"Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por su fe, son recordados los antiguos".
El escritor de la carta a los Hebreos nos invita a pensar en nuestros antepasados que, por la Fe, hicieron grandes cosas, o, mejor dicho, por la Fe pudieron dejar que Dios hiciera con ellos grandes cosas. Y, gracias a la Fe de ellos, hoy nosotros podemos vivir, también, con la misma Fe. Pero ¿dejamos, como ellos, que Dios haga grandes cosas con nosotros?
A veces creemos que la Fe es sólo para algunos momentos de nuestra vida, por eso Dios no puede hacer con nosotros grandes cosas como lo hizo con los antiguos, ni con los modernos, ni con los contemporáneos. Sí, porque no han sido sólo los antiguos los que han vivido la fe en plenitud, sino que gente que está a nuestro lado vive la Fe de un modo más radical y puede, por eso mismo, cambiar su vida y, sobre todo, enseñar un Camino de Salvación.
Creo que algunos tenemos miedo de dejarnos conducir por Dios, porque sabemos que al dejarnos conducir Él nos va a llevar por caminos que no queremos ir, o nos va a pedir cosas que no queremos hacer, o nos va pedir renuncias que no queremos entregar. Y, así vamos dejando de lado nuestra verdadera entrega como hijos a la Voluntad del Padre, y sólo dejamos nuestra vida de fe para los momentos en que necesitamos de Dios.
Y ¿pasa algo? En realidad no pasa, y ese es el problema que no pasa nada y vamos dejando que lo que Dios quería que yo hiciera para mi bien o para el bien de mi familia o de la sociedad o del mundo, no lo hago, dejo un vacío en mi lugar que quedará a lo largo de la historia como alguien que no supo darle el valor necesario a su vida de fe, a su vida de cristiano, y así fue un triste cristiano que pudo gozar de lo hermoso que tenía el Señor preparado para él y para los demás.
Y ¿cómo hacer para vivir una experiencia de fe? Dejarnos conducir por Cristo a la cima del monte, como lo hizo con los apóstoles:
"En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Cuando nos dejemos conducir diariamente a la cima del Monte, es decir a la oración seria y profunda con el Señor, al encuentro con Él en la Eucaristía, vamos a poder comprender qué es lo que Él tiene reservado para mí y cuáles son los Bienes que me da el encuentro con el Resucitado.
sábado, 18 de febrero de 2023
Vivir la Fe
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