martes, 6 de junio de 2023

Para que te sirve?

"Yo entonces llamé a mi mujer y le pregunté:
«¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo a su dueño. No podemos comer cosas robadas».
Ella me aseguró:
«Es un regalo que me han hecho además de pagarme».
No la creí y, avergonzado por su comportamiento, insistí en que se lo devolviera a su dueño.
Entonces ella me replicó:
«¿Dónde están tus limosnas y buenas obras? Ya ves de qué te han servido».
A veces nos encerramos tanto en nuestra verdad, en nuestra opinión, en que somos los mejores que nos olvidamos de aceptar lo que los demás nos dice. Por eso, la mujer de Tobit le reclama: ¿para que te ha servido tus limosnas y buenas obras si no me crees?
Todo lo que intentamos vivir en lo espiritual, ya sea con la oración, la eucaristía, la reflexión de la Palabra, es para poder madurar y abrir el corazón con misericordia y amor a los demás. Pero sí todo eso sólo sirve para hacernos creer que somos los mejores, entonces estamos recorriendo un camino que no es bueno.
La espina del pecado original, con uno de sus mejores venenos que es la soberbia, siempre va actuando en nuestro interior, por eso siempre hay un poco de soberbia que, en algún momento, siempre sale. Ya sea porque lo demostramos con nuestras actitudes o ya sea porque desde el silencio miramos a los demás como "pobrecitos...".
Es cierto que a lo largo de los años vamos aprendiendo cosas y vamos madurando en la fe y en la vida (mal si no lo hiciéramos) Pero eso no quiere decir que seamos los únicos que tengamos la verdad, ni los únicos que sepamos todo lo que hay que saber, sino que la madurez de nuestra alma nos tiene que ayudar para ser, cada día, más comprensivos, más abiertos a lo que mi hermano me dice, me cuestiona o me exige que cambie.
Sí, porque mi hermano, como yo mismo, tengo la responsabilidad de velar por el otro: ¿qué has hecho con tu hermano? le dijo el Señor a Caín. ¿Acaso soy responsable de la vida de mi hermano? respondió él. Sí, tú eres responsable de la vida de tu hermano.
Y ahí está muchas veces el momento en el que el veneno de la soberbia vuelve a incidir en la vida: creo que soy responsable de la vida del otro, y eso es cierto, pero, otras veces, cuando el otro se hace responsable de mi vida no me gusta tanto, porque no me gusta que me llamen la atención sobre lo que digo o hago.
Por eso, el Señor siempre nos llama al camino más difícil que es abrir nuestro corazón y mente a lo que mi hermano tenga que decirme, porque de ese modo crezco y maduro en la humildad de saber que también a mí me tienen que corregir.

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