Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
La afirmación que hace el Señor sobre nosotros, después de haber recibido los dones del Espíritu Santo en el bautismo, es muy grande y conlleva una gran responsabilidad de nuestra parte. Es porque todos los dones que recibimos traen una responsabilidad, y cuánto más grande es el Don más grande es la Responsabilidad. Y a Dones Extraordinarios Responsabilidad extraordinaria.
Es así como tenemos que ver nuestras vidas de cristianos, ungidos por el Espíritu Santo: somos en medio del mundo Luz para iluminar la vida de los hombres que no encuentran paz, sentido, esperanza, alegría, fortaleza, pero también iluminar el error y el pecado para mostrar la virtud y el camino hacia la santidad, hacia la Gracia, es decir hacia una vida nueva en Gracia de Dios.
Somos sal para no permitir que la vida pierda su saber, no debemos dejar que nuestras vidas ni la de los demás sea una vida insípida, sin sabor a nada, que no tenga un sentido para vivir, sino mostrar que nosotros hemos encontrado el sentido para seguir hacia adelante, para saber sobreponernos de los tropiezos, caídas y golpes que nos dan los diferentes momentos de la vida. Y, sobre todo, la sal no deja que nada se pudra, sino que recubre y no permite que entre el mal del pecado en la vida de los hombres, es la sal de Gracia de Dios que se consigue con la oración y el sacrificio por la salvación de todos.
Sí, a veces nos olvidamos quienes somos, pero el Señor sabiendo de nuestra falta de memoria siempre nos lo vuelve a recordar, no para acusarnos de que nos olvidamos, sino para reforzar nuestros deseos de seguir construyendo el Reino de los Cielos en la Tierra, y para darle a todos los hombres el mensaje que Él nos trajo: “el Reino de los Cielos está cerca, convertíos y creed en el Evangelio”.
Ese creed en el Evangelio, es creer en lo que Él nos dijo y en el Don de la Vida de la Gracia que nos regaló, para que junto a Él podamos llevar el mismo mensaje hasta los confines de la tierra.
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