando, pero otra cosa es confiar tanto en el perdón de Dios que ya no me importa pecar ¡total! Él siempre perdona, y así nunca crezco, nunca madura, nunca comienzo un verdadero camino de conversión.
Por eso mismo el Eclesiástico me advierte que si bien la misericordia y la bondad de Dios son eternas, pero también puedo llegar a encender su cólera por mi falta de temor al pecado.
"No tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás".
O lo que decimos vulgarmente: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Porque ¿qué pasa si no tengo tiempo para pedir perdón? ¿Qué pasa si me llega el último día sin haberme convertido? No es mañana el día que Dios quiere que comience mi proceso de conversión, sino que es hoy. No es mi hermano quien tiene que convertirse primero para que yo me convierta, sino que soy yo quien tiene que convertir su vida de pecado. Y tampoco me convierto haciendo fuerza sino que debo buscar la Gracia de la Conversión por medio de la confesión sacramental y de una continua vida de Gracia, para que esa vida se vuelva un hábito en mí, y ese hábito se convierta en virtud.
"ichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche".

miércoles, 27 de febrero de 2019

No son de los nuestros

«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
En un pqueño texto el Señor nos habla del pecado del hombre de querer adueñarse de lo que le han dado para servir, o de ser quien ponga los límites de quien está y de quien no. Enseguida que nos dan un título, un cargo, o un lugar para hacer algo, pronto nos creemos los dueños de todo y pareciera que nada puede hacerse sin que yo lo quiera o lo apruebe. Y así comenzamos a poner divisiones y muros entre unos y otros.
Por eso mismmo, "Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
¿Por qué tengo que impedir que alguien haga lo mismo que yo? ¿Yo soy acaso el dueño de la Gracia? Si Diios nos ha dado tal cargo u ocupación no es para hacernos los dueños de todo, sino para servir a todos desde el lugar en el que Él me ha puesto, porque, como dijo el Señor: "sabeis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos. No ha de ser así entre vosotros, cino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo, de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".
El pecado original, junto a nuestra vanidad y egoísmo, nos lleva pensar como seres absolutos que se apropian de algo y no dejan que otros formen parte de lo que el Señor nos ha pedido hacer para el bien de los hermanos. Cuando nos olvidamos que, también nosotros, formamos parte de esta "generación malvada y pervertida" (como nos llama el Señor) caemos en el terrible pecado de hacernos los señores de todo lo que está a nuestro alcance y no dejamos que otros formen parte de la misma misión, cada uno según el carisma que el Señor le ha dado.
"Estos no son de los nuestros", decían los apóstoles, muy seguros de que ellos tenían la razón sobre su juiciio, y sin embargo el Señor da el Espíritu a quien quiere y llama a quien quiere, por eso no somos nosotros quienes hemos de ponerle límites a lo que el Espíritu quiere suscitar, sino estar al servicio de todos, para que unidos en el mismo Espíritu lleguemos a ser Uno en Él para dar testiimonio de lo que somos: hijos del mismo Padre, llamados por Jesús para ser testimonio de su Vida en el mundo, y servir desde el amor a aquellos que buscan salvarse.

martes, 26 de febrero de 2019

Hemos elegido el camino...

"Hijo, si te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor y prepárate para la prueba.
Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad.
Pégate a él y no te separes para que al final seas enaltecido".
Es lo que nos dice el Padre Dios por medio del libro del Eclesiástico, aunque tendría que haber vuelto a copiar todo el párrafo de hoy, pues en ese párrafo está todo aquello que nos importaría vivir y que tendríamos que tener como pautas de cada día.
Pero fijaos qué es lo más importante: Dios no nos exige nada si antes nosotros no hemos dado un primer paso, por eso dice: "hijo, si te acercas a servir al Señor..." Si tú has elegido servir al Señor, si tú ya has decidido seguir a Cristo, entonces...
Somos nosotros los que invitados por el Señor decidimos seguirlo. Él no nos exige seguirlo, no nos exige que digamos que sí a lo que nos propone si no queremos seguirlo. Nos exige cuando nosotros hemos decidio seguirlo. Es lo que, muchas veces, hablamos de la coherencia entre lo que decimos y lo que vivimos.
Para ser coherentes el Señor nos da la pautas necesarias y suficientes para que no cometamos el error de decir: ¡Eh! yo no sabía que había que hacer todo esto... No, el Señor ha sido muy claro cuando me ha invitado a seguirle, como lo hizo con los apóstoles y los discípulos: "quien quiera venir en pos de mí: niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame.
Y nos lo vuelve a repetir en el Salmo:
"Confía en el Señor y haz el bien,
habitarás tu tierra y reposarás en ella en
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón".
Habiéndolo conocido he decidido seguirlo, y por eso no es que tenga que confiar en mis fuerzas para poder vivir lo que me pide, sino confiar en Él que es quien tiene la Gracia para que pueda realizar aquello que Él mismo sembró en mi corazón.
¿Cómo crecemos en la confianza? Conociéndolo, hablando con Él, estando cerca, no alejarnos, sino tomar una consciente y segura relación cotidiana para que cuanto más lo conozcamos más podamos confiar, y cuanto más confiemos su Gracia nos ayudará a ser Fieles al Camino que hemos elegido recorrer de Su Mano.

lunes, 25 de febrero de 2019

Fe y sabiduría

"Jesús replicó:
«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».
Entonces el padre del muchacho gritó:
«Creo, pero ayuda a mi falta de fe».
¿Todo es posible con fe? Es una pregunta que muchas veces nos hacemos, porque no siempre nos vemos "ayudados" por la fe, porque no siempre lo que pedimos con fe se realiza. Entonces ¿nos falta fe? Tampoco eso es. Seguramente nos falta madurar en la fe, nos falta que nuestra fe sea firme y verdadera. ¿Qué quiero decir con esto?
La fe no es sólo para pedir y que se realicen milagros, sería así un Dios eficientista que realiza todo lo que los hombres quieren. No. Dios no hace todos los milagros que quiero. Ni siquiera Jesús hizo todos los milagros que eran necesarios en esa época. Ni los va a hacer.
La fe nos ayuda a estar fuertes ante la Cruz, a estar disponibles ante la Voluntad de Dios, a saber aceptar y mantenernos de pie ante las desaveniencias del día a día.
¿Acaso Jesús no tenía fe? ¿No creía Él en su Padre del Cielo? Sin embargo, a pesar de que, con lágrimas de sangre, pidió que "pasara de Él ese cáliz" aceptó, no sin dolor, la Voluntad de Dios.
Ahí descubrimos cuánto es necesario que maduremos en la fe, para que no creamos que porque tenemos fe no nos va a pasar nada, y que todo lo que pidamos en la oración se cumplirá. Lo que necesariamente tenemos que pedir en la oración son los Dones del Espiritu, porque es el Espíritu quien nos ayuda a discernir, a comprender, quien nos fortalece, nos enciende, nos anima para vivir desde Dios el día a día.
Así en una relación íntima y constante encontraremos el camino hacia la Sabiduría de Dios, como nos dice el libro del Eclesiástico, y podremos, en su debido tiempo, comprender lo que nos toca vivir, porque no siempre entenderemos cuando queramos, sino cuando estemos preparados para recibir la noticia de la salvación.
Vivimos en tiempos donde queremos que todo sea ya, que nada tenga que ocurrir, y que todo lo que pedimos lo tengamos, que podamos encontrar en el google las respuestas a lo que nos pasa y descubrir, por medio de las cartas, aquello que no está escrito para saber qué es lo que me espera. Y esa no es la manera de vivir que nos enseñó Jesús, sino que Él nos mostró con su vida que, primeramente, la oración, el diálogo con el Padre, es lo que nos mantiene en Gracia, pues Él es quien va guiando y enviando su Espíritu, para que podamos ser Fieles a la Vida que, día a día, nos pide vivir. Y así, día a día, en la oración y con la Gracia, vamos madurando la fe y encontrando la Sabiduría que nace del diálogo íntimo y profundo con el Padre.

domingo, 24 de febrero de 2019

La exigencia del amor

«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian".
Esto le decía Jesús a la gente que lo escuchaba, no se lo decía solamente a los apóstoles, sino a todos los que venían a escucharlo, porque es un camino que Él le predicaba a todo el mundo, no sólo a algunos. ¿Por qué aclaro esto? Porque muchas veces creemos que la vivencia plena del amor es sólo para los apóstoles, y para los curas y las monjas, y no para todo el mundo.
También es cierto que, después de esuchar a Jesús predicar las exigecias del Reino de los Cielos muchos se iban de su lado y dejaban de escucharlo. Esas personas eran coherentes con su vida porque decían: "tus palabras son duras ¿quién puede seguirte?" y dejaban de seguirlo, porque sabían que no iba a poder o no querían vivir de acuredo a lo que Él les pedía. Así lo hizo aquél joven cuando Jesús le dijo: "ahora ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, y después ven y sígueme", y el joven se fue porque era muy rico, dice el evangelio.
Nosotros no sólo lo hemos escuchado a Jesús, sino que hemos decidido seguirlo (por lo menos eso es lo que yo creo y quiero) Entonces para nosotros estas palabras de Jesús son no sólo un Camino de Vida sino una exigencia en la vida, pues la Ley del Amor es una exigencia evangélica que tenemos que intentar vivirla.
Y digo intentar porque no siempre nos saldrá al primer intento, sino que tendremos que aprender a amar como Jesús nos amó. Y digo intentar para que no nos quedemos como muchos hace: "ay, no puedo vivir eso" y entonces no hago ni siquiera el intento. ¡NO! Si realmente queremos y decimos que somos cristianos, tenemos que aceptar que el Señor nos pide vivir radicalmente sus Palabras y los consejos evangélicos, para que nuestro Sí sea Sí, o simplemente sea No.
Por eso nos recuerda:
"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida que midiereis se os medirá a vosotros".
Nuestro Padre Dios nos ha dado su Espíritu para que alcancemos la plenitud de la vida en el Amor, pues ese Amor ha sido infundido en nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado, por lo tanto podamos alcanzar esa altura del Amor, pues también es el camino para que nuestra alma encuentre paz y gozo en lo que vivimos, porque cuando dejamos que el rencor anide en nuestro corazón, la paz no tiene lugar para nacer. Por eso hemos de pedir al Espíritu Santa la fortaleza necesaria para quitar los rencores que se han ido enquistando en mi corazón y transformarlos, con la Gracia, en camino de conversión y redención.

sábado, 23 de febrero de 2019

Dejarnos llevar al Tabor por el Señor

"Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Cuando el corazón del hombre está lleno de alegría, de gozo, de plenitud no piensa en sí mismo, sino en hacer perdurar en el tiempo aquello que está viviendo. Esa, supongo, era la sensacióno que experimentaba Pedro: la plenitud de una vida con Cristo, y por eso, quería instalar, en la cima de la montaña esas tres tiendas para que ellos, que le estaban mostrando la gloria celestial, no pasara, que siempre pudiera estar contemplando esa misma gloria y sentir esa misma sensación de un corazón lleno de Dios.
Aquél momento de la transfiguración marcó el corazón de los apóstoles, aunque, en ese momento, todavía no comprendían lo que estaban viendo, pero sí su alma estaba llena de Dios y su mente iluminada por la visión que tenían sus ojos.
Así es la fe cuando le permitimos que nos lleve a los lugares donde Dios quiere llevarnos. Pedro, Santiago y Juan no sabían que al subir al monte iban a vivir semejante momento. Quizás la subida al monte era algo costoso, si se lo hubieran prenguntado si querían o no, quizás hubiesen dicho que no. Venían de caminar mucho tiempo, y subir al Tabor no se hace en 10 minutos, sino que es mucho más largo. Pero Jesús no les preguntó si querían subir o no, simplemente los llevo a la cima del monte.
En nuestro día a día no dejamos que Jesús nos conduzca, siempre somos nosotros quienes ponemos los tiempos y los lugares a dónde ir, con quien ir y qué hacer. Y, si nos sobra tiempo, vamos al encuentro del Señor. Por eso, nuestra fe, muchas veces, no está tan llena de Luz como lo estaba el alma de Pedro, Juan y Santiago en la cima del monte. No dejamos que el Señor nos conduzca.
Dice el escritor de la carta a los Hebreos:
"Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por su fe, son recordados los antiguos".
Y ¿cómo sabemos si tenemos fe o no tenemos fe? Primero, tenemos que saber y que nos quede bien claro, que la Fe la hemos recibido en el bautismo, es un Don que el Padre nos regaló y está en nosotros, pues es el mismo Espíritu Santo el que nos fue dado y nos alienta en nuestra vida de fe. Pero, también es cierto, que no siempre dejamos que Él actúe en nuestra vida, y no le damos paso al Señor para que Él sea quién nos lleve por dónde quiera.
Si lo dejásemos llevarnos veríamos cómo la Fe se va renovando, va madurando y descubrimos que en muchos momentos estuvimos, como Pedro, Juan y Santiago, cara a cara con el Señor, y querremos siempre volver a ese mismo instante y a ese mismo lugar, porque ese minuto fue esencial para mi vida, porque cambió toda mi visión, toda mi mirada, fui envuelto por la Luz de Dios que llenó mi vida y fortaleció mi Fe.

viernes, 22 de febrero de 2019

Se puede edificar la Iglesia sober mi fe?

Hoy podría decir que tendría que hablar sober la cátedra de San Pedro, sobre el lugar que ocupa nuestro Papa como cabeza de la Iglesia y el por qué lo creemos. Pero no soy lo suficientemente docto en teología para ponerme a hacer una charla magistral sobre este tema. Pero sí se me ocurrieron otras cosas, que, creo, vienen al caso.
¿Qué le responderíamos hoy a Jesús si nos llegara a preguntar lo mismo que a los apóstoles?: ¿qué dice la gente que soy yo?
¿Qué respuesta nos da la gente acerca de Jesús? La gente que vive a nuestro lado, que comparte con nosotros el día a día, con la que charlamos habitualmente... ¿qué dicen de Jesús? ¿Quién cree que es?
¿Por qué esa pregunta? Porque en el mundo que vivimos, nos puede suceder igual que en el tiempo de Jesús: algunos creen que es un hombre que hace milagros, otros que sólo un hombre, un buen amigo, otros pueden llegar a decir que es Dios... pero ¿saben qué significa eso?
Y ¿nosotros? ¿Qué experiencia tenemos de Jesús? ¿Sabemos realmetne quién es? ¿Conocemos realmetne al Señor de Señores, al Rey de Cielos y Tierra?
Porqee, también, como sobre San Pedro, también sobre nosotros se edifica la Iglesia, o mejor, nosotros somos parte de la Iglesia que el Señor fundó sobre san Pedro.
¿Es nuestra fe en Jesús una fe real? ¿Es nuestro amor a Dios un amor real? ¿Somos capaces de mostrar al mundo el verdadero rostro de Dios? ¿Al vernos a nosotros los que no creen o los que creen ven a Jesús, a Cristo? ¿Es nuestra vida una piedra fundamental en este edificio que es la Comunidad cristiana, nuestra Iglesia?
A veces creemos que nuestra vida cristiana no es importante y por eso no nos esforzamos en vivir, en aprender, en profundizar nuestra vida de fe. Otras veces dejamos de acercarnos a la Eucaristía por culpa de que el cura es esto o es aquello. No nos acercamos al sacarmento de la Confesión porque ¿qué le tengo yo que decir a un hombre pecador como yo mismo?
Son cosas que nos hacen comprender que no hemos comprendido nada, y que hemos edificado una iglesia propia, de acuerdo a lo que yo quiero creer y a lo que a mí me interesa, y por eso hago lo que me gusta y lo que no...
¿Se podrá volver a edificar el cristianismo sobre mi vida cristiana? Si llegara a quedar solo en mi ciudad ¿podría dar a conocer a Cristo a los demás y volver a ser el Cimiento de la Iglesia como lo fue San Pedro?
Son todas preguntas que tenemos que hacernos para saber si hemos comoprendido lo que Jesús le dijo a los apóstoles y ellos nos transmitieron para seguir construyendo la iglesia de Cristo, y no la iglesia de fulano o mengano, sino la de Cristo.

jueves, 21 de febrero de 2019

Abre tu boca a la palabra de Dios

De los Comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los salmos.

    En todo momento tu corazón y tu boca deben meditar la sabiduría, y tu lengua proclamar la justicia, siempre debes llevar en el corazón la ley de tu Dios. Por esto te dice la Escritura: Hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. Hablemos, pues, del Señor Jesús, porque él es la sabiduría, él es la palabra, y Palabra de Dios.
    Porque también está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Por él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de él. Si hablamos de sabiduría, él es la sabiduría; si de virtud, él es la virtud; si de justicia, él es la justicia; si de paz, él es la paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, él es todo esto.
Está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Tú ábrela, que él habla. En este sentido dijo el salmista: Voy a escuchar lo que dice el Señor, y el mismo Hijo de Dios dice: Abre tu boca y yo la saciaré. Pero no todos pueden percibir la sabiduría en toda su perfección, como Salomón o Daniel; a todos sin embargo se les infunde, según su capacidad, el espíritu de sabiduría, con tal de que tengan fe. Si crees, posees el espíritu de sabiduría.
    Por esto, medita y habla siempre las cosas de Dios, estando en casa. Por la palabra casa podemos entender la iglesia o, también, nuestro interior, de modo que hablemos en nuestro interior con nosotros mismos. Habla con prudencia, para evitar el pecado, no sea que caigas por tu mucho hablar. Habla en tu interior contigo mismo como quien juzga. Habla cuando vayas de camino, para que nunca dejes de hacerlo. Hablas por el camino si hablas en Cristo, porque Cristo es el camino. Por el camino, háblate a ti mismo, habla a Cristo. Atiende cómo tienes que hablarle: Quiero -dice- que los hombres oren en todo lugar levantando al cielo las manos purificadas, limpias de ira y de altercados. Habla, oh hombre, cuando te acuestes, no sea que te sorprenda el sueño de la muerte. Atiende cómo debes hablar al acostarte: No daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob. Cuando te levantes, habla también de él, y cumplirás así lo que se te manda. Fíjate cómo te despierta Cristo. Tu alma dice: Oigo a mi amado que me llama, y Cristo responde: Ábreme, amada mía. Ahora ve cómo despiertas tú a Cristo. El alma dice: ¡Muchachas de Jerusalén, os conjuro a que no vayáis a molestar, a que no despertéis al amor! El amor es Cristo.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Acerca de la Eucaristía

Del antiguo opúsculo denominado Doctrina de los doce Apóstoles

    Respecto a la acción de gracias, lo haréis de esta manera: Primeramente sobre el cáliz:
    «Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de tu siervo Jesús. A ti se gloria por los siglos.»
    Luego sobre el fragmento de pan:
    «Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso por los montes y después, al ser reunido, se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.»
    Pero que de vuestra acción de gracias coman y beban sólo los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros.
    Después de saciaros, daréis gracias de esta manera:
    «Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre y diste a los hombres comida y bebida para que disfrutaran de ellas. Pero, además, nos has proporcionado una comida y bebida espiritual y una vida eterna por medio de tu Siervo. Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos.
    Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor, y congrégala de los cuatro vientos, ya santificada, en el reino que has preparado para ella. Porque tuyo es el poder y la gloria por siempre.
    Que venga tu gracia y que pase este mundo. ¡Hosanna al Dios de David! El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que se arrepienta. Marana tha. Amén.»
    Reunidos cada domingo, partid el pan y dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.
    Pero todo aquel que tenga alguna contienda con su compañero, no se reúna con vosotros, sin antes haber hecho la reconciliación, a fin de que no se profane vuestro sacrificio. Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones.

lunes, 18 de febrero de 2019

Hay que buscar la sabiduría

De los Sermones de san Bernardo, abad

    Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo -nos dice aquel que es la Verdad-; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
    Si queréis preguntar -dice la Escritura-, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría -dices-, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
    ¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
    Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña -según dice el Sabio- a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
    Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
    En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.

domingo, 17 de febrero de 2019

La Palabra fuente de Vida

Del Comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatéssaron

    ¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos a que afocara su reflexión.
    La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo, manjar espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
    Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte, del tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
    Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.

sábado, 16 de febrero de 2019

La preeminencia de la caridad

De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella

    ¿Por qué, hermanos, nos preocupamos tan poco de nuestra mutua salvación, y no procuramos ayudarnos unos a otros en lo que más urgencia tenemos de prestarnos auxilio, llevando mutuamente nuestras cargas, con espíritu fraternal? Así nos exhorta el Apóstol, diciendo: Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo; y en otro lugar: Sobrellevaos mutuamente con amor. En ello consiste, efectivamente, la ley de Cristo. Cuando observo en mi hermano alguna deficiencia incorregible -consecuencia de alguna necesidad o de alguna enfermedad física o moral-, ¿por qué no lo soporto con paciencia, por qué no lo consuelo de buen grado, tal como está escrito: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán? ¿No será porque me falta aquella caridad que todo lo aguanta, que es paciente para soportarlo todo, que es benigna en el amor?
    Tal es ciertamente la ley de Cristo, que, en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y, por su misericordia, aguantó nuestros dolores, amando a aquellos por quienes sufría, sufriendo por aquellos a quienes amaba. Por el contrario, el que hostiliza a su hermano que está en dificultades, el que le pone asechanzas en su debilidad, sea cual fuere su debilidad, se somete a la ley del diablo y la cumple. Seamos, pues, compasivos, caritativos con nuestros hermanos, soportemos sus debilidades, tratemos de hacer desaparecer sus vicios.
    Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella.
    Quiera concedérnosla aquel a quien no podemos agradar sin ella, y sin el cual nada en absoluto podemos, que vive y reina y es Dios por los siglos inmortales. Amén.

viernes, 15 de febrero de 2019

El Señor discierne los pensamientos

De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo.

    El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y, aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión.
    Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.
    Está escrito: Cree uno que su camino es recto, y va a parar a la muerte. Para evitar este peligro nos advierte san Juan: Examinad los espíritus si provienen de Dios. Pero ¿quién será capaz de examinar si los espíritus provienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida.
    La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.
    Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia.

jueves, 14 de febrero de 2019

Haz crecer a tu Iglesia

De la Vida eslava de Constantino

    Constantino Cirilo, sobrecargado de trabajo, cayó enfermo y, cuando hacía ya muchos días que soportaba su enfermedad, tuvo en cierta ocasión una visión divina y se puso a cantar estas palabras:
    «Qué alegría para mi espíritu y qué gozo para mi corazón cuando me dijeron: «Entraremos en la casa del Señor.» Después. permaneció así todo el día, lleno de alegría y diciendo:
    «Desde ahora soy siervo, no ya del emperador ni de otro hombre alguno, sino tan sólo del Dios todopoderoso. Antes no existía, pero ahora existo y existiré para siempre. Amén.»
    Al día siguiente vistió el santo hábito monástico y, como quien añade más luz a la luz, tomó el nombre de Cirilo. Con este hábito permaneció durante cincuenta días.
    Al acercarse ya la hora de recibir el descanso y de trasladarse a las moradas eternas, elevando sus manos hacia Dios, rogaba con lágrimas en sus ojos, pronunciando estas palabras:
    «Señor, Dios mío, tú que creaste las diversas categorías de ángeles y todas las fuerzas incorpóreas, que extendiste el cielo, diste solidez a la tierra y sacaste de la nada todo lo que existe, tú que escuchas siempre a los que cumplen tu voluntad, te respetan y observan tus preceptos, escucha mi oración y guarda a la grey de tus fieles, al frente de la cual me pusiste a mí, tu siervo inepto e indigno.
    Líbralos de la malicia de los impíos y paganos que blasfeman de ti, haz crecer en número a tu Iglesia y mantenla siempre en la unidad. Haz que tu pueblo se distinga por su concordia en la fe verdadera y por la recta profesión de la misma, e inspira en sus corazones la palabra de tu doctrina: porque es don tuyo el que nos hayas aceptado como predicadores del Evangelio. de tu Ungido, incitándonos a que practicáramos las buenas obras que te son agradables. Te devuelvo los que me confiaste, porque son tuyos; gobiérnalos con tu diestra poderosa y cúbrelos con la sombra de tus alas, para que todos alaben y glorifiquen tu nombre, el del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.»
    Besó a todos con el ósculo santo y dijo:
    «Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a los dientes de nuestros adversarios invisibles, sino que rompió su red y nos libró del mal que tramaban contra nosotros.»
    Y así se durmió en el Señor, a la edad de cuarenta y dos años.
    El papa mandó que todos los griegos que se encontraban en Roma, así como los romanos, se reuniesen, con cirios en las manos, para cantar en sus exequias, que quiso que se celebraran como si se tratase del mismo papa; y así se hizo.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Somos herederos de Dios

De las cartas de san Ambrosio, obispo

(Carta 35, 4-6. 13: PL 16 [edición 18451], 1078-1079. 1081)

SOMOS HEREDEROS DE DIOS Y COHEREDEROS DE CRISTO


    Dice el Apóstol que el que, por el espíritu, hace morir las malas pasiones del cuerpo vivirá. Y ello nada tiene de extraño, ya que el que posee el Espíritu de Dios se convierte en hijo de Dios. Y hasta tal punto es hijo de Dios, que no recibe ya espíritu de esclavitud, sino espíritu de adopción filial, al extremo de que el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu para testificar que somos hijos de Dios. Este testimonio del Espíritu Santo consiste en que él mismo clama en nuestros corazones: ¡Padre!, como leemos en la carta a los Gálatas. Pero existe otro importante testimonio de que somos hijos de Dios: el hecho de que somos herederos de Dios y coherederos de Cristo; es coheredero de Cristo el que es glorificado juntamente con él, y es glorificado juntamente con él aquel que, padeciendo por él, realmente padece con él.
    Y, para animarnos a este padecimiento, añade que todos nuestros padecimientos son inferiores y desproporcionados a las magnitud de los bienes futuros, que se nos darán como premio de nuestras fatigas, premio que se ha de revelar en nosotros cuando, restaurados plenamente a imagen de Dios, podremos contemplar su gloria cara a cara. Y, para encarecer la magnitud de esta revelación futura, añade que la misma creación entera está en expectación de esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios, ya que las creaturas todas están ahora sometidas al desorden, a pesar suyo, pero conservando la esperanza, ya que esperan de Cristo la gracia de su ayuda para quedar ellas a su vez libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad que con la gloria han de recibir los hijos de Dios; de este modo, cuando se ponga de manifiesto la gloria de los hijos de Dios, será una misma realidad la libertad de las creaturas y la de los hijos de Dios. Mas ahora, mientras esta manifestación no es todavía un hecho, la creación entera gime en la expectación de la gloria de nuestra adopción y redención, y sus gemidos son como dolores de parto, que van engendrando ya aquel espíritu de salvación, por su deseo de verse libre de la esclavitud del desorden.
    Está claro que los que gimen anhelando la adopción filial lo hacen porque poseen las primicias del Espíritu; y esta adopción filial consiste en la redención del cuerpo entero, cuando el que posee las primicias del Espíritu, como hijo adoptivo de Dios, verá cara a cara el bien divino y eterno; porque ahora la Iglesia del Señor posee ya' la adopción filial, puesto que el Espíritu clama: ¡Padre!, como dice la carta a los Gálatas. Pero esta adopción será perfecta cuando resucitarán, dotados de incorrupción, de honor y de gloria, todos aquellos que hayan merecido contemplar la faz de Dios; entonces la condición humana habrá alcanzado la redención en su sentido pleno. Por esto el Apóstol afirma, lleno de confianza, que en esperanza poseemos esta salvación. La esperanza, en efecto, es causa de salvación, como lo es también la fe, de la cual se dice en el Evangelio: Tu fe te ha salvado

martes, 12 de febrero de 2019

El sacrificio de Abraham

De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro del Génesis

    Tomó Abraham la leña del holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. El hecho de que llevara Isaac la leña de su propio holocausto era figura de Cristo, que cargó también con la cruz; además, llevar la leña del holocausto es función propia del sacerdote. Así, pues, Cristo es a la vez víctima y sacerdote. Esto mismo significan las palabras que vienen a continuación: Los dos caminaban juntos. En efecto, Abraham, que era el que había de sacrificar, llevaba el fuego y el cuchillo, pero Isaac no iba detrás de él, sino junto a él, lo que demuestra que él cumplía también una función sacerdotal.
    ¿Qué es lo que sigue? Isaac -continúa la Escritura- dijo a su padre Abraham: «Padre.» Ésta es la voz que el hijo pronuncia en el momento de la prueba. ¡Cuán fuerte tuvo que ser la conmoción que produjo en el padre esta voz del hijo, a punto de ser inmolado! Y, aunque su fe lo obligaba a ser inflexible, Abraham, con todo, le responde con palabras de igual afecto: «¿Qué deseas, hijo mío?» El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña: pero ¿dónde está el cordera para el holocausto?» Abraham le contestó: «Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
    Resulta conmovedora la cuidadosa y cauta respuesta de Abraham. Algo debía prever en espíritu, ya que dice, no en presente, sino en futuro: Dios proveerá el cordero; al hijo que le pregunta acerca del presente le responde con palabras que miran al futuro. Es que el Señor debía proveerse de cordero en la persona de Cristo.
    Abraham tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!» Él contestó: «Aquí me tienes.» Dios le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo, ni le hagas nada. Ya he comprobado que temes a Dios.» Comparemos estas palabras con aquellas otras del Apóstol, criando dice que Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros. Ved cómo Dios rivaliza con los hombres en magnanimidad y generosidad. Abraham ofreció a Dios un hijo mortal, sin que de hecho llegara a morir; Dios entregó a la muerte por todos al Hijo inmortal. Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Creo que ya hemos dicho antes que Isaac era figura de Cristo, mas también parece serlo este carnero. Vale la pena saber en qué se parecen a Cristo uno y otro: Isaac, que no fue degollado, y el carnero, que sí fue degollado. Cristo es la Palabra de Dios, pero la Palabra se hizo carne.
    Cristo padeció, pero en la carne; sufrió la muerte, pero quien la sufrió fue su carne, de la que era figura este carnero, de acuerdo con lo que decía Juan: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La Palabra permaneció en la incorrupción, por lo que Isaac es figura de Cristo según el espíritu. Por esto Cristo es a la vez víctima y pontífice según el espíritu. Pues el que ofrece el sacrificio al Padre en el altar de la cruz es el mismo que se ofrece en su propio cuerpo como víctima.

lunes, 11 de febrero de 2019

El conocimiento de Jesús

Del Breviloquio de san Buenaventura, obispo

    El origen de la sagrada Escritura no hay que buscarlo en la investigación humana, sino en la revelación divina, que procede del Creador de los astros, de quien procede toda familia en los cielos y en la tierra, de quien por su Hijo Jesucristo se derrama sobre nosotros el Espíritu Santo, y por el Espíritu Santo, que reparte y distribuye a cada uno sus dones como quiere, se nos da la fe, y por la fe habita Cristo en nuestros corazones. En esto consiste el conocimiento de Jesucristo, conocimiento que es la fuente de la que dimana la firmeza y la comprensión de toda la sagrada Escritura. Por esto es imposible penetrar en el conocimiento de las Escrituras, si no se tiene previamente infundida en sí la fe en Cristo, la cual es como la luz, la puerta y el fundamento de toda la Escritura. En efecto, mientras vivimos en el destierro lejos del Señor, la fe es el fundamento estable, la luz directora y la puerta de entrada de toda iluminación sobrenatural; ella ha de ser la medida de la sabiduría que se nos da de lo alto, para que nadie quiera saber más de lo que es justo, sino que abriguemos sentimientos de justa moderación, cada uno en la medida de la fe que Dios le ha dado.
    La finalidad o fruto de la sagrada Escritura no es cosa de poca importancia, pues tiene como objeto la plenitud de la felicidad eterna. Porque la Escritura contiene palabras de vida eterna, puesto que se ha escrito no sólo para que creamos, sino también para que alcancemos la vida eterna, aquella vida en la cual veremos, amaremos y serán saciados todos nuestros deseos; y, una vez éstos saciados, entonces conoceremos verdaderamente el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, y así quedaremos colmados hasta poseer toda la plenitud de Dios. En esta plenitud, de que nos habla el apóstol, la sagrada Escritura se esfuerza por introducirnos. Ésta es la finalidad, ésta es la intención que ha de guiarnos al estudiar, enseñar y escuchar la sagrada Escritura.
    Y, para llegar directamente a este resultado, a través del recto camino de las Escrituras, hay que empezar por el principio, es decir, debemos acercarnos, sin otro bagaje que la fe, al Creador de los astros, doblando las rodillas de nuestro corazón, para que él, por su Hijo, en el Espíritu Santo, nos dé el verdadero conocimiento de Jesucristo y, con el conocimiento, el amor, para que así, conociéndolo y amándolo, fundamentados en la fe y arraigados en la caridad, podamos conocer la anchura y la longitud, la altura y la profundidad de la sagrada Escritura y, por este conocimiento, llegar al conocimiento pleno y al amor extático de la santísima Trinidad; a ello tienden los anhelos de los santos, en ello consiste la plenitud y la perfección de todo lo bueno y verdadero.

domingo, 10 de febrero de 2019

Nuestro corazón no halla sosiego


De las Confesiones de san Agustín, obispo

(Libro 1, 1, 1-2, 2; 5, 5: CSEL 33, 1-5)

NUESTRO CORAZÓN NO HALLA SOSIEGO HASTA QUE DESCANSA EN TI


    Eres grande, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti.
    Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra. ¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer si nadie les predica?
    Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y, al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por el ministerio de tu predicador.
    Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo para que venga a mí. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que hay algo en mí, Señor Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo que existe pueda abarcarte?
    ¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mí, si, por el hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no estuviera en ti, origen, camino y término de todo? También esto, Señor, es verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes venir a mí? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde ellos venga a mí el Señor, que ha dicho: Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?
    ¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?
    ¡Ay de mí! Dime, Señor Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro: muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo

sábado, 9 de febrero de 2019

El amigo de los hombres se ha hecho Hombre


De los sermones de san Proclo de Constantinopla, obispo

(Sobre la Natividad del Señor, 1-2: PG65, 843-846)

EL AMIGO DE LOS HOMBRES SE HA HECHO HOMBRE NACIENDO DE LA VIRGEN

Alégrense los cielos, y las nubes destilen la justicia, porque el Señor se ha apiadado de su pueblo. Alégrense los cielos, porque, al ser creados en el principio, también Adán fue formado de la tierra virgen por el Creador, mostrándose como amigo y familiar de Dios. Alégrense los cielos, porque ahora, de acuerdo con el plan divino, la tierra ha sido santificada por la encarnación de nuestro Señor, y el género humano ha sido liberado del culto idolátrico. Las nubes destilen la justicia, porque hoy el antiguo extravío de Eva ha sido reparado y destruido por la pureza de la Virgen María y por el que de ella ha nacido, Dios y hombre juntamente. Hoy el hombre, cancelada la antigua condena, ha sido liberado de la horrenda noche que sobre él pesaba.
    Cristo ha nacido de la Virgen, ya que de ella ha tomado carne, según la libre disposición del plan divino: La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros; por esto la Virgen ha venido a ser madre de Dios. Y es virgen y madre al mismo tiempo, porque ha dado a luz a la Palabra encarnada, sin concurso de varón; y así, ha conservado su virginidad por la acción milagrosa de aquel que de este modo quiso nacer. Ella es madre, con toda verdad, de la naturaleza humana de aquel que es la Palabra divina, ya que en ella se encarnó, de ella salió a la luz del mundo, identificado con nuestra naturaleza, según su sabiduría y voluntad con las que obra semejantes prodigios. De ellos según la carne procede Cristo, como dice san Pablo.
    En efecto, él fue, es y será siempre el mismo; mas por nosotros se hizo hombre; el amigo de los hombres se hizo hombre sin sufrir por eso menoscabo alguno en su divinidad. Por mí se hizo semejante a mí, se hizo lo que .no era aunque conservando lo que era. Finalmente, se hizo hombre para cargar sobre sí el castigo por nosotros merecido y hacernos de esta manera capaces de la adopción filial y otorgamos aquel reina, del cual pedimos que nos haga dignos la gracia y misericordia del Señor Jesucristo, al cual junto con el Padre y el Espíritu Santo, pertenece la gloria, el honor y el poder, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Am

viernes, 8 de febrero de 2019

De las Homilías de un autor espiritual del siglo cuarto

(Homilía 18, 7-11: PG 34, 639-642)

COLMADOS HASTA POSEER TODA LA PLENITUD DE CRISTO


    Los que han llegado a ser hijos de Dios y han sido hallados dignos de renacer de lo alto por el Espíritu Santo y poseen en sí a Cristo, que los ilumina y los crea de nuevo, son guiados por el Espíritu de varias y diversas maneras, y sus corazones son conducidos de manera invisible y suave por la acción de la gracia.
    A veces, lloran y se lamentan por el género humano y ruegan por él con lágrimas y llanto, encendidos de amor espiritual hacia el mismo.
    Otras veces, el Espíritu Santo los inflama con una alegría y un amor tan grandes que, si pudieran, abraza, rían en su corazón a todos los hombres, sin distinción de buenos o malos.
    Otras veces, experimentan un sentimiento de humildad que los hace rebajarse por debajo de todos los demás hombres, teniéndose a sí mismos por los más abyectos y despreciables.
    Otras veces, el Espíritu les comunica un gozo inefable.
    Otras veces, son como un hombre valeroso que, equipado con toda la armadura regia y lanzándose al combate, pelea con valentía contra sus enemigos y los vence. Así también el hombre espiritual, tomando las armas celestiales del Espíritu, arremete contra el enemigo y lo somete bajo sus pies.
    Otras veces, el alma descansa en un gran silencio, tranquilidad y paz, gozando de un excelente optimismo y bienestar espiritual y de un sosiego inefable.
    Otras veces, el Espíritu le otorga una inteligencia, una sabiduría y un conocimiento inefables, superiores a todo lo que pueda hablarse o expresarse.
    Otras veces, no experimenta nada en especial.
De este modo, el alma es conducida por la gracia a través de varios y diversos estados, según la voluntad de Dios que así la favorece, ejercitándola de diversas maneras, con el fin de hacerla íntegra, irreprensible y sin mancha ante el Padre celestial.
    Pidamos también nosotros a Dios, y pidámoslo con gran amor y esperanza, que nos conceda la gracia celestial del don del Espíritu, para que también nosotros seamos gobernados y guiados por el mismo Espíritu, según disponga en cada momento la voluntad divina, y para que él nos reanime con su consuelo multiforme; así, con la ayuda de su dirección y ejercitación y de su moción espiritual, podremos llegar a la perfección de la plenitud de Cristo, como dice el Apóstol: Para que seáis colmados hasta poseer toda la plenitud de Cristo.

jueves, 7 de febrero de 2019

Que la cruz sea tu gozo

San Cirilo de Jerusalén
(Catequesis 13,1.3.6.23: PG 33,771-774.779.799.802)
Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de Cristo.
Fue, ciertamente, digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de muerto; pero este beneficio lo afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo estaban muertos por el pecado? Fue cosa admirable el que cinco panes, como una fuente inextinguible, bastaran para alimentar a cinco mil hombres; pero, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban atormentados por el hambre de la ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera liberada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la enfermedad desde hacía dieciocho años; pero, ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estábamos ligados con las cadenas de nuestros pecados?
En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.
Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, mas para nosotros salvación. Para los que están en vías de perdición es necedad, mas para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre.
En otro tiempo, aquel cordero sacrificado por orden de Moisés alejaba al exterminador; con mucha más razón, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos librará del pecado. Si la sangre de una oveja irracional fue signo de salvación, ¿cuánto más salvadora no será la sangre del Unigénito?
Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar. Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla. Fue, pues, a la pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener, gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.
Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma confianza, de lo contrario, serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey; cuando sobrevenga la lucha, pelea denodadamente por tu rey.
Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú, ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti? No eres tú quien le haces un favor a él, ya que tú has recibido primero; lo que haces es devolverle el favor, saldando la deuda que tienes con aquel que por ti fue crucificado en el Gólgota.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Seréis mis testigos

SEGUNDA LECTURA

De la Historia del martirio de los santos Pablo Miki y compañeros, escrita por un autor contemporáneo

(Cap. 14, 109-110: Acta Sanctorum Februarii 1, 769)

SERÉIS MIS TESTIGOS


    Una vez crucificados, era admirable ver la constancia de todos, a la que los exhortaban, ora el padre Pasio, ora el padre Rodríguez. El padre comisario estaba como inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos en acción de gracias a la bondad divina, intercalando el versículo: En tus manos, Señor. También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz inteligible. El hermano Gonzalo rezaba en voz alta el padrenuestro y el avemaría.
    Pablo Miki, nuestro hermano, viéndose colocado en el púlpito más honorable de los que hasta entonces había ocupado, empezó por manifestar francamente a los presentes que él era japonés, que pertenecía a la Compañía de Jesús, que moría por haber predicado el Evangelio y que daba gracias a Dios por un beneficio tan insigne; a continuación añadió estas palabras:
    «Llegado a este momento crucial de mi existencia, no creo que haya nadie entre vosotros que piense que pretendo disimular la verdad. Os declaro, pues, que el único camino que lleva a la salvación es el que siguen los cristianos. Y, como este camino me enseña a perdonar a los enemigos y a todos los que me han ofendido, perdono de buen grado al rey y a todos los que han contribuido a mi muerte, y les pido que quieran recibir la iniciación cristiana del bautismo.»
    Luego, vueltos los ojos a sus compañeros, comenzó a darles ánimo en aquella lucha decisiva; en el rostro de todos se veía una alegría especial, sobre todo en el de Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el paraíso, atrajo hacia si las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo con los dedos y con todo su cuerpo. Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado el santísimo nombre de Jesús y de María, se puso a cantar el salmo: Alabad, siervos del Señor, que había aprendido en la catequesis de Nagasaki, ya que en ella se enseña a los niños algunos salmos. Otros, finalmente, iban repitiendo con rostro sereno:
    «¡Jesús, María!»
    Algunos también exhortaban a los presentes a una vida digna de cristianos; con estas y otras semejantes acciones demostraban su pronta disposición ante la muerte. Entonces los cuatro verdugos empezaron a sacar las lanzas de las fundas que acostumbran usar los japoneses; ante aquel horrendo espectáculo todos los fieles se pusieron a gritar:
    «¡Jesús, María!»
    Y, lo que es más, prorrumpieron en unos lamentos capaces de llegar hasta el mismo cielo. Los verdugos asestaron a cada uno de los crucificados una o dos lanzadas con lo que, en un momento, pusieron fin a sus vidas.

lunes, 4 de febrero de 2019

ves como se aman


De los Tratados del Pseudo-Hilario, sobre los salmos.
 
(Salmo 132: PLS 1, 244-245)

LA MULTITUD DE LOS CREYENTES NO ERA SINO UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA

 
    Ved qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. Ciertamente, qué paz y qué alegría cuando los hermanos conviven unidos, porque esta convivencia es fruto de la asamblea eclesial; se los llama hermanos porque la caridad los hace concordes en un solo querer.
    Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan importante: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma. Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo que es único.
    Qué paz y qué alegría, convivir los hermanos unidos. El salmista añade una comparación para ilustrar esta paz y alegría, diciendo: Es ungüento precioso en la cabeza, que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento. El ungüento con que Aarón fue ungido sacerdote estaba compuesto de substancias olorosas. Plugo a Dios que así fuese consagrado por primera vez su sacerdote; y también nuestro Señor fue ungido de manera invisible entre todos sus compañeros. Su unción no fue terrena; no fue ungido con el aceite con que eran ungidos los reyes, sino con aceite de júbilo. Y hay que tener en cuenta que, después de aquella unción, Aarón, de acuerdo con la ley, fue llamado ungido.
    Del mismo modo que este ungüento, doquiera que se derrame, extingue los espíritus inmundos del corazón, así también por la unción de la caridad exhalamos para Dios la suave fragancia de la concordia, como dice el Apóstol: Somos perfume que proviene de Cristo. Así, del mismo modo que Dios halló su complacencia en la unción del primer sacerdote Aarón, también es una paz y una alegría convivir los hermanos unidos.
    La unción va bajando de la cabeza a la barba. La barba es distintivo de la edad viril. Por esto nosotros no hemos de ser niños en Cristo, a no ser únicamente en el sentido ya dicho, de que seamos niños en cuanto a la ausencia de malicia, pero no en el modo de pensar. El Apóstol llama niños a todos los infieles, en cuanto que son todavía débiles para tomar alimento sólido y necesitan de leche, como dice el mismo Apóstol: Os di a beber leche; no os ofrecí manjar sólido, porque aún no lo admitíais. Y ni siquiera ahora lo admitís

domingo, 3 de febrero de 2019

Profetas en mi lugar

Las lecturas de hoy dan para mucho, pero no creo que escriba mucho. Dan para mucho porque son tres lecturas que si bien hablan de cosas diferentes pero que todas se unen en una sola: ser profeta.
«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones".
Y, cada uno de nosotros, hemos sido constituídos profetas y ungidos como profetas el día de nuestro bautismo, por eso tenemos que tener muy en cuenta lo que nos dice Dios cuando le habla a Jeremías, porque el profeta no habla de sí mismo, sino que habla de lo que ha escuchado de parte de Dios para decirle al mundo.
"Tú cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande.
No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide".
Ya es suficiente con que me intimide el Señor, para que me deje intimidar por quienes no pueden dañar ni matar el alma.
Pero esta fortaleza que nos da el Señor para ser profetas, tiene que estar muy bien asentada en algo que no siempre lo tenemos en cuenta: el himno de la caridad de San Pablo a los corintios. Sí, ese que leemos hoy: el amor no se cansa nunca, no es egoísta, todo lo puede.... que lo tenemos en la cabeza, pero no siempre baja al corazón. Porque muchas veces nos gusta profetizar y anunciar y juzgar, pero no siempre lo hacemos con el amor que el Padre nos tiene. Por eso hay que seguir leyéndolo y meditándolo y cuestionándolo si ese Amor del que nos habla Pablo lo vivimos con todos o ¿sólo con algunos?
Para finalmente comprender que no siempre seremos bien entendidos, y más de una vez nos querrán tirar por el barranco más cercano, y, sobre todo, aquellos que creen que nos conocen y por eso nos juzgan creyendo que saben todo de nosotros. Y así es la vida de todos los profetas, sobre todo en su propia casa, comunidad. Somos tan "inteligentes" que esgrimimos cualquier argumento con tal de no escuchar la Palabra que viene de parte de Dios, pero que sale de la boca de un hermano.
Por eso mismo Jesús nos dice: "no juzgues si no quieres ser juzgado... porque la bara con que mides se utilizará para tí también".

sábado, 2 de febrero de 2019

Acojamos la Luz

De las Disertaciones de san Sofronio, obispo

    Corramos todos a su encuentro, los que con fe celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con el alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.
    Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros -el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna-, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.
    En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera.
    Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo, para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto avanzamos en procesión con cirios en las manos, por esto acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.
    Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme.
    Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de resplandor; todos juntos salgamos a su encuentro llenos de su luz y, con el anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.
    También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y tenebroso pecado.
    También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto con nuestros ojos al Dios hecho hombre; y de este modo, habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebrando, año tras año, porque no queremos olvidarlo.