"El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar".
¿Qué hacemos cuando sabemos que alguien necesita de nuestra ayuda? ¿Cómo actuamos cuando vemos a nuestros hermanos que no consiguen llegar a quién puede sanarlos?
Hoy vemos muchos de esos enfermos que están solos y que no saben o no pueden llegar hasta el agua de la salvación. Pero no tenemos la iniciativa de Jesús de preguntarles, aunque más no sea, si quieren quedar sanos.
Está claro que no hablo de enfermedades física, sino enfermedades espirituales, pues nosotros no tenemos el poder de Jesús para sanar los cuerpos, pero sí tenemos la capacidad de ayudar a encontrar el Camino para sanar el alma, para fortalecerla y ayudar a llevar la Cruz de cada día.
Porque, muchas veces, no se trata de sanar el cuerpo sino de darle vida al alma, de acompañar en el sufrimiento, aunque más no sea con nuestra oración, con nuestro sacrificio, con nuestra compañía.
A veces, escuchamos o decimos: "pero, no sé qué le voy a decir", "no sabría cómo acompañar". Es que no tienes que saberlo, porque es el Señor quien te dice que lo hagas y Él pondrá las palabras en tus labios, o, simplemente, el estar junto a quien te necesita es suficiente. No tenemos que tener siempre las palabras precisas, basta con el acompañar, porque la mayor enfermedad de estos tiempos es la soledad, el sentirse solo y no tener a nadie con quien compartir el dolor, el sufrimiento.
Si ves a alguien que está esperando la ayuda, no se la niegues, porque en esa persona está Jesús que te pide tu ayuda, tu compañía, no lo olvides.
martes, 12 de marzo de 2024
No mires hacia otro lado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.