Decía, el otro día, que el Eclesiastico, nos va dando consejos acerca de cómo vivir nuestra vida junto al Señor, una vida que nosotros elegimos vivir y seguir viviendo. Y hoy, entre tantos otros me ha hecho pensar el siguiente:
"Del perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado.
Y no digas: «Es grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados», porque él tiene compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados".
Muchas veces nos confiamos en que Dios siempre perdona, y eso es cierto, porque su misericordia es eterna como su amor, pero ¿es bueno que yo me confíe tanto en su perdón? ¿Qué quiere decir esto? Que no siempre tomo en cuenta que no basta con que me perdone, sino en que con la Gracia del Perdón yo pueda convertirme, comenzar un camino de no querer pecar más, de evitar todas las ocasiones próximas de pecado porque necesito vivir en Gracia y no en pecado.
Es cierto que mientras estemos en este mundo el pecado seguirá acosándonos y seguiremos pecando, pero otra cosa es confiar tanto en el perdón de Dios que ya no me importa pecar ¡total! Él siempre perdona, y así nunca crezco, nunca madura, nunca comienzo un verdadero camino de conversión.
Por eso mismo el Eclesiástico me advierte que si bien la misericordia y la bondad de Dios son eternas, pero también puedo llegar a encender su cólera por mi falta de temor al pecado.
"No tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás".
O lo que decimos vulgarmente: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Porque ¿qué pasa si no tengo tiempo para pedir perdón? ¿Qué pasa si me llega el último día sin haberme convertido? No es mañana el día que Dios quiere que comience mi proceso de conversión, sino que es hoy. No es mi hermano quien tiene que convertirse primero para que yo me convierta, sino que soy yo quien tiene que convertir su vida de pecado. Y tampoco me convierto haciendo fuerza sino que debo buscar la Gracia de la Conversión por medio de la confesión sacramental y de una continua vida de Gracia, para que esa vida se vuelva un hábito en mí, y ese hábito se convierta en virtud.
"ichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche".