Comenzamos la primera semana de cuaresma con una importante exigencia de parte de nuestro Padre Dios:
"El Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo".
Y ¿cuál es el Camino de la Santidad? "Yo soy el Camino", dijo Jesús. Y Él nos fue mostrando ese Camino con su propia vida. Pero no es un camino de sólo cumplir con los mandamientos: "no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles plenitud". Y ¿cómo le da plenitud a la Ley y los Profetas? Viviendo. Sí, viviendo la Ley y los Profetas, y no sólo cumpliendo.
Por eso mismo: "Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida", pues no se puede recorrer el Camino sólo cumpliendo, sino viviendo.
¿Qué es lo que hay que vivir? Hoy en el evangelio nos da la pauta de qué es lo que hay que vivir o cómo hay que vivir el camino de la santidad: en el amor. "Un nuevo mandamiento os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado", "en la medida en que se amen unos a otros los hombres sabrán que sois discípulos míos".
Mas claro no lo pudo decir Jesús, y creo que no llegamos a entenderlo porque no queremos entenderlo, porque nos lo fue explicando con su propia vida.
Incluso nos decía: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego", y así con toda la Ley.
Para comenzar este hermoso tiempo de cuaresma está muy bien volver a mirarnos de acuerdo a la Ley del Amor, si realmente queremos ser Fieles a la Vida que el Señor nos ha dado, examinémonos en el Amor, pues como dijo San Juan de la Cruz: "en el atardecer de la vida seremos examinados en el amor".
lunes, 27 de febrero de 2023
Seremos examinados en el amor
domingo, 26 de febrero de 2023
Las tentaciones
"Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Las tentaciones de Jesús en el desierto son una muestra de lo que Él tenía que vivir todo como nosotros, menos el pecado, y, por eso, el Padre permitió que Satanás lo tentase en el desierto no sólo para mostrarnos cómo salir de ese atolladero, sino para descubrir que en superar las tentaciones está la Gracia que Dios quiere darnos para fortalecer nuestro espíritu.
Si el Hijo de Dios fue tentado para dejar de obedecer a la Voluntad del Padre, ¡cuánto más nosotros! que somos simples hombres que intentan, también ser fieles a la Voluntad de Dios. Y, así como a Jesús, también se nos irá tentando no con grandes tentaciones en las que sepamos que no debemos caer, sino en medias verdades por las que nos hará caer en un diálogo de nunca acabar.
Porque Satanás es el Padre de la Mentira, y un astuto personaje que sabe más que nosotros, y que, incluso, conoce más la Biblia que nosotros, y, sobre todo, sabe que hacernos perder el tiempo o impedir que escuchemos la Voz de Dios, es el mejor camino para no ser Fieles a lo que Dios quiere para nuestra vida, y, a través nuestro, para el mundo.
Por eso en este tiempo de Cuaresma se nos invita a tres cosas importantes: oración, ayuno y limosna. Oración para mantenernos en relación con el Padre y el Señor para recibir su Gracia que nos ayude a discernir lo que es la Voluntad de Dios y lo que no. El ayuno, como sacrificio para que nos ayude a “llevar a esclavitud a nuestra carne”, como dice San Pablo, para poder fortalecer nuestro espíritu y dominar nuestros impulsos e instintos humanos. Y, por último, la limosna para no atarnos a los bienes materiales, sino aprender a compartir lo que el Padre nos ha dado con aquellos que menos tienen.
Y, sobre todo ello, saber que tenemos que crecer en la confianza en el Padre pues Él conoce nuestra debilidad y nos ayudará a levantarnos cada vez que tropecemos y caigamos, por eso el Sacramento de la Reconciliación nos da la Gracia necesaria.
sábado, 25 de febrero de 2023
Vino a buscar al pecador
"Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Hoy en día no hay mucha conciencia de pecado, salvo para aquellos que llevamos años dentro de la iglesia, pero, mejor dicho, los que llevamos años queriendo madurar y profundizar en el espíritu cristiano. Porque estar dentro de la iglesia no es profundizar, muchas veces, en el espíritu.
Vemos, en muchos lugares, cristianos que están muy confiados en que no hay pecado en sus vidas, o que no hacen mal a nadie porque rezan, van a misa, y están en alguna actividad eclesial.
Sin embargo, el Señor dijo que el "justo" peca siete veces por día. Y la Palabra del Señor no se equivoca, pues Él conoce nuestra debilidad y nuestra imperfección y pecado.
Los que nos equivocamos somos nosotros porque no hemos profundizado en el espíritu de Cristo, en la Ley del Amor de Cristo. Y tampoco hemos profundizado en qué significa pecar: es todo acto voluntario y libre en contra de la voluntad de Dios, y sus mandamientos y consejos evangélicos.
También es cierto que nos da vergüenza reconocernos pecadores, porque parece que así somos menos que los demás. Sin embargo, cuando reconocemos nuestro pecado tenemos la oportunidad de comenzar un camino de conversión, y siempre con la ayuda del Señor, que viene a estar con nosotros y ayudarnos con Su Gracia para que podamos cambiar.
Pero, cuando no reconocemos nuestro pecado, siempre vamos a estar en el mismo escalón, no subiremos nunca por la escala de la santidad, sino que nos estancaremos en la mediocridad de la vida cristiana, donde nos quedamos dentro del montón de aquellos que son "buenitos", pero que no llegan a ser Luz y Sal en la tierra, como quiere el Señor.
Reconocernos pecadores no quiere decir que somos malos, sino reconocer, solamente, que no siempre (como dice san Pablo) hago lo que debo, y él mismo nos ayuda a ver lo que debemos hacer:
"Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo. Y si lo que no deseo es precisamente lo que hago, no soy yo el que lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Así, pues, descubro la siguiente ley: yo quiero hacer lo bueno, pero lo que está a mi alcance es hacer el mal. En efecto, según el hombre interior, me complazco en la ley de Dios; pero percibo en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor! Así pues, yo mismo sirvo con la razón a la ley de Dios y con la carne a la ley del pecado".
viernes, 24 de febrero de 2023
Purificación espiritual
De los Sermones de san León Magno, papa
En todo tiempo, amados hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y todo fiel halla en la misma naturaleza motivo de adoración a Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos nos hablan de la bondad y omnipotencia del que los ha creado, y la admirable belleza de los elementos puestos a nuestro servicio exige de la creatura racional el justo tributo de la acción de gracias.
Pero al volver de nuevo estos días, marcados de manera especial por los misterios de nuestra redención, y que preceden inmediatamente a la celebración de la Pascua, se nos intima una mayor diligencia en prepararnos con la purificación de nuestro espíritu.
En efecto, es propio de la fiesta de Pascua que toda la Iglesia se regocije por el perdón de sus pecados, y ello no sólo en los que renacerán por el sagrado bautismo, sino también en los que han sido ya anteriormente agregados a la porción de los hijos adoptivos.
Pues, si bien lo que nos hace hombres nuevos es principalmente el baño de regeneración, sin embargo, como nos es también necesaria a todos la cotidiana renovación contra la herrumbre de nuestra condición mortal, y nadie hay que no tenga el deber de afanarse continuamente por una mayor perfección, es necesario un esfuerzo por parte de todos para que el día de nuestra redención nos halle a todos renovados.
Por tanto, amados hermanos, lo que cada cristiano ha de hacer en todo tiempo ahora debemos hacerlo con más intensidad y entrega, para que así la institución apostólica de esta cuarentena de días logre su objetivo mediante nuestro ayuno, el cual ha de consistir mucho más en la privación de nuestros vicios que en la de los alimentos.
Junto al razonable y santo ayuno, nada más provechoso que la limosna, denominación que incluye una extensa gama de obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por diversas que sean sus posibilidades. En efecto, con relación al amor que debemos a Dios y a los hombres, siempre está en nuestras manos la buena voluntad, que ningún obstáculo puede impedir. Los ángeles dijeron: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; con ello nos enseñaron que todo aquel que por amor se compadece de cualquier miseria ajena se enriquece, no sólo con la virtud de su buena voluntad, sino también con el don de la paz.
Las obras de misericordia son variadísimas, y así todos los cristianos que lo son de verdad, tanto si son ricos como si son pobres, tienen ocasión de practicarlas a la medida de sus posibilidades; y aunque no todos puedan ser iguales en la cantidad de lo que dan, todos pueden serlo en su buena disposición.
jueves, 23 de febrero de 2023
Libre elección
"Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla".
Hay dos caminos en la vida, y los dos caminos nos los ha puesto el Señor delante para que elijamos cuál queremos recorrer. Por eso nos ha dado la libertad para que podamos elegir, en cada momento, hacia dónde ir. Y, por supuesto, nos ha concedido la capacidad de razonar para que nuestra elección no sea sin argumentos, sino que tengamos, también, la suficiente responsabilidad para saber por dónde ir y lo que nos vamos a encontrar. De ese modo no debemos echar la culpa a nadie de que me han engañado, sino que he sido yo quien he razonado y he tomado mis propias decisiones.
Lo mismo hace Jesús cuando nos invita a seguirlo, después de anunciar cuál va a ser su camino y cómo va a ser el final de su vida, y no sólo habla de su pasión, sino también de su resurrección, nos dice:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Claro que no siempre hemos sido conscientes del Camino que hemos elegido, pues lo hemos hecho sin pensar y sin tener en cuenta todas las consecuencias de cada uno. Nos hemos dejado llevar o por las tradiciones o por los instintos, pero nunca nos hemos puesto a razonar y pensar qué significaba para nuestra vida tomar determinado camino, sino que simplemente nos hemos puesto a vivir.
Por eso, gracias a Dios, tenemos un tiempo de reflexión: la Cuaresma, para volver a pensar y a pensarnos, reflexionar acerca de quiénes somos y qué es lo que queremos vivir o qué es lo que Dios quiere que vivamos. Aprovechemos, cada día de esta Cuaresma para adentrarnos en el Misterio de la Vida de Cristo y si estamos dispuesto a seguirlo poder darle un ¡SÍ! que nos lleve, con su Gracia, hacia la plenitud de la santidad.
miércoles, 22 de febrero de 2023
Nuevo tiempo de Gracia
Comenzamos el Tiempo de Cuaresma, un hermoso tiempo, como todos, dentro de la liturgia de la Iglesia, que nos lleva o nos invita a mirar hacia adentro de nuestro corazón, ya desde el Antiguo Testamento, por medio de los profetas, el Señor nos ayuda a mirar y a tomar una decisión concreta y real acerca de nuestra vida:
"Ahora - oráculo del Señor convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos; y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor que se arrepiente del castigo".
A veces pareciera como que siempre Dios nos cuestiona nuestra vida, y sólo se fija en nuestros pecados y errores, y siempre están diciéndonos que somos pecadores, que tenemos que convertirnos. Pareciera como que le gusta hacernos sentir sucios, pecadores... Y es todo lo contrario.
Sí, el Padre siempre quiere lo mejor para nosotros, y por eso, siempre está ayudándonos a que nuestra alma esté lo más limpia posible para recibir su Gracia, pues cuanto más limpio y vacío de nosotros mismos esté nuestro corazón, más Gracia cabrá en él para ayudarnos a caminar en fidelidad y en santidad.
Siempre me acuerdo de que, cuando éramos pequeños, nuestras madres o padres nos ayudaban a prepararnos para ir al colegio o a alguna fiesta y nos miraban de arriba a abajo para ver si estábamos bien vestidos o peinados o si llevábamos todo para ese día. Y si había algún defecto o faltaba algo enseguida nos lo decían porque querían que estuviéramos bien puestos y presentados. Porque nos aman se preocupan por nosotros y aunque seamos grandes siempre estarán preocupados por nuestro bien y siempre nos dirán cosas que toda la vida nos dijeron para ayudarnos y estar con nosotros, a nuestro lado.
Si eso hacen los padres de la tierra ¡cuánto más no hará nuestro Padre del Cielo!
Por eso, siempre, y sobre todo en tiempos especiales, nos invita a mirarnos, a espejarnos en Su Palabra y comenzar un verdadero proceso de conversión, de limpieza interior para prepararnos al mejor día del año: la Pascua de Resurrección.
Así no tenemos que tener miedo de mirarnos y descubrirnos con pecado y errores, sino que, debemos dar Gracias por tener la oportunidad de corregir nuestras vidas y comenzar a caminar con nuevos bríos por la senda de la santidad.
lunes, 20 de febrero de 2023
Conflictos por fuera temores por dentro
De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job
Los santos varones, al hallarse involucrados en el combate de las tribulaciones, teniendo que soportar al mismo tiempo a los que atacan y a los que intentan seducirlos, se defienden de los primeros con el escudo de su paciencia, atacan a los segundos arrojándoles los dardos de su doctrina, y se ejercitan en una y otra clase de lucha con admirable fortaleza de espíritu, en cuanto que por dentro oponen una sabia enseñanza a las doctrinas desviadas, y por fuera desdeñan sin temor las cosas adversas; a unos corrigen con su doctrina, a otros superan con su paciencia. Padeciendo, superan a los enemigos que se alzan contra ellos; compadeciendo, retornan al camino de la salvación a los débiles; a aquéllos les oponen resistencia, para que no arrastren a los demás; a éstos les ofrecen su solicitud, para que no pierdan del todo el camino de la rectitud.
Veamos cómo lucha contra unos y otros el soldado de la milicia de Dios. Dice san Pablo: Conflictos por fuera, temores por dentro. Y enumera estas dificultades exteriores diciendo: Con peligros en los ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de los de mi raza, peligros de parte de los paganos, peligros en las ciudades, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros de parte de falsos hermanos. Y añade cuáles son los dardos que asesta contra el adversario, en semejante batalla: Con trabajos y fatigas, con muchas noches sin dormir, con hambre y con sed, con ayunos frecuentes, con frío y sin ropa.
Pero, en medio de tan fuertes batallas, nos dice también cuánta es la vigilancia con que protege el campamento, ya que añade a continuación: Y, además de muchas otras cosas, la responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. Además de la fuerte batalla que él ha de sostener, se dedica compasivamente a la defensa del prójimo. Después de explicarnos los males que ha de sufrir, añade los bienes que comunica a los otros.
Pensemos lo gravoso que ha de ser tolerar las adversidades, por fuera, y proteger a los débiles, por dentro, todo ello al mismo tiempo. Por fuera sufre ataques, porque es azotado, atado con cadenas; por dentro sufre por el temor de que sus padecimientos sean un obstáculo no para él, sino para sus discípulos. Por esto les escribe también: Nadie vacile a causa de estas tribulaciones. Ya sabéis que éste es nuestro destino. Él temía que sus propios padecimientos fueran ocasión de caída para los demás, que los discípulos, sabiendo que él había sido azotado por causa de la fe, se hicieran atrás en la profesión de su fe. ¡Oh inmenso y entrañable amor! Desdeñando lo que él padece, se preocupa de que los discípulos no padezcan en su interior desviación alguna. Menospreciando las heridas de su cuerpo, cura las heridas internas de los demás. Es éste un distintivo del hombre justo, que, aun en medio de sus dolores y tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con paciencia sus propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que prevé necesaria para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está él mismo enfermo. Mientras sufre las desgarraduras de su propia herida, no deja de proveer a los otros el remedio saludable.
domingo, 19 de febrero de 2023
La nueva perfección
"Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
Sí, no es fácil seguir los pasos de Cristo, no es fácil ser cristiano como nos los pide Cristo, pero no es imposible para quienes tienen la disposición del corazón y cuentan con la Gracia de Dios.
Ya nos lo decía Jesús: “sin Mí no podéis hacer nada”, y a esta perfección se refería. No se refiere a que no podamos cocinar o trabajar sin Él. No podemos alcanzar la perfección de la santidad en el amor si no contamos con Su Gracia, si no nos alimentamos con Su Cuerpo, si no reflexionamos Su Palabra, si no nos unimos a Él en la oración no podremos hacer nada de lo que Él nos ha exigido en el Evangelio.
Y no es como muchos dice: ¡esas son cosas de los curas! Pues no, no son cosas de los curas, pues, también a nosotros nos cuesta alcanzar esa perfección, pero estamos en el constante intento de llegar a esa perfección.
Tampoco significa que nunca voy a pecar. No, siempre seguiré pecando pues la espina del pecado sigue en nosotros y, como dice san Pablo: no siempre hago el bien que quiero sino el mal que no deseo. Y, por eso mismo, siempre tendremos que volver a pedir perdón al Señor y a nuestros hermanos por nuestros errores y por nuestro pecado, y recibir por la Gracia de Dios el perdón que nos renueva y nos fortalece para seguir intentando amar como Él nos amó.
Esa es la cuestión que siempre pasamos de largo los cristianos: amar como Él nos amó. Amamos a la medida humana: si me ama amo, si me presta presto, si me pegan en una mejilla les pego en la otra, si… y me olvido del precepto evangélico del amor, y de lo que Jesús nos ha enseñado: “os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
No nos debemos quedar en cumplir algo del evangelio, sino en vivir como Jesús nos enseñó, y, sobre todo, como Él vivió y amó. Por eso, si nuestro amor no es mayor que el del mundo no seremos semejantes a Cristo, y no alcanzaremos al santidad que el Padre quiere.
sábado, 18 de febrero de 2023
Vivir la Fe
"Hermanos:
La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por su fe, son recordados los antiguos".
El escritor de la carta a los Hebreos nos invita a pensar en nuestros antepasados que, por la Fe, hicieron grandes cosas, o, mejor dicho, por la Fe pudieron dejar que Dios hiciera con ellos grandes cosas. Y, gracias a la Fe de ellos, hoy nosotros podemos vivir, también, con la misma Fe. Pero ¿dejamos, como ellos, que Dios haga grandes cosas con nosotros?
A veces creemos que la Fe es sólo para algunos momentos de nuestra vida, por eso Dios no puede hacer con nosotros grandes cosas como lo hizo con los antiguos, ni con los modernos, ni con los contemporáneos. Sí, porque no han sido sólo los antiguos los que han vivido la fe en plenitud, sino que gente que está a nuestro lado vive la Fe de un modo más radical y puede, por eso mismo, cambiar su vida y, sobre todo, enseñar un Camino de Salvación.
Creo que algunos tenemos miedo de dejarnos conducir por Dios, porque sabemos que al dejarnos conducir Él nos va a llevar por caminos que no queremos ir, o nos va a pedir cosas que no queremos hacer, o nos va pedir renuncias que no queremos entregar. Y, así vamos dejando de lado nuestra verdadera entrega como hijos a la Voluntad del Padre, y sólo dejamos nuestra vida de fe para los momentos en que necesitamos de Dios.
Y ¿pasa algo? En realidad no pasa, y ese es el problema que no pasa nada y vamos dejando que lo que Dios quería que yo hiciera para mi bien o para el bien de mi familia o de la sociedad o del mundo, no lo hago, dejo un vacío en mi lugar que quedará a lo largo de la historia como alguien que no supo darle el valor necesario a su vida de fe, a su vida de cristiano, y así fue un triste cristiano que pudo gozar de lo hermoso que tenía el Señor preparado para él y para los demás.
Y ¿cómo hacer para vivir una experiencia de fe? Dejarnos conducir por Cristo a la cima del monte, como lo hizo con los apóstoles:
"En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Cuando nos dejemos conducir diariamente a la cima del Monte, es decir a la oración seria y profunda con el Señor, al encuentro con Él en la Eucaristía, vamos a poder comprender qué es lo que Él tiene reservado para mí y cuáles son los Bienes que me da el encuentro con el Resucitado.
viernes, 17 de febrero de 2023
El deseo del corazón tiende hacia Dios
De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre la primera carta de san Juan
¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?
Volvamos, pues, a aquella unción de Cristo, a aquella unción que nos enseña desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora os es imposible la visión, sea vuestra tarea el deseo.
Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: No quiero decir con esto que tenga ya conseguido el premio o que sea ya perfecto; yo, hermanos, no considero haber ganado todavía el premio.
¿Qué haces, pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio? Sólo una cosa busco: olvidando lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que veo por delante, voy corriendo hacia la meta para conseguir el premio de la asamblea celestial. Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que ve por delante y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía demasiado pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre.
Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien, este santo deseo está en proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. Ya hemos dicho en otra parte que un recipiente, para ser llenado, tiene que estar vacío. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien.
Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para que sea capaz de recibir algo.
Y así como decimos miel, podríamos decir oro o vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. Y cuando decimos «Dios», ¿qué es lo que decimos? Esta sola sílaba es todo lo que esperamos. Todo lo que podamos decir está, por tanto, muy por debajo de esa realidad; ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
jueves, 16 de febrero de 2023
Quien eres?
"En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
¿Le importaba a Jesús lo que la gente decía de Él? No lo creo en el sentido que no se deja influir por el pensamiento de la gente, sino que quería saber si la gente estaba entendiendo su Mensaje, si ellos podían llegar a ver más allá de lo que decía y hacía, pues nunca les hablaba del todo claro, sino que siempre lo hacía en parábolas y con los milagros que le acompañaban. Y, por eso mismo, una vez que le contestan sobre lo que piensa la gente, vuelve a preguntar a sus apóstoles:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Vuelve a la misma pregunta, pero ahora más personal, y obtiene de Pedro una respuesta:
"Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Una respuesta acertada. Después de todo lo vivido y de lo que Él le había compartido más en privado, pues a ellos les explicaba las parábolas en privado, podía ver que habían entendido. Claro está que, como también le dice a Pedro: "esto no te lo ha dicho ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el Cielo", haciéndonos ver que conocer a Jesús como Mesías y Dios es una revelación que viene de la Fe y no de un descubrimiento humano.
También nosotros podríamos hacer el mismo razonamiento de las dos preguntas: ¿qué piensa la gente acerca de Jesús? ¿Qué es lo que escucho que la gente dice o habla o siente acerca de Jesús y de Dios? Y claro que también tengo que preguntarme ¿qué siento o pienso acerca de Jesús y de Dios? Porque de la respuesta que de, en lo personal, voy a entender qué es lo que creo, y, sobre todo, qué es lo que vivo y si soy coherente entre lo que digo que creo y lo que vivo.
Y, además esa pregunta tengo que hacérmela a mí mismo ¿quién soy yo? Porque conociéndome a mí mismo voy a entender qué es lo que vivo, qué es lo que quiero vivir y si realmente he encontrado el sentido de mi vida, y cuál es ese sentido que quiero darle a mi vida, si sólo es un vació, un sentido meramente humano o si he encontrado el sentido que Dios quiere que le de a mi vida.
martes, 14 de febrero de 2023
Poneos en camino!
"En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él".
En aquél tiempo y en este tiempo Jesús sigue eligiendo discípulos para ir y anunciar el Evangelio. ¿Cuándo nos elige? Cuando el agua del bautismo cae sobre nuestras cabezas es cuando nos elige, nos consagra, y nos envía al mundo para, después de haber sido instruidos en Su Palabra, por medio de los padres y padrinos, poder anunciar lo que vivimos con la alegría de sabernos hijos de Dios.
Claro está que, en estos tiempos que vivimos, no siempre los padres y padrinos asumen la misión de educar a sus hijos y ahijados en lo que han recibido: la fe en Cristo, la vida nueva en Cristo, la misión que nos da Cristo. ¿Por qué? Porque tampoco ellos saben cuál es la misión a la que Cristo nos envía, y sobre todo, cuál es la misión de los padres y padrinos.
"Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies".
Por que dentro de esa misión, también, está el detalle de formarnos en la disponibilidad para ser misioneros, para entregar nuestras vidas en una consagración especial al Señor: sacerdotes, consagrados, religiosos. Porque no sólo con sacerdotes y religiosos los de las otras familias y no de la nuestra, sino que todos los bautizados estamos llamados, y algunos elegidos para una misión particular y especial, y no por virtud nuestra, sino por Gracia de Dios.
"¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino".
Y, fijaos que no es una sugerencia de Cristo el salir a misionar, sino que es una imperativo de Jesús: "¡Poneos en camino!". Sí, no hay tiempo para perder, sino que hay que ponerse en camino ya, o, mejor dicho, ayer, porque el Príncipe de este mundo es más hábil que nosotros y él ya ha empezado su misión de querer acabar con la fe de las personas, con querer acabar con la Iglesia y con todos sus hijos, de querer, en una palabra, destruir la hermosa Obra de Dios que son los renacidos por el bautismo.
¿Estaremos dispuestos a dejarnos conducir por el Espíritu de Dios para llevar la Luz de la Fe a todos cuanto nos encontremos?
lunes, 13 de febrero de 2023
Hay que buscar la Sabiduría
De los Sermones de san Bernardo, abad
Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma: Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo —nos dice aquel que es la Verdad—; cavemos en este campo; en él se halla escondido un tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
Si queréis preguntar —dice la Escritura—, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría —dices—, ¿dónde la hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues, mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia, pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí. No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría, mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la miel daña —según dice el Sabio— a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría; esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además, lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.
domingo, 12 de febrero de 2023
Primero ama
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud".
La pregunta sería: ¿qué es darle plenitud a la Ley y los profetas?
Es una respuesta muy fácil pero muy difícil de vivir, porque es vivir la Ley y los profetas y no sólo cumplir con la letra de la ley, pues como decimos en el refranero popular: hecha la ley, hecha la trampa.
Jesús no vino sólo a cumplir un trámite, sino a ser Fiel a la Voluntad del Padre, en una obediencia hasta la muerte y muerte en cruz. Y es ahí cuando Jesús le dio plenitud a la Ley. Y así nos lo mostró y demostró a todos.
Y, para mayor comprensión nos lo dijo en la Última Cena: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros”, la Ley Nueva del Amor.
Claro que ahí no podemos errar o mejor dicho, ahí podemos hacernos más los tontos, porque no hay 10 mandamientos para poder examinarnos como lo hacemos con la Ley de Moisés.
Con los 10 Mandamientos nos basta con pensar: no robo, no mato… y parece que somos los mejores del mundo mundial, pero, a esos 10 tenemos que agregarle el Nuevo Mandamiento del Amor, que es el que le da plenitud a los otros 10. Y ¿cómo nos examinamos en ese mandamiento? Muy claro nos lo dejó san Pablo en la carta a los corintios:
“El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.
Ahí tenemos un perfecto índice de cómo sería vivir en plenitud los 10 Mandamientos, pues viviríamos la Nueva Ley del Amor que la que abarca todo, como diría san Agustín: “Ama y haz lo que quieras, pero primero ama”.
sábado, 11 de febrero de 2023
Preeminencia de la Caridad
De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella
¿Por qué, hermanos, nos preocupamos tan poco de nuestra mutua salvación, y no procuramos ayudarnos unos a otros en lo que más urgencia tenemos de prestarnos auxilio, llevando mutuamente nuestras cargas, con espíritu fraternal? Así nos exhorta el Apóstol, diciendo: Ayudaos a llevar mutuamente vuestras cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo; y en otro lugar: Sobrellevaos mutuamente con amor. En ello consiste, efectivamente, la ley de Cristo. Cuando observo en mi hermano alguna deficiencia incorregible —consecuencia de alguna necesidad o de alguna enfermedad física o moral—, ¿por qué no lo soporto con paciencia, por qué no lo consuelo de buen grado, tal como está escrito: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán? ¿No será porque me falta aquella caridad que todo lo aguanta, que es paciente para soportarlo todo, que es benigna en el amor?
Tal es ciertamente la ley de Cristo, que, en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y, por su misericordia, aguantó nuestros dolores, amando a aquellos por quienes sufría, sufriendo por aquellos a quienes amaba. Por el contrario, el que hostiliza a su hermano que está en dificultades, el que le pone asechanzas en su debilidad, sea cual fuere su debilidad, se somete a la ley del diablo y la cumple. Seamos, pues, compasivos, caritativos con nuestros hermanos, soportemos sus debilidades, tratemos de hacer desaparecer sus vicios.
Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella.
Quiera concedérnosla aquel a quien no podemos agradar sin ella, y sin el cual nada en absoluto podemos, que vive y reina y es Dios por los siglos inmortales. Amén.
viernes, 10 de febrero de 2023
La serpiente sigue susurrando
"La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
El mayor engaño que descubrió el escritor sagrado y que Dios nos lo mostró en Su Palabra, es el engaño que sigue persistiendo hoy en día en todo el mundo: "seréis como dios", y encima el hombre se lo cree, porque eso es lo que queremos: ser dios, no depender de un dios fuera de nosotros, y, sobre todo, no depender de un dios que no nos deja hacer nada, sino que nos prohíbe todo lo que, instintivamente, queremos hacer.
Por eso, poco a poco, el hombre fue quitando a Dios del medio de su vida, dejándose atraer por aquél susurro de la serpiente, que como las sirenas marinas de las fábulas, con un canto suave y persuasivo sigue convenciendo de que todo vale, que el hombre es el mejor artífice de los valores humanos y que, de acuerdo al tiempo en que vive, todo puede cambiar según el arbitrio de unos pocos que se dicen grandes pensadores y salvadores del ser humano.
Gracias a Dios, a quienes con los oídos tapados por la Gracia de Dios no se dejan cautivar por ese susurro maligno, sino que abren sus corazones a la Voz del que es el Verdadero Salvador, nuestro Dios y Señor, y que, conociéndolo saben que Su Ley, que Su Voluntad es el mejor Camino para alcanzar la perfección de la Vida, y, sobre todo, poder vivir un libertad plena pues nos ayuda a dignificar nuestro ser humano, y no, como las ideología contemporáneas, que denigran, cada vez, más al varón y a la mujer, haciéndonos pensar que eso es lo mejor.
Las nuevas corrientes ideológicas van haciéndole perder al hombre, varón y mujer, el horizonte de sus vidas, creándoles así una nueva forma de vivir donde todo da igual, donde nadie es nadie, y todos pueden ser todo. Donde las tinieblas cubren la verdad del hombre, las ideologías le permiten poner un "nuevo cartel" sobre su dignidad que le hacen decir lo que quieren y así, confundido y engañados, van detrás de dios que los lleva a la deshumanización de sí mismos.
Por eso el Señor como al hombre del evangelio quiere abrirnos los oídos y la lengua para que aprendamos a escuchar cuál es la Verdad a la que, verdaderamente, aspira el ser humano y podamos proclamar y anunciar el verdadero Camino a la Vida, a la Vida que dignifica y da plenitud a nuestra vida.
jueves, 9 de febrero de 2023
La Esposa de Cristo
De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
«Católica»: éste es el nombre propio de esta Iglesia santa y madre de todos nosotros; ella es en verdad esposa de nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios (porque está escrito: Como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, y lo que sigue), y es figura y anticipo de la Jerusalén de arriba, que es libre y es nuestra madre, la cual, antes estéril, es ahora madre de una prole numerosa.
En efecto, habiendo sido repudiada la primera, en la segunda Iglesia, esto es, la católica, Dios —como dice Pablo— estableció primero apóstoles, luego profetas, luego doctores, luego el poder de los milagros, las virtudes; después, las gracias de curación, de asistencia, de gobierno, los géneros de lengua, y toda clase de virtudes: la sabiduría y la inteligencia, la templanza y la justicia, la misericordia y el amor a los hombres, y una paciencia insuperable en las persecuciones.
Ella fue la que antes, en tiempo de persecución y de angustia, con armas ofensivas y defensivas, con honra y deshonra, redimió a los santos mártires con coronas de paciencia entretejidas de diversas y variadas flores; pero ahora, en este tiempo de paz, recibe, por gracia de Dios, los honores debidos, de parte de los reyes, de los hombres constituidos en dignidad y de toda clase de hombres. Y la potestad de los reyes sobre sus súbditos está limitada por unas fronteras territoriales; la santa Iglesia católica, en cambio, es la única que goza de una potestad ilimitada en toda la tierra. Tal como está escrito, Dios ha puesto paz en sus fronteras.
En esta santa Iglesia católica, instruidos con esclarecidos preceptos y enseñanzas, alcanzaremos el reino de los cielos y heredaremos la vida eterna, por la cual todo lo toleramos, para que podamos alcanzarla del Señor. Porque la meta que se nos ha señalado no consiste en algo de poca monta, sino que nos esforzamos por la posesión de la vida eterna. Por esto, en la profesión de fe, se nos enseña que, después de aquel artículo: La resurrección de los muertos, de la que ya hemos disertado, creamos en la vida del mundo futuro, por la cual luchamos los cristianos. Por tanto, la vida verdadera y auténtica es el Padre, la fuente de la que, por mediación del Hijo, en el Espíritu Santo, manan sus dones para todos, y, por su benignidad, también a nosotros los hombres se nos han prometido verídicamente los bienes de la vida eterna.
miércoles, 8 de febrero de 2023
Lo que sale del corazón
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».
Si bien en aquella época Jesús tenía que liberar a los alimentos del título de impuros, sabiendo que todo lo había hecho el Padre y todo era bueno, pero no siempre se comprendía lo que Él decía y a qué se refería. Por eso tenía que volver a explicar a los discípulos, en privado, qué era lo que quería decir. Y es ahí cuando les habla de que lo que hace impuro al hombre es el pecado que habita en el corazón.
«Lo que sale de dentro, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Hoy, en este mundo y en este tiempo en que vivimos, tendríamos que volver a preguntarnos ¿cómo está nuestro corazón, nuestra alma, nuestra capacidad de comprender y entender? Porque vivimos en un tiempo donde lo importante para el hombre es el parecer o aparentar.
Nos dedicamos mucho al arte de cultivar nuestro cuerpo para que se vea bien, que no se vean las arrugas, que los músculos se vean bien definidos, la vestimenta (aunque en este campo cada día es más horrible, pero bueno... contra gustos...) Pero nos dedicamos tanto a lo de afuera del cuerpo que nos olvidamos lo que hay dentro, y ahí está el verdadero meollo de la cuestión.
Por eso el Señor le quita a los alimentos el título de prohibidos o impuros.
Pero, también, hay otra cosa a la que podemos hacer referencia y es a las palabras que salen de nuestras bocas o a las palabras que escuchamos. Muchas veces nos encontramos con gente que sufre por lo que han dicho de ella o por lo que le han contado que han dicho, y, sin embargo, las palabras no nos pueden dañar cuando sabemos bien quienes somos y qué es lo que hemos hecho. Como dice algún dicho: la gente parece saber mejor que yo lo que he dicho y hecho.
Las palabras que yo no he dicho no pueden dañarme, sino que me dañan las palabra que yo digo, pues esas palabras hablan de quién soy y de cómo soy. Sí. Cuando critico o juzgo o comento algo de alguien, no sólo estoy hablando de mí, sino que esas palabras también hablan de mi: de mi forma de comunicar, de ver a las personas, de lo que me gusta, de lo que me asusta, de si soy veraz o si soy misericordioso... y tantas otras cosas más.
Por eso, tenemos que tener muy en cuenta qué es lo que sale de mi corazón y no lo que llega a mis oídos.
martes, 7 de febrero de 2023
Y vió que era bueno
Al volver a leer la historia de la creación del Génesis sentí esa hermosa sensación de conocer a un Dios creador de todo lo bueno que tenemos. Se pueden narrar y contar de mil maneras la creación del universo y del hombre, se pueden hacer mil referencias a los escritores antiguos, a las teorías exegéticas, pero siempre me gusta recordar que es una historia que intenta decir que toda la creación ha sido una obra buena de un Dios que es Amor.
Dios todo lo hizo bien y todo lo bueno lo tenemos a nuestro alrededor, y, es más nosotros también hemos sido creados como algo bueno, y como la primicia o la guinda del postre de la creación. Y así lo tendríamos que ver y nos tendríamos que mirar para descubrir la Bondad que Dios puso en nuestros corazones.
Por eso, "llegada la plenitud de los tiempos" Dios nos envió a Su Hijo Único para que nos enseñara cómo deberíamos cuidarnos y cuidar la creación del Padre, cómo llegar a vivir con amor dentro de una Obra de Amor.
Pero no siempre miramos la creación y al hombre con ojos de misericordia y de bondad, sino que los miramos para ver cuál es la mejor manera de usarlos a nuestro favor o, en su caso, cómo poder quitárnoslo de encima para que no molesten en nuestro caminar.
Esta es la razón por la que los fariseos siempre estaban con un ojo mirando a Jesús para ver cómo se equivocaba y cómo podían acusarlo de haber incumplido la Voluntad de Dios que estaba escrita en la Ley. La hipocresía con la que los acusa Jesús a ellos es la hipocresía que muchas veces usamos para acusar a los demás, e, incluso, para acusarnos a nosotros mismos.
Sí, porque al acusar a los demás de ciertas cosas también nos estamos acusando a nosotros mismos, porque no hemos visto que, muchas veces, caemos en el mismo error y pecado. ¿Por qué? Porque nos hemos dejado llevar por el espíritu del mundo que quiere vivir fuera del alcance de la mirada de Dios, o buscando siempre argumentos que destruyan la imagen de un Dios creador, creyendo que lo que el Génesis nos ha contado es un cuesto para niños, sin embargo la visión del escritor sagrado es la mejor visión de todos, pues ha mirado con ojos de niño a un Dios que siendo Padre crea todo por Amor a sus hijos.
Cuando nosotros podamos alcanzar esa mirada descubriremos la maravilla de la creación y la maravilla que hay en el corazón de nuestros hermanos, para que, como el Padre podamos amarlos a ellos y a nosotros mismos como Él nos ama.
lunes, 6 de febrero de 2023
Descansar en Ti
De las Confesiones de san Agustín, obispo
Eres grande, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti.
Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra. ¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer si nadie les predica?
Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y, al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por el ministerio de tu predicador.
Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo para que venga a mí. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que hay algo en mí, Señor Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo que existe pueda abarcarte?
¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mí, si, por el hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no estuviera en ti, origen, camino y término de todo? También esto, Señor, es verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes venir a mí? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde ellos venga a mí el Señor, que ha dicho: Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?
¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?
¡Ay de mí! Dime, Señor Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro: muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo.
domingo, 5 de febrero de 2023
Sois Luz y Sal
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
La afirmación que hace el Señor sobre nosotros, después de haber recibido los dones del Espíritu Santo en el bautismo, es muy grande y conlleva una gran responsabilidad de nuestra parte. Es porque todos los dones que recibimos traen una responsabilidad, y cuánto más grande es el Don más grande es la Responsabilidad. Y a Dones Extraordinarios Responsabilidad extraordinaria.
Es así como tenemos que ver nuestras vidas de cristianos, ungidos por el Espíritu Santo: somos en medio del mundo Luz para iluminar la vida de los hombres que no encuentran paz, sentido, esperanza, alegría, fortaleza, pero también iluminar el error y el pecado para mostrar la virtud y el camino hacia la santidad, hacia la Gracia, es decir hacia una vida nueva en Gracia de Dios.
Somos sal para no permitir que la vida pierda su saber, no debemos dejar que nuestras vidas ni la de los demás sea una vida insípida, sin sabor a nada, que no tenga un sentido para vivir, sino mostrar que nosotros hemos encontrado el sentido para seguir hacia adelante, para saber sobreponernos de los tropiezos, caídas y golpes que nos dan los diferentes momentos de la vida. Y, sobre todo, la sal no deja que nada se pudra, sino que recubre y no permite que entre el mal del pecado en la vida de los hombres, es la sal de Gracia de Dios que se consigue con la oración y el sacrificio por la salvación de todos.
Sí, a veces nos olvidamos quienes somos, pero el Señor sabiendo de nuestra falta de memoria siempre nos lo vuelve a recordar, no para acusarnos de que nos olvidamos, sino para reforzar nuestros deseos de seguir construyendo el Reino de los Cielos en la Tierra, y para darle a todos los hombres el mensaje que Él nos trajo: “el Reino de los Cielos está cerca, convertíos y creed en el Evangelio”.
Ese creed en el Evangelio, es creer en lo que Él nos dijo y en el Don de la Vida de la Gracia que nos regaló, para que junto a Él podamos llevar el mismo mensaje hasta los confines de la tierra.
sábado, 4 de febrero de 2023
Su bondad provenía de Dios
De la Disertación de san Metodio de Sicilia, obispo, sobre santa Águeda
Nos ha reunido en este lugar, como ya sabéis vosotros, los que me escucháis, la celebración del aniversario de una santa mártir; su combate por la fe, tan conocido y venerado, es algo que históricamente pertenece al pasado, pero que, en cierto modo, se nos hace actual a través de los divinos milagros que un día tras otro van formando su corona y su ornato.
Es virgen porque nació del Verbo inmortal de Dios, Hijo invisible del Padre (este Hijo que también por mí experimentó la muerte en su carne), según aquellas palabras del evangelista Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios.
Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo.
Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.
De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.
Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.
En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas.
Águeda, buena de nombre y por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.
viernes, 3 de febrero de 2023
El martirio diario
Hoy, en el día San Blas, me puse a pensar cómo se lo conoce a este santo, y lo que me surgía es: el patrono de las gargantas, al que se le pide que cure las gargantas... Y si recorremos el santoral quizás a la mayoría se lo conozca por los milagros que puede hacer, pero nada más. Nada de su vida, nada de su obra, ni tan siquiera por qué llegó a ser santo, o, en este caso mártir.
Y eso me puso a pensar (sí, otra vez, para que sepan que, a veces, pienso un poco) que poco leemos cosas espirituales, y más la vida de los santos. Conocemos lo básico de algunos más grandes, pero lo normal es que se conozca al santo por lo que se le puede pedir y por lo que puede hacer. Es nuestra pobreza católica, pues la vida de los santos es un estímulo para nuestra vida, para saber que, también, nosotros, sí cada uno, puede alcanzar, también, ese ideal de santidad.
¿Cómo alcanzar el ideal de santidad? Con el Evangelio, no sólo encontramos frases bonitas y cercanas, sino que, como en la carta a los Hebreos, encontramos todo un montón de ítems que nos dicen cómo vivir para alcanzar la santidad.
"Hermanos:
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.
Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su carne.
Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará".
Esto es una parte de lo que nos va diciendo Dios por medio del escritor sagrado. Pero claro tengo que leerlo, meditarlo y llevarlo a la vida. Y ahí está cuando tengo que hacer el mayor sacrificio: renunciar a mis proyectos y decisiones y ponerme a trabajar en lo que Dios quiere y no en lo que yo quiero, sino adecuar mi vida a Su Voluntad.
Sino me pasa como a Herodes en el evangelio de hoy, que dejándose llevar por los instintos humanos hizo una promesa que, gracias a su soberbia y vanidad, después tuvo que cumplir, y por eso, no pudo renunciar al pedido de matar a Juan Bautista a quién él estimaba. Y así nos pasa muchas veces, por dejarnos llevar por los ideales del mundo, por el qué dirán, por las modas, por los instintos humanos, dejamos de lado el camino de la santidad y sólo apuntamos a vivir lo mediocre o lo menos ideal, sólo para quedar bien y, a veces, quedar bien conmigo mismo.
¿Cual es el problema? Que los ideales del mundo y los instintos humanos no satisfacen nuestros deseos espirituales y dejan un vacío enorme en nuestro interior que cuando necesitamos "tirar" de espíritu o de sentido para vivir no encontramos nada, sólo un vacío interior que nos lleva a la tristeza, a la desesperanza.
El martirio diario de renunciar a nosotros mismos para ser Fieles a la Vida que Dios nos muestra, es el mejor camino para encontrar la fuerza y el sentido para todo lo que tenemos que vivir.
jueves, 2 de febrero de 2023
Acojamos la luz clara y eterna
De las Disertaciones de san Sofronio, obispo
Corramos todos al encuentro del Señor los que con fe celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este encuentro, nadie deje de llevar su luz.
Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya para significar el resplandor divino de aquel que viene a nosotros —el cual hace que todo resplandezca y, expulsando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abundancia de la luz eterna—, ya, sobre todo, para manifestar el resplandor con que nuestras almas han de salir al encuentro de Cristo.
En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por él y llevando en nuestras manos una luz visible para todos, apresurémonos a salir al encuentro de aquel que es la luz verdadera.
Sí, ciertamente, porque la luz ha venido al mundo, para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas: esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto avanzamos en procesión con cirios en las manos, por esto acudimos llevando luces, queriendo representar la luz que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplandor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto, corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.
Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme.
Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se resigne a permanecer en la noche; al contrario, avancemos todos llenos de resplandor; todos juntos, iluminados, salgamos a su encuentro y, con el anciano Simeón, acojamos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la luz verdadera.
También nosotros, representados por Simeón, hemos visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la vida presente, así también nosotros hemos sido liberados del antiguo y tenebroso pecado.
También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos hemos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es, en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto, con nuestros ojos, al Dios hecho hombre; y de este modo, habiendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado, por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebrando año tras año, porque no queremos olvidarlo.