"La gente decía admirada.
«De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».
Y se escandalizaban a causa de él.
Jesús les dijo:
«Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».
Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe".
Hoy es el día del cura párroco, un oficio que no todos los sacerdotes tienen, pero que pueden tenerlo. Porque en realidad la vocación es al sacerdocio y, después, podemos recibir algún oficio dentro de la iglesia y puede no ser de cura párroco. El oficio de cura párroco (por eso no es mala palabra decir cura, pues se refiere a la cura de almas) es para aquél a quien el obispo le confiere la misión de hacerse cargo de la "cura pastoral" de una parroquia o de varias (como ocurre en estos tiempos)
Como todos los oficios tiene sus lados buenos y sus lados malos, pero, que, en definitiva es un oficio como cualquier otro, pero un poco más delicado pues se nos ha conferido guiar a una porción del Pueblo de Dios, por el Camino que Jesús nos ha propuesto en el Evangelio. Claro es que para esa misión, cada uno, recibe dones especiales y carismas particulares y los va aplicando de acuerdo a su propio criterio, conforme a los planes pastorales que su obispo va dando.
Claro que nuestra función no es sólo administrativa, sino pastoral, pues pastoreamos, intentando hacerlo como lo hacía Jesús el Buen Pastor, pero no siempre es tan fácil, pues nuestra humanidad siempre estará presente en nuestras vidas y en la vida de todos los que hemos sido llamados a esta vocación sacerdotal, pues no somos ángeles, sino hombres con un llamado particular, pero no se nos quita el peso de nuestra humanidad ni de nuestro pecado. Pero sí se nos da la Gracia para el oficio que se nos ha confiado.
Y ¿qué tiene que ver el evangelio de hoy con lo que estoy poniendo? Tiene mucho que ver, porque el sacerdotes, ya sea vicario o párroco, viene a formar parte de su pueblo, de su gente, y, muchas veces, no vemos en la persona del sacerdote a Jesús, y, como le pasó a Él mismo en su pueblo, no es apreciado en lo que Dios le ha conferido, sino que no se valora su entrega a Dios y a sus hermanos. Muchas veces queremos tener un sacerdote a nuestra medida, que haga lo que yo quiero y como yo quiero, que diga lo que quiero escuchar y que sea perfecto, y tantas otras cosas más que solemos escuchar en la voz de aquellos que, muchas veces, no aportan casi nada en las comunidades parroquiales, pero sí se llenan la boca de comentarios que no ayudan, tampoco, a la tarea de evangelizar que le fuera confiada a todos los bautizados.
Ojalá aprendamos a valorar y, sobre todo, a acompañar la tarea de los curas párrocos, no sólo con la aportación de nuestro tiempo en las tareas evangelizadoras, sino, sobre todo, con nuestra oración por ellos, para que puedan ser fieles a la Voluntad de Dios y ejerzan su oficio como Dios nos lo está pidiendo en estos tiempos y para cada tiempo y lugar.
viernes, 4 de agosto de 2023
El cura párroco
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