sábado, 1 de febrero de 2020

Perdón, Señor, he pecado

"Llegó un peregrino a casa del rico, y no quiso coger una de sus ovejas o de sus vacas y preparar el banquete para el hombre que había llegado a su casa, sino que cogió la cordera del pobre y la aderezó para el hombre que había llegado a casa».
La cólera de David se encendió contra aquel hombre y replicó a Natán:
«Vive el Señor que el hombre que ha hecho tal cosa es reo de muerte. Resarcirá cuatro veces la cordera, por haber obrado así y por no haber tenido compasión».
Entonces Natán dijo a David:
«Tú eres ese hombre..".
Sólo he copiado el final del diálogo de Natán con David, pero es bueno volver a leerlo todo. ¿Por qué? Porque, no somos pocos los que somos muy rápidos en juzgar y condenar, pero no siempre lo hacemos sobre nosotros mismos. 
Natán le contaba a David la acción de un hombre lejano, y, por eso David, se encolerizó tanto, lo juzgó y lo condenó. Y, en realidad, la anécdota que contaba Natán era sobre él, sobre David.
Y de esto me surge una cuestión: si nosotros nos pusiéramos a pensar lo que hacemos, antes de hacerlo, creo que podríamos evitar muchos males, para nosotros mismos y para los demás. Antes de decir o hacer las cosas tendríamos que mirarlas como si las hiciera otra persona y nos daríamos cuenta si está bien o está mal.
Pero, claro para juzgarlas con criterios evangélicos y no con los criterios del mundo. Porque hoy, generalmente, no usamos criterios evangélicos para juzgar nuestras acciones, sí los usamos para juzgar a los demás. Hay personas que cuando quieren "condenarte" por algo, siempre se acuerdan del evangelio, pero para llevarlo a sus vidas, se les olvidan los pasajes más importantes.
Seguramente que Dios hoy no actuará de la misma forma que lo hizo con David, pero, su Gracia ya no estará en nosotros porque hemos sido infieles a Su Voluntad, a Su Palabra haciendo lo que no era propio de quien había prometido Fidelidad a Su Palabra.
"David respondió a Natán:
«He pecado contra el Señor».
Y Natán le dijo:
«También el Señor ha perdonado tu pecado. No morirás".
Y esta es la actitud más difícil de conseguir: reconocer nuestro pecado y pedir perdón. ¿Lo más difícil? Sí, lo más difícil. Y no sólo porque somos orgullosos y no queremos bajarnos de nuestro orgullo, sino porque hoy no hay una conciencia clara de lo que es el pecado de lo que no es pecado, porque vivimos inmerso en un mundo en tinieblas y no queremos exponernos a la Verdad, sino que nos interesa vivir en cierta "ignorancia". Y ese es también el pecado del hombre: no buscar la Luz cuando la tiene cerca.
Y, también, es difícil, o más, el pedir perdón al hermano, a aquél a quien he dañado con mis palabras o acciones. Siendo que ése es el verdadero corazón contrito y humillado que gusta al Señor, aquél que reconociendo su pecado, no sólo le pide perdón a Dios, sino que le pide perdón a su hermano a quien ha dañado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.