domingo, 17 de marzo de 2024

Último tramo

"Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

Entramos en la última semana de Cuaresma y lo comenzamos abriendo el corazón a la Misericordia de Dios por medio del Sacramento de la Reconciliación. A veces no sabemos lo importante que es, para nuestra alma, este Sacramento. Algunos creen que ya no existe y otros que ha pasado de moda, y, algunos otros, que ¡para qué! Si siempre pecamos en lo mismo. Y, en muchos casos, no hay conciencia de pecado, porque, lamentablemente, sea perdido la conciencia o la capacidad de discernir entre el bien y el mal, entre lo que es Voluntad de Dios y lo que no es, entre lo que tengo que vivir y lo que no. Pero, también, no sabemos, muchas veces, hacer un examen de conciencia que nos ayude a purificar nuestra alma.
Y ¿cuántas veces tengo que confesarme? Es una pregunta que surge muy a menudo, pero no hay una respuesta concreta. La Iglesia, en sus preceptos, nos pide que nos confesemos, por lo menos, una vez al año y, sobre todo, para la Fiesta de la Pascua. Pero, cuando sabemos lo que significa el sacramento, las Gracias que el Padre nos regala, y, sobre todo, cuando tenemos conciencia de que el pecado es toda aquella acción u omisión que haga en contra de la Voluntad de Dios, entonces, necesitaré de pedir perdón.
Un perdón que no es una simple palabra, sino que es una decisión voluntaria y consciente de querer cambiar, una decisión que no siempre se realiza en el tiempo que quiero, sino cuando Dios quiera. Pero debo tener siempre la disponibilidad del corazón para la conversión. Una conversión que me lleve a remediar el daño que he causado, a pedir perdón no sólo a Dios, sino a quien haya ofendido o a quienes haya afectado mi actitud o mi falta de actitud.
Y ¿por qué confesarnos antes de la Pascua? Porque la Pascua es el momento en que recordamos que Jesús se entregó a la muerte y muerte de Cruz, para matar con su cuerpo el pecado que nos oprime y devolvernos, con su resurrección, una nueva vida de hijos de Dios, para que vivamos en la Gracia de Dios, libres del pecado y abiertos, como Él para hacer la Voluntad del Padre. Cuando miremos la Cruz y descubramos en Ella a Quien asumió nuestro pecado para que nosotros asumiéramos Su Vida, entonces, nos daremos cuenta que el Amor que Él nos tuvo, para ofrecerse en esa Cruz, necesita de nuestra generosidad para vivir como Él y aceptar el desafió de alcanzar una vida en Gracia y en santidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.