jueves, 23 de octubre de 2014

Comencemos el día desde la eternidad

Comienzan los relojes
a maquinar sus prisas,
y miramos el mundo.
Comienza un nuevo día. (Himno de Laudes)

¿Cómo comenzar un nuevo día sin prisas? Poniéndonos junto a la eternidad, pues en la eternidad no hay prisas, pues es un eterno hoy. La oración es un encuentro de eternidad, porque nos encontramos con nuestro Dios y Señor. Es Él quien nos regala en cada encuentro la gracia de la pausa del cuerpo y del alma para que podamos mirar desde la eternidad cada nuevo día.
Y en este encuentro, por San Pablo, el Padre nos dice:
"Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios".
Es lo que cada día necesitamos: subir a la eternidad de Dios para que Él nos de su Espíritu que robustezca nuestros deseos de santidad, y, bajando del Monte de la transfiguración mostrar al mundo el gozo de sabernos sus hijos, de sabernos en camino de la plenitud que nos da Dios.
Porque no siempre al comenzar nuestro día nos esperan gozos y alegría, pero podemos vivir los obstáculos y las piedras del camino con mayor fortaleza, para que, como dice San Agustín:
"como dichas tribulaciones nos resultan duras y molestan y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino ás bien, por la paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la fuerza se realiza en la debilidad".
Nuestra debilidad siempre nos hará costosa la marcha en este "valle de lágrimas", pero cada encuentro con Dios nos brindará el Espíritu para que "todo lo pueda en aquél que me conforta". No dejemos que las prisas del mundo nos hagan comenzar el día sin el gozo del Encuentro con el Padre, pues Él es el quien me prepara cada día para caminar en el Amor.

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