viernes, 28 de febrero de 2020

Prácticas vacías ¡no las quiero!

"¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?"
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo".
Al Señor no le gusta que nuestras prácticas religiosas, ya sean cuaresmales, penitenciales, o de alabanzas, sean prácticas vacías o por el simple hecho de cumplir con una prescripción. Las prácticas religiosas tienen que ser la expresión de una realidad interior, es algo que manfiiesta nuestra relación con el Señor y con los hermanos, sino caemos en lo mismo que Jesús le criticaba a los fariseos de su tiempo, porque queremos aparentar algo que, en realidad, no somos.
Es cierto que no siempre alcanzaremos la perfección, pero tampoco nos conformemos con el mero "cumplir" sin vivir. Las prácticas religiosas como el ayuno y la abstinencia, nos ayudan a moritificar nuestro cuerpo para fortalecer nuestro espíritu, y así poder ser fieles a la Voluntad de Dios. Pero si sólo queremos hacer los ayunos y las abstinencias para cumplir con una prescripción eclesiástica, y después, como dice el Señor, sembramos querellas y litigios, y herimos con furibundos puñetazos... de nada sirve todo lo que hagamos porque no hay una verdadera conversión del corazón hacia el Amor que el Señor quiere que vivamos.
En estos días de cuaresma la iglesia nos pide hace sacrificios, limosnas y oración para que se exteriorice nuestro deseo de conversión, de entrega de nuestra vida al Señor y a los hermanos necesitados. Pero, de nada habrá servido que en cuarenta días haga alguna de estas cosas, si después de los cuarenta días no vuelvo a hacer nada de eso. Estos sacrificios cuaresmales no son un pago a cuenta de lo que Dios me puede llegar a "cobrar" el día del juicio, sino que son actos que nos ayudan a buscar a Dios para vivir como Él nos está pidiendo vivir.
"Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.


Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias".
Reconocer mi pecado, mis faltas de amor hacia los demás, mis actos de vanidad, orgullo, soberbia y todo lo que me aleja de Dios y de mis hermanos, es el mejor sacrifico que puedo ofrecer al Señor, porque ahí es cuando verdaderamente digo que estoy arrepentido y que quiero alcanzar la salvación.

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