La vida de Edith Stein o Santa Teresa Benedicta de la Cruz, como se llamó en el Carmelo, es muy interesante, dado que fue una niña judía que dejó de creer en Dios y salió a buscarlo, pero no como Dios, sino que salió en busca de la Verdad, y, como ella dice: me encontré con Jesús, y cambió su vida. Por eso esta estrofa del salmo de hoy es como una síntesis de su vida:
"Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor".
Y así es un camino que también nos lo ofrece a nosotros para que podamos encontrarnos, verdaderamente, con el Señor, pues, muchas veces, no nos alejamos del bagaje intelectual o vivencial que traemos en nuestros hombres, y, por eso, no nos podemos encontrar con el verdadero rostro del Señor. Necesitamos despojarnos de todo para que Él pueda reverlársenos a nuestro corazón y pueda conquistarnos.
«Yo la llevo al desierto, le hablo al corazón.
Allí responderá como en los días de su juventud,
como el día de su salida de Egipto".
Así, en el desierto del corazón, sin nada que nos aferre a nuestro pasado y a lo que hemos vivido, podremos escuchar y aceptar el desafío de seguirlo, como lo hicieron los apóstoles y todos los que nos transmitieron la fe de un modo particular y especial, como lo hizo Edith Stein.
"Me desposaré contigo para siempre,
me desposaré contigo
en justicia y en derecho,
en misericordia y en ternura,
me desposaré contigo en fidelidad
y conocerás al Señor".
Por eso, no tengamos miedo, como dicen algunos, de que Dios nos despersonalice o nos quite la libertad, sino tengamos miedo de no abrir el corazón para encontrarnos con ese Dios que es Camino, Verdad y Vida, que nos lleva de la mano hacia lo mejor que podemos encontrar: nuestra plenitud en el Amor.
viernes, 9 de agosto de 2024
Sin buscarlo lo encontré
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