lunes, 26 de junio de 2023

Sal de tu hipocresía

"Sal de tu tierra", le dijo el Señor a Abrán y él salió y fue, sencillamente, siguiendo la Voz del Señor. Así, también, nos lo dice a nosotros: ¡sal de tu tierra! ¡sal de tu comodidad! y lleva la Buena Noticia a todo el mundo. Es el envío que nos hizo Jesús antes de ascender a los Cielos. Es el envío que nos hace a cada uno de nosotros el Señor, que no nos quedemos cómodos en nuestro sillón mirando cómo pasa la vida por delante, sino que nos levantemos de nuestra comodidad de simples espectadores y nos pongamos a hacer algo por este hombre que está perdiendo su dignidad de cristiano, y, más aún, está perdiendo su identidad de hombre.
No somos pocos los que nos vamos quejando, de aquí para allá, de las cosas que suceden, del país, de los gobernantes, de los adultos, de los jóvenes, de esto y de aquello, pero son muy pocos los que se mueven de su lugar para ser parte de la transformación de la vida del mundo. Somos luz pero preferimos quedarnos a oscuras para que no nos vean y no nos señales con el dedo.
Somos aquellos hipócritas que se pasan el día señalando los errores de los demás, el pecado de los otros, pero que no se "meten" en la historia para ayudar, para consolar, para mostrar el verdadero camino de la salvación. Son los mismos hipócritas que no se ponen a disposición del Señor para que sea Él quien los envíe y los lleve a darle solución a este mundo que está en decadencia.
Pero no son sólo hipócritas los que viven una doble vida, sino, también, aquellos que dicen o creen que viven lo que dicen vivir, y aquellos que ni siquiera son capaces de hacer frente a los que les toca vivir. Y hay otros que se consideran tan buenos y tan nobles que se jactan de llamar hipócritas a aquellos que, desde la Palabra, buscan llevar luz sobre el error del mundo.
Es que estamos viviendo entre tanta tiniebla que nos confundimos, muchas veces, y creemos que sólo son hipócritas aquellos a quienes nosotros mismos le hemos puesto el cartelito de hipócritas porque no viven como yo creo que deben vivir, ni dicen lo que a mí me gustaría escuchar.
Es tanta la niebla que cubre la Verdad de Cristo que nos devuelve el reflejo de nuestra visión y produce un espejismo que nos hace ver en los demás lo que somos nosotros mismos. Por eso necesitamos volver a encontrarnos con Cristo para que despeje la niebla de nuestros ojos y nos de la claridad para poder volver a descubrir la Verdad del Evangelio, y no sólo vivir en la verdad que, junto al mundo, nos hemos ido inventando.

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