domingo, 18 de agosto de 2024

No lo dudes

"El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí".

Es difícil poder experimentar la presencia de Cristo en nosotros, pero sí es una realidad cuando perseveramos en la oración y en la eucaristía, pues su Presencia se hace verdad cuando más cerca estamos de Él. Así, lo podemos ver en las cartas de San Pablo, porque él, desde su conversión a Cristo, pudo ir creciendo en esta relación hasta poder decir cosas como estas:
Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
San Pablo experimenta la presencia de Cristo en su vida y es así como puede ir superando, día a día, las pruebas a las que he sometido. Quizás, en nuestras vidas, no tengamos tantos dolores y males como los que pasó san Pablo, pero sí, cada uno, tiene su propia cruz y su propio dolor, pero nada de eso podrá separarnos del amor de Dios.
¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Sí, alcanzar la profundidad y la confianza de San Pablo nos lleva un tiempo, pero no es imposible, con la Gracia de Dios, pues el Señor quiere que todos lleguemos a vivir en esa confianza y seguridad, pues para eso Él se entregó por nosotros y se quedó en la Eucaristía, para que alimentados por su Vida tengamos vida y vida en abundancia.
Y esa Vida implica, como todos los regalos del Señor, una misión: como el Padre me envió así yo os envío, pero ¿a dónde nos envía? A tu casa, entre los tuyos, con los amigos, en el mercado, en el trabajo, en todo lugar por donde tú pases Él pasará contigo, y si te animas a hablar de lo que Él significa para tu vida, aún más estará Él en ti. No lo dudes.

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