miércoles, 14 de agosto de 2024

Unidad en el espíritu y en el amor

«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.
Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano".
La corrección fraterna un punto importante en nuestra vida de cristianos, en nuestro camino de santidad. Un punto importante porque hemos de buscar, siempre, estar en armonía y unidad de espíritu, buscando entre todos vivir el evangelio de Jesucristo de un modo radical para alcanzar el Ideal que Él mismo nos ha marcado: sean Uno para que el mundo crea.
Pero claro, la corrección fraterna no es siempre fácil vivirla, como todo lo del evangelio, son pasos que tenemos que dar para alcanzar la unidad y la armonía entre todos. Esto no quiere decir que todos tengamos que pensar igual y ser copias unos de otros, no. Cada uno de nosotros somos, por Gracia de Dios, diferentes y únicos, con nuestra manera de pensar, de actuar y de ser. Pero en esa diferencia es donde está el desafío de buscar la unidad.
Y ¿cuál es la unidad que debemos buscar los que somos discípulos de Cristo? La unidad en el Espíritu, la unidad en el amor. La unidad en el Espíritu significa que tenemos que aprender a caminar, todos, en un mismo sentido: el de la Voluntad de Dios, y sabemos que la Voluntad de Dios no la podemos discernir solos, sino que la discernimos, también, en comunidad, y con la ayuda de quienes saben cómo poder encontrarla, pero, fundamentalmente teniendo una vida sacramental y de oración perseverante y continua.
Por otro lado la unidad en el amor no significa que todos nos amemos del mismo modo, o con la misma intensidad, sino que, como diría Teresita, podamos ver en nuestro hermano el rostro de Cristo, y así poder amar a Cristo que está en el hermano. Pero, también, es necesario aceptar de mi hermano sus errores, defectos, así como aceptamos sus virtudes (lo que no cuesta nunca nada), porque si aceptamos sus errores y defectos, podremos ayudarlo a corregirlos como el Señor no pide.
Porque sería muy fácil que todos fuesen de la manera que yo quiero y no tenga nadie algo que me moleste, pero como el pecado original está en todos, así como quiero que me acepten a mí con mis defectos y errores, yo también tengo que aceptar a los demás con sus defectos y errores, y aprender, desde el Espíritu, a convivir y a formar un solo Cuerpo en el Espíritu y en el amor.

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