sábado, 2 de marzo de 2024

Los celos

"Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".
Así como dice San Pablo que tiene clavado el aguijón del pecado en sus carnes, así, igualito, están los celos clavados en el corazón de los hombres. Bueno, en realidad los celos cuando se combinan con el pecado original es una explosión interesante en nuestras vidas, porque no nos dejan pensar, sino que sólo actuamos por instinto de conservación y vamos a por todo.
Así le ha pasado al hijo mayor de la parábola: los celos se han unido al pecado original, que, en este caso, me parecería que es la envidia pues él no ha recibido lo mismo que su hermano menor.
Muchas veces hemos dicho o escuchado, y seguramente lo hemos dicho varias veces, "yo no soy celoso", lo cual puede ser cierto en unos momentos, pero en otros momentos seguro que sale esa espinita. ¿Por qué sale esa espinita? Porque mira siempre a mi alrededor para ver cómo se mueve la gente, como viven los que quiero, y, también, los que supuestamente no quiero. Pero, en realidad, me miro para ver si viven como yo o no, si tienen más oportunidades que yo no no. Y, lamentablemente, quiera o no, siempre me estoy comparando con los demás.
Esos juicios, siempre estarán, son parte de nuestra forma de ser y vivir. Pero ¿qué hago con ellos? ¿Los dejo crecer o intento encontrarles la vuelta y el sentido?
En realidad tendría que encontrarle el sentido a lo que pienso o a lo que no me gusta, ver qué es lo que quiere decirme el Señor con esa situación, con esa persona, con ese pensamiento. ¿Por qué me duele que otros tengan lo que yo no tengo? ¿Por qué me duele que mi Padre le haya dado el ternero cebado a mi hermano que regresó después de tantos años? ¿Qué es lo que me molesta en realidad: que haya gastado la mitad de la fortuna o que mi padre lo recibiera con tanto amor? ¿No será que yo no me he animado a vivir como él? ¿No será que no he sabido aprovechar las oportunidades que he tenido? ¿He tenido miedo de abrazar a mi padre y ahora no puedo?
Hay tantas preguntas que pueden surgir desde la experiencia del hermano mayor. Ojalá nos sirvan en este tiempo de cuaresma para descubrir nuestros errores y nuestras maneras de pensar y juzgar, y de pensarme y juzgarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.