viernes, 31 de octubre de 2014

Crecer en el amor para saber valorar

Eres tú mi consuelo,
tú eres el Dios que salva y da la vida;
eres todo el anhelo
de esta alma que va herida,
ansiándote sin tasa ni medida.
Es hermoso el comienzo de la carta de San Pablo a los Filipenses, una carta llena de amor y gratitud. Sí, amor a una comunidad que ha sabido aceptar y compartir la Vida Nueva que Dios, por medio de Pablo, les ofrecía. Y que juntos comenzaron y a vivir, y que con Dios comenzaron a predicar. San Pablo les dice en un momento de la carta:
"Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores".
¿Por qué el amor nos hace apreciar los valores? No podía comprender qué tenía que ver una cosa con la otra, porque uno lógicamente piensa que es por la inteligencia que uno aprende a valorar, porque discierne, porque reflexiona, y así puede valorar o no algo o a alguien.
Pero así pensando llegué a la conclusión que es el amor el que nos hace valorar más y más algo que, quizás, para otros no tenga valor. Sólo el amor puede ver el brillo de algo que está oculto, sólo el amor puede hacer que veamos el interior de alguien y podamos amar por que se ES y no por lo que se TIENE, porque, como dice el refrán: "no todo lo que brilla es oro", pero siguiendo un poco "no siempre se ve el brillo del oro oculto en el corazón".
Por eso, cuando más amamos más podemos valorar lo que está oculto, porque lo que está oculto nos habla de Dios, lo que está oculto nos habla de amor. Y sólo el amor es capaz de dar brillo a aquellos que lo han perdido.
Y en esto de dar brillo me viene a la cabeza una frase que se usa, por lo menos aquí en España: "he repasado la vida de fulanito...", se dice.
Al principio cuando llegué al país no entendía lo que significaba, pues para mí repasar era quitar el polvo de algo y dejarlo más limpio. Pero no era eso, aquí repasar la vida era criticar a alguien, chusmear en otras palabras. O sea, no le daban brillo a la persona sino que se la ensuciaba un poco más.
Pero si amamos, si crecemos en el amor repasaremos al vida de los demás para darle brillo. Nos animaremos a no usar nuestra lengua como espada afilada, sino como paño de amor que limpia y da brillo, para que cada uno tenga más brillo y seamos capaces de amar y ensalzar a nuestros hermanos, aunque a muchos no les parezca.
Por eso, pidamos crecer en amor para poder apreciar los valores que Dios ha puesto en cada corazón, en cada persona, en mí y en tí, y en todos nuestros hermanos.

jueves, 30 de octubre de 2014

Hombres extraordinarios...

No hay brisa, si no alientas; monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. vivir es este encuentro:
tú, por la luz; el hombre, por la muerte.
No vivimos tiempos normales, vivimos tiempos extraordinarios y no porque sean los mejores, y no estoy hablando de recuperación económica, ni de corrupción política. Sino que vivimos tiempos donde ya no existen valores, donde ya no hay límites sobre para el respeto, para la dignidad, para el buen obrar. Sí, nos quejamos una y otra vez de lo que hacen los políticos, los gobernantes. Nos quejamos de que la sociedad está mal y de que hay países que sufren la guerra, el hambre, las pestes. Nos duelen las muertes y los adolescentes que pierden su vida, al igual que los jóvenes, los adultos y los ancianos que viven sin sentido, y son capaces de hasta matar y suicidarse. Vivimos tiempos extraordinarios.
Pero ¿nos hemos puesto a pensar porque estos tiempos son así? ¿Por qué hay tanto mal entre nosotros? ¿Por qué hay tanta maldad, tanto sinsentido, tantas muertes?
Hoy San Pablo nos lleva a pensar, en su carta a los Efesios y nos da una pauta:
"Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados, autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal".
Sí, hemos dejado que el mal comience a ganar corazones, que Satanás comience a destruir la obra creadora de Dios. Y esto no ha sido porque él tenga más fuerza que Nuestro Señor, sino porque los que hemos sido llamados para sembrar la Vida Nueva, nos hemos guardado las semillas en el bolsillo y no hemos trabajado con esmero en la Viña del Señor.
En estos tiempos extraordinarios necesitamos de seres extraordinarios. Esos seres extraordinarios no son los extraterrestres o los marcianos que han de venir en nuestra ayuda, tampoco es Superman o Iron Man. Esos seres extraordinarios somos tú y yo, que nos hemos dado cuenta que el mundo necesita de nosotros, los hijos de Dios, para poder darle Nueva Vida, para poder mostrar un Camino que conduzca a la Luz de la Verdad para que la Justicia reine entre nosotros y vuelva la Paz y la Vida.
Y, claro, San Pablo nos ofrece, nuevamente la receta para poder llegar a transformarnos en seres extraordinarios que trabajen por un Mundo Nuevo:
"Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración".

miércoles, 29 de octubre de 2014

Vivir de Amor

Estate, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo... (Himno de Laudes)
Quien ha podido compartir con el Señor parte de su vida, ha descubierto en Él no sólo al Hombre-Dios, sino un gran compañero que no sólo está a tu lado, sino que por Amor, a cada paso, te lo demuestra.
Han sido tantos pasos dados y tantos gestos recibidos los que le han permitido a San Pablo escribir así:
"¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿el peligro?, ¿la espada?, En todo esto vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado".
Es una relación de amor la que entabla nuestra alma con el Señor, y el Señor con nosotros. Una relación de amor que perfecciona nuestra imperfección, que sobrenaturaliza nuestra humanidad, que nos eleva y nos llena el corazón de su Luz.
Pues es el amor el que transforma el corazón del hombre, es el amor el que nos da alas para alcanzar lo imposible, y para vivir lo deseado.
Y cuando sentimos que podemos llegar a perder ese amor nuestro corazón sufre, sufre dolores de muerte:
"Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das
sé que alcanzarla no puedo
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mi te vas".
Hermosos versos que hablan del corazón que se ha encontrado con el Amor Puro y Verdadero del Señor, un corazón que ha sido traspasado por el fuego del Espíritu y que ha comprendido cuál es el sentido de su vida, cuál es el fundamento de su fe: vivir de Amor.
"Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;"
No es nuestra vida de fe, nuestra vida cristiana, una vida de prescripciones y preceptos, sino que es una vida de Amor, pues sólo el amor hace que la Vida cobre sentido y se vuelva Luz que alegre y de sentido al vivir de cada día.

martes, 28 de octubre de 2014

Somos apóstoles del Señor

Vosotros que escuchasteis la llamada
de viva voz que Cristo os dirigía,
abrid nuestro vivir y nuestra alma
al mensaje de amor que él nos envía. (Himno de laudes)
Pertenecemos a la Iglesia Católica, no sólo porque está sostenida por 12 columnas que son los Apóstoles, sino porque también Ella (es decir nosotros, todos los bautizados) somos apóstoles del Señor, llevamos su Buena Noticia a todos los hombres de todos los tiempos.
Por eso, al leer esta estrofa del Himno de Laudes me sonaba a un clamor de aquellos que esperan de nosotros, como apóstoles, como llamados por Cristo, el mensaje de una Vida Nueva.
Y es que cada uno de nosotros, desde el más antiguo o viejo hasta el último de los bautizados, hemos recibido "la llamada de viva voz que Cristo nos dirige", una llamada que nos dice: "Ven, deja todo y sígueme, y Yo te haré pescador de hombres".
Es Él quien nos llama a ser sus apóstoles, cada uno en su estilo de vida particular, soltero o casado, laico o consagrado, pero en todas y cada una de nuestras profesiones ser portadores del "el mensaje de amor que él nos envía".
Es claro que para ello no elige a "sabios y entendidos" sino a aquellos que tienen un corazón dispuesto a escuchar, un corazón dispuesto a amar, a dejarse encender por un llamado de Amor a dar amor, por eso no hace falta la sabiduría del mundo pues "el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes".
Es ahí donde hemos de poner nuestro esfuerzo y dedicación, en conocer al Dios que predicamos, al Padre que amamos y al Señor, de quien escuchamos su llamado, porque así como el fue enviado por el Padre, ahora Él nos llama y nos envía a nosotros, con un mensaje: el mensaje de la salvación. Como dice el mismo Pablo:
"Cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presente a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".
Hoy nosotros, como los apóstoles, hemos recibido el Espíritu que no sólo nos hace hijos de Dios, sino portadores de una Buena Noticia que hemos de llevar, con nuestra vida a todos los hombres. Una Buena Noticia, que según nuestro Papa Francisco, se expresa en el gozo del Evangelio, porque el Evangelio es la Palabra que nos ha sido dada para que tengamos vida y vida en abundancia, por eso leámoslo, creamos en La Palabra, vivamos La Palabra y prediquemos con Su Palabra.

lunes, 27 de octubre de 2014

Hijos de la luz

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón. (Himno de laudes)

Empezamos una semana nueva, un día más, una nueva oportunidad para brindar al mundo la alegría y la Luz que el Señor ha puesto en nuestras vidas. Sí, a pesar de lo que día a día vivimos, y que la rutina de cada día nos vaya dejando sin ganas, a pesar de que las situaciones de nuestros países nos quiten las esperanzas, a pesar de que muchos pongan piedras en nuestro caminar, a pesar de que quieran que cambiemos el rumbo de nuestra vida hacia la maldad, la envidia, el egoísmo, la desesperanza, y el agobio, nosotros los hijos de Dios levantamos nuestra mirada hacia la Casa del Padre, abrimos las alas de nuestro corazón y nos llenamos de deseos de Vida, Luz y Amor. Y así, con el corazón colmado del gozo de sabernos hijos de Dios comenzamos un nuevo vuelo, con los pies puestos en la realidad del mundo y con el corazón lleno de Cielo.
Sí, hoy San Pablo, en la Carta a los Efesios nos invita a vivir de un modo nuevo, original, es decir que seamos fieles a lo que somos, a nuestro origen, y nuestro origen como hijos de Dios fue en la fuente bautismal, cuando el Espíritu Santo nos invadió y nos transformó en hijos de Dios. Por eso San Pablo nos invita a:
"Que nadie os engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos; porque en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz".
Caminad como hijos de la luz, una hermosa frase, pero mejor una hermosa realidad: somos hijos de la Luz, nuestra vida es luz para los hombres, nuestra mirada es luz para los que están tristes, nuestra sonrisa y alegría es luz para los que están sin esperanza, nuestras palabras son luz para los que no encuentran el sentido y el camino para seguir.
Sí, hoy es un día nuevo y está en nosotros contagiar al mundo de la alegría de la fe, de la alegría de vivir en Dios, no fuera del mundo, pero haciendo del mundo un trozo de cielo, porque por eso decimos: venga a nosotros Tu Reino.

domingo, 26 de octubre de 2014

Amar como Él nos amó...

Somos el pueblo de la Pascua,
Aleluya es nuestra canción,
Cristo nos trae la alegría;
levantemos el corazón. (Himno de laudes)
Un nuevo día en que Jesús nos vuelve a recordar lo esencial de nuestra vida cristiana, de nuestra vida fe:
Él le dijo:
-«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser."
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
No hay nada más importante que nos tengamos que acordar: Amar a Dios y al hermano. Y no hay nada más difícil para vivir que el Amor a Dios y a los hermanos, en la misma medida. Pues a Jesús no le bastó sintetizar la Ley y los Profetas en esos dos mandamientos, sino que en la Última Cena les otorgó mayor plenitud: "Un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado"-
No hay medida para el amor, no hay una cuenta matemática que nos diga cuánto hay que amar, pues la medida es "como Yo os he amado". Y ¿cómo nos ha amado Jesús? Mira la Cruz, ahí tienes el mayor gesto de amor. Sí, la Cruz es el mayor signo del Amor de Dios, del Amor de Jesús, pues aceptó la Cruz no sólo por los que eran buenos y santos, sino por todos los hombres: justos e injustos, santos y pecadores. Y esa es la medida en que hemos de amar nosotros a nuestros hermanos, hasta poder perdonar a quienes nos condenan: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", dijo colgado de la Cruz.
Y un Amor a Dios que se hace real y pleno, también, en la Cruz. Porque el Amor es afectivo y efectivo, pues Jesús amaba a Su Padre y obedecía a Su Padre, y su obediencia por amor lo llevó hasta el extremo de aceptar por obediencia la muerte y muerte de Cruz.
Claro que Jesús sabe que a nosotros, pobres mortales imperfectos, se nos complica un poco la vida cuando intentamos amar como Él, porque no llegan las fuerzas, ni las ganas, y, muchas veces, ni siquiera nos planteamos el hecho de tener que amar de esa manera. Por eso, sabiendo sobre todo que no tenemos fuerzas para hacerlo, se quedó en el Pan de la Vida, en la Eucaristía. Quiso que nos alimentáramos con Su Vida, que es Vida de Dios, Vida de Amor, para que no seamos nosotros quienes podamos, sino que sea Él en nosotros quien nos lleve a la perfección del Amor. Por eso si no nos acercamos a la Eucaristía: ¿cómo podremos amar como Él nos amó?

sábado, 25 de octubre de 2014

Todo sirve...

_« ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Somos muy rápidos para juzgar. Somos muy rápidos para condenar. Pero cuando nos responden de esta manera no nos gusta mucho.
Jesús no quiere que no juzguemos, sino que al juzgar usemos de misericordia con nuestros hermanos y que aprendamos, también, de los errores de los demás. Porque al juzgar también estamos juzgando nuestras acciones, al condenar también condenamos nuestras acciones. Porque no somos tan buenos, ni tan inmaculados como creemos, y menos cuando nos declaramos jueces de los demás.
También es cierto que muchas veces sufrimos los juicios que nos hacen, que digan tal o cual cosa de mí, y por eso, utilizo la misma herramienta para tomar venganza contra ellos. Pero eso nos hace iguales a los que decimos que no queremos parecernos.
Y, pensaba, ¿por qué te juzgan tanto y te critican tanto? ¿Por qué quién critica y juzga no hace aquello que dice? Pero no importa, si te critican es porque estás, quizás ellos no puedan vivir lo que tu vives. Pero igualmente presta atención a lo que dicen. No te quedes en la fácil excusa de que "lo dicen por envidia". Primero analiza lo que dicen, y si hay algo de lo que dicen que pueda ayudar a tu crecimiento ¡mejor! si no hay nada que sirva, entonces ¡déjalo pasar! pues las palabras son como un boomerang: siempre vuelven a quién las disparó.
Para nosotros es importante saber que Jesús dispone todo lo necesario para que alcancemos la plenitud en Él. Como dice San Pablo: todo es "para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud".
Lo importante es pensar que siempre hay una oportunidad más para poder usar incluso aquello que creemos que no sirve, por eso al final de la parábola de hoy dice Jesús:
"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
Pero el viñador contestó:
"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas." »

viernes, 24 de octubre de 2014

Cuál es nuestra esperanza?

San Pablo en la Carta a los Efesios dice:
"como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados".
¿Cuál es la esperanza que tenemos? ¿Cuál es la vocación a la que hemos sido convocados? Son preguntas que, generalmente, no nos hacemos demasiado, o mejor dicho, no nos hacemos nunca.
Pero, ¿por qué no nos preguntamos por nuestra vocación? Pues creo que porque la palabra vocación ha estado siempre unida al sacerdocio o la vida consagrada. Y son dos vocaciones que han un poco de alergia en los cristianos, pues pocos son los que verdaderamente no tienen temor de que el Señor los llame para una entrega especial.
Pero la vocación es el llamado que Dios nos hace, es el sentido que le daremos a nuestra vida cuando comprendemos quiénes somos y para qué estamos, o mejor dicho, para que Dios quiere que estemos en donde estamos. Pasa que en este siglo de las sensaciones nos movemos más por lo que sentimos o nos gusta, que por lo que deberíamos ser.
Pero, también es cierto, que no siempre se nos ha enseñado a cómo discernir nuestra vocación, a cómo encontrar la Voluntad de Dios. Y, en cierto modo, tampoco hemos preguntado, pues ser cristiano pasó de ser la razón de nuestra vida, a ser algo más que en nuestra vida.
Dios nos ha llamado y nos dado una Vida Nueva en su Hijo, una Vida que nace de su Amor por y para el Hombre. Esa Vida en Dios es nuestra primera vocación: Dios nos llama a ser sus hijos, a imagen de su Unigénito, por eso Jesús nos dice como principal rasgo en nuestra vida: sed santos porque vuestro Padre Celestial es santo, sed perfectos porque vuestro Padre Celestial es Perfecto.
Y, a partir de ahí, comienza nuestro camino... o no. Porque si bien Dios nos llama podemos no responder a su llamado, podemos seguir adelante haciéndonos los sordos, o poniendo mil excusas para no vivir de acuerdo a su Amor, que es Su Voluntad.
Aunque cuando el corazón del hombre se encuentra con el corazón de Dios, y comienza el diálogo del Amor, ese Amor enciende la llama del Espíritu y nos lanzamos detrás de Él, pues sabemos y experimentamos que sólo Él es la razón de nuestro vivir, que sólo en Él todo lo podemos porque respondemos con generosidad a su llamado.
Un llamado que nos llena de de esperanza, de una esperanza cierta de que podremos alcanzar aquello que Él nos pide vivir, no porque tengamos fuerza y valor, sino porque Su Espíritu enciende nuestros corazones y nos llena de todos sus Dones para ser Fieles a la Vida que Él nos llamó a vivir.
Y es esa esperanza cierta la que convierte la debilidad en fortaleza, el desánimo en ánimo, la tristeza en alegría, la oscuridad en luz...

jueves, 23 de octubre de 2014

Comencemos el día desde la eternidad

Comienzan los relojes
a maquinar sus prisas,
y miramos el mundo.
Comienza un nuevo día. (Himno de Laudes)

¿Cómo comenzar un nuevo día sin prisas? Poniéndonos junto a la eternidad, pues en la eternidad no hay prisas, pues es un eterno hoy. La oración es un encuentro de eternidad, porque nos encontramos con nuestro Dios y Señor. Es Él quien nos regala en cada encuentro la gracia de la pausa del cuerpo y del alma para que podamos mirar desde la eternidad cada nuevo día.
Y en este encuentro, por San Pablo, el Padre nos dice:
"Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios".
Es lo que cada día necesitamos: subir a la eternidad de Dios para que Él nos de su Espíritu que robustezca nuestros deseos de santidad, y, bajando del Monte de la transfiguración mostrar al mundo el gozo de sabernos sus hijos, de sabernos en camino de la plenitud que nos da Dios.
Porque no siempre al comenzar nuestro día nos esperan gozos y alegría, pero podemos vivir los obstáculos y las piedras del camino con mayor fortaleza, para que, como dice San Agustín:
"como dichas tribulaciones nos resultan duras y molestan y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino ás bien, por la paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la fuerza se realiza en la debilidad".
Nuestra debilidad siempre nos hará costosa la marcha en este "valle de lágrimas", pero cada encuentro con Dios nos brindará el Espíritu para que "todo lo pueda en aquél que me conforta". No dejemos que las prisas del mundo nos hagan comenzar el día sin el gozo del Encuentro con el Padre, pues Él es el quien me prepara cada día para caminar en el Amor.

miércoles, 22 de octubre de 2014

¿Quién es el administrador fiel?

"Buenos días, Señor, a tí el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día;
Tú eres la luz y el sol de mi jornada". (Himno de Laudes)

"¿Quién es el administrador fiel...?" dice el Señor para enseñarnos algo muy concreto en nuestra vida. Pero, muchos se preguntarán y ¿qué administramos? ¿Qué se nos ha dado para ser administradores de Dios? Y ¿quiénes son los administradores?
En realidad todos somos administradores de los bienes que Dios nos ha concedido, desde el Papa hasta el último de los bautizados (aunque posiblemente no tengan uso de razón porque son bebés) Pero en la medida en que tenemos uso de razón y nos reconocemos como hijos de Dios por la Gracia del Bautismo, a partir de ese momento somos administradores de los bienes que Dios nos ha concedido por su Hijo Jesucristo.
Bienes, o dones, o talentos, es lo mismo lo importante es que los pongamos al servicio de la Voluntad de Dios, como nuestra vida misma, para que en fidelidad a Su Plan de Salvación cooperemos para la redención de los hombres.
Pero ¿se nos dio muchos o pocos bienes? O, como muchos dicen, pero si yo no soy nada ni nadie, ¿qué puedo dar? Y yo te digo que Dios no crea la nada, porque la nada no existe, y si tú tienes vida y se ha dado el Espíritu que te hizo hijo de de Dios, entonces tienes todo lo necesario para ser un administrador fiel que trabaje en la Viña del Señor.
Hemos de descubrir, por eso, que los bienes que el Señor nos dio hemos de ponerlos al servicio de todos, pues esos bienes, compartidos serán renovados y aumentados por el Señor, para continuar cada día comprometiéndonos más y más, porque Él mismo nos dice que.
"al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»
Cada día el Señor nos pide ir a trabajar a Su Viña, y cada día renueva nuestro espíritu para que lo podamos hacer, y cada día nos exigirá un poco más, pues más nos va dando cada día. Por eso no nos preocupamos de si tenemos pocos o muchos bienes, o dones, o talentos, hemos de saber que tenemos los necesarios para llevar a cabo lo que Él quiere de nosotros. La Gracia suficiente se nos da en función de lo que Dios quiere de nosotros, y no de lo que nosotros queremos de Dios. Si utilizamos nuestros bienes en Fidelidad a la Vida que Dios quiere que vivamos, siempre tendremos lo necesario, pero si no somos fieles se nos quitará hasta lo que tengamos.

martes, 21 de octubre de 2014

Estad preparados para ver

En esta luz del nuevo día
que me concedes, oh Señor,
dami parte de alegría
y haz que consiga ser mejor.
Así nos invita el Himno de Laudes a comenzar el día: con alegría ser mejor. Pues cada día que Dios nos da es para seguir creciendo, tengamos la edad que tengamos, y seamos quienes seamos, cada día con alegría seguir creciendo en santidad. Por eso su Palabra, cada día, nos llama a la conversión, es decir, a la búsqueda de mejorar y acercarnos cada día más a una vida santa, o mejor dicho, dejar cada día que Él nos lleve de Su Mano a vivir en santidad.
Y hoy nos dice Jesús:
"-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame".
Estad preparados, y cuando pensaba en esta frase de Jesús se me aparecía la imagen de que vamos de camino a la Vida Eterna, y lo vamos transitando muchas veces atentos a la carretera y otras atentos a nuestros pensamientos y deseos, o sea, a nosotros mismos.. Es como cuando vamos conduciendo y nos ponemos a mirar el móvil o a arreglar la radio, a veces dejamos de mirar la carretera por estar ocupados en nuestras cosas. Y de repente se nos presenta una curva inesperada, o se nos presenta otro coche que viene en dirección opuesta, y nos obliga a alzar la mirada, poner la mirada en lo que estamos haciendo o nos salimos de la carretera con el peligro que eso conlleva.
Dios nos pide estar siempre atentos en el Camino que nos lleva al Vida, porque en cualquier momento nos muestra una curva, en cualquier momento hay una señal de peligro y no la veremos, porque vamos tan inmersos en nuestros pensamientos y nuestros problemas que no nos damos cuenta que nos está poniendo señales, que nos advierte que hay peligros delante, que nos está pidiendo que ayudemos al que está parado en la banquina, que hay un cruce de caminos y tengo que elegir cuál tomar... y tantas otras cosas más que Él nos puede y nos quiere decir... Pero... si no estamos atentos a las señales ¿cómo vamos a poder llegar?
Por eso ¡estemos atentos a la Voz del Señor! Dejemos de preocuparnos por nuestros sueños, y permitámosle al Padre que nos conduzca nuestra vida por el Camino de Sus Sueños que son los mejores que podemos vivir.